Reseñas de Monseñor Juan Gerardi

Amelia Martínez
 Febrero 2008

 

Nació en la Ciudad de Guatemala el 27 de diciembre de 1922. Ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1946. Había cumplido 75 años cuando le asesinaron.

 

El 9 de mayo de 1967 fue nombrado obispo de la Diócesis de Verapaz.  Alli ejerció hasta que en setiembre de 1974 fue elegido obispo de la Diócesis de Santa Cruz del Quiché, donde inició su ministerio a partir de diciembre del mismo año una época en que la violencia fue creciendo.

 

El departamento del Quiché era, y sigue siendo, uno de los departamentos más pobres de Guatemala.  De 1980 a 1983 la violencia alcanzó su más alto nivel y la iglesia sufrió muchas muertes en sus agentes de pastoral, sobre todo catequistas  y directivos de las comunidades cristianas.  El 31 de enero de 1980 fue incendiada la Embajada de España en Guatemala muriendo unas 38 personas, en su mayoría campesinos indígenas del Quiché.

 

Unos meses después, el 4 de junio de ese mismo año, era asesinado en Chajul el P. José Mª Gran (MSC) junto con su sacristán y, un mes más tarde, el P. Faustino Villanueva en Joyabaj.

 

A los pocos días de estos hechos violentos y de dolor se tuvo conocimiento de la planificación de un atentado contra el mismo obispo, Juan Gerardi.  Los catequistas del pueblo donde debía ir a celebrar misa avisaron y el hecho, afortunadamente, no se consumó.  Es entonces cuando, como denuncia de estos hechos, se toma la decisión de salir temporalmente de  la Diócesis del Quiché.

A las pocas semanas, como Presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala, salió hacia Roma para asistir al Sínodo de la Familia e informar al Papa Juan Pablo II sobre la realidad de Guatemala.   El Papa le pidió regresar a al Quiché, a pesar de las condiciones en que se encontraba. Pero a su regreso al país, las autoridades militares de la oficina de migración en el aeropuerto de la capital, le impidieron la entrada,  aún siendo como era guatemalteco.

 

En 1976 a , en la Diócesis del Quiché, le tocó asistir a los desastres provocados por el terremoto en varios pueblos del departamento.  En esos tiempos de tanta violencia defendió a toda la gente, a los catequistas y agentes de  pastoral, hasta donde le permitieron los estrechos márgenes de libertad concedidos a la Iglesia en esos años de gobiernos militares. Como obispo fue muy consciente de la realidad del pueblo y sus mensajes fueron proféticos y valientes en momentos tan difíciles.  Defendió la paz y solución pacífica del conflicto.  Nunca fue partidario de las armas.

 

A consecuencia de tanta violencia tuvo que salir del Quiché, temporalmente, en julio de 1980, pero ya no pudo regresar.  Vivió un tiempo exiliado en Costa Rica hasta que fue nombrado Obispo Auxiliar de la  Archidiócesis de Guatemala, donde se comprometió, de diversas maneras, pero sobre todo llevó a cabo la creación de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado (ODHA).

 

El proyecto (REMHI) (Recuperación de la Memoria Histórica ), fue uno de los grandes proyectos en los que se comprometió, casi a tiempo completo. Este informe, analiza miles de testimonios sobre violaciones de los derechos humanos durante el conflicto armado interno. Cada historia es un recorrido de mucho sufrimiento y también de grandes deseos de vivir. En él había puesto Monseñor Gerardi toda su esperanza.  Pero este camino de vida, trabajo y compromiso social lo selló con su muerte el día domingo 26 de abril  de 1998 a las 11.00 de la noche, dos días después de la entrega del Informe al pueblo de Guatemala en la Catedral Metropolitana, con la presencia de todos los obispos, representantes de muchas organizaciones y, sobre todo, los animadores de la palabra que habían participado en este trabajo.

Acuerdo sobre el Esclarecimiento Histórico

 

En junio de 1994 se firma en Oslo el acuerdo sobre el Esclarecimiento Histórico de las violaciones a los derechos humanos y los hechos de violencia, que tantos sufrimientos causó a la población guatemalteca. Este Acuerdo reconoce el derecho del pueblo de Guatemala a conocer la verdad sobre los mismos. Desde el momento de su firma, la Iglesia se hizo eco de esta decisión y se comprometió en la búsqueda de la verdad..

 

En octubre de 1994 la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado promovió entre los obispos de la Conferencia Episcopal de Guatemala (CEG) el proyecto de recoger los testimonios sobre las violaciones de derechos humanos ocurridas durante el conflicto armado interno. Guatemala ha sido, y es, un país de masas silenciadas en todos los órdenes de la vida: social, cultural, política, religiosa así como económicamente.

 

A partir de abril de1995 se impulsa en 10 Diócesis del país el proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica con el fin de documentar lo que sucedió, según los testimonios directos de los individuos y las comunidades que sufrieron la violencia.  El pueblo estaba necesitado de decir su palabra y contar su historia. Se ha dicho que recordar es peligroso porque recordando vuelve a repetirse la historia como una pesadilla. Pero la experiencia indica que ocurre exactamente lo contrario.

 

Una vez hecha la propuesta a todos los obispos, cada uno en particular asumió la iniciativa y conjuntamente se fue dando forma al proyecto a través de un trabajo rico y creativo. Fueron intensas también las discusiones sobre el significado de las palabras: verdad, perdón, justicia, reconciliación...

 

Se creó una red de 600 Animadores de la Reconciliación coordinados en cada Diócesis y a nivel nacional. Estos Animadores recibieron una capacitación no solo técnica sino sobre todo humana, adecuada para asumir una actitud de gran sensibilidad y acogida para respetar al entrevistado y romper la desconfianza. Se facilitó la recogida de datos porque fue el mismo pueblo, campesinos y campesinas, quienes hicieron de entrevistadores, escucharon y dialogaron con las víctimas.

 

También se les capacitó en temas de historia del conflicto, como afrontar del dolor, el miedo, medidas de seguridad, manejo de la entrevista, salud mental...

 

Se realizaron alrededor de 6.500 entrevistas individuales y colectivas, el 92% con víctimas y el 8% a victimarios. Los testimonios fueron recogidos en diferentes idiomas mayas, siendo después traducidos. El informe final consta de 4 tomos, 1.400 páginas en total.

 

Las víctimas directas de la guerra son, aproximadamente: 150.000 personas muertas; 50.000 desaparecidos; un millón de desplazados internos; 100.000 refugiados ; 200.000 niños y niñas huérfanos; 40.000 mujeres viudas. En total 1.540.000 víctimas.

 

El proyecto rescató el valor de todas esas vidas segadas y golpeadas y por otra parte ha sido un proceso de sanación y liberación porque, "sanar a las personas es fundamental para sanar una sociedad".