05.07 - AMÉRICA LATINA |
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Lo fundamental y lo secundario en el discurso del Papa Benedicto XVI
Jung
Mo Sung *
Adital
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El discurso del Papa Benedicto XVI en la apertura de la V Conferencia del CELAM, el día 13 de mayo, en Aparecida, desentona con otros discursos dichos por él en su visita a Brasil. En cierta manera, sorprendió las expectativas de muchos analistas que venían siguiendo sus discursos y puso en el centro de su mensaje el problema de la desigualdad social y el desafío del desarrollo integral.
Después de decir que "el discípulo, fundamentado en la Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la Buena Nueva de la salvación a sus hermanos" (Discurso, n.3), el papa afirma: "Los pueblos latinoamericanos y caribeños tienen derecho a una vida plena, propia de hijos de Dios, con unas condiciones más humanas: libres de las amenazas del hambre y de toda forma de violencia (...) En este contexto me es grato recordar la Encíclica ‘Populorum Progressio’, cuyo 40º Aniversario recordamos este año. Este documento pontificio pone en evidencia que el desarrollo auténtico ha de ser integral, es decir, orientado a la promoción de todo el hombre y de todos los hombres, e invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes" (n.4). Esta afirmación puede ser interpretada como una explicitación de la doctrina que él afirmó en el mismo discurso: "la opción por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza" (n.3).
Al
responder a la pregunta "¿cómo puede la Iglesia
contribuir a la solución de los urgentes problemas sociales y
políticos?", el Papa afirma: "En este contexto es
inevitable hablar del problema de las estructuras, sobre todo de las
que crean injusticia. En realidad, las estructuras justas son una
condición sin la cual no es posible un orden justo en la
sociedad" (n.4). En otras palabras, sin una transformación
profunda en la dimensión personal y también estructural
de la sociedad no es posible una vida libre de las amenazas del
hambre y de la violencia, una vida propia de hijos e hijas de
Dios.
Claro que son posibles otras interpretaciones y
análisis de este discurso del Papa, pero pienso que estas dos
ideas representan lo que según el Papa es el principal desafío
concreto que la Iglesia debe asumir en la sociedad actual y la
cuestión estratégica fundamental (la creación de
una nueva estructura económica, política, social y
cultural). A primera vista, tomando en consideración solamente
estos dos puntos centrales, no habría diferencias entre su
posición y la de cualquier teólogo o teóloga de
la liberación. Sin embargo, las cosas no son tan simples.
Algunas
diferencias importantes surgen cuando tratamos acerca de las
mediaciones necesarias para alcanzar estos objetivos. El primer paso
es el conocimiento de la realidad. Para el Papa, "sólo
quien reconoce a Dios, conoce la realidad", porque la realidad
no se resume a los bienes materiales o problemas económicos,
sociales y políticos. Pero, ¿quién conoce a Dios
para poder conocer la realidad y construir una sociedad justa? "Sólo
Dios conoce a Dios, sólo su Hijo que es Dios". Por eso,
para él, "la importancia única insubstituible de
Cristo para nosotros, para la humanidad. Si no conocemos a Dios en
Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en enigma
indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni
verdad" (n.3). ¿Y quién conoce verdaderamente a
Cristo? La Iglesia Católica.
Con esta
argumentación, el Papa coloca al cristianismo como la única
religión capaz de "salvar" a la humanidad de la
crisis social, moral y ecológica, que la asola (cerrando las
puertas de un verdadero diálogo entre religiones sobre los
desafíos del mundo); y la Iglesia Católica como la más
plena entre las iglesias cristianas. Por ello él afirma que
"Sólo de la Eucaristía brotará la
civilización del amor, que transformará a América
Latina y el Caribe para que más allá de ser el
Continente de la Esperanza, sea también el Continente del
Amor", razón por la cual "existe la necesidad de dar
prioridad, en los programas sociales, a la valorización de la
misa dominical" (n. 4).
Esta posición
teológica del Papa no debe ser confundida con una visión
romántico-ingenua que piensa que la fe es suficiente y que la
racionalidad política, económica y social no es
necesaria. Para él, esta racionalidad es necesaria y debe ser
elaborada a la luz de los valores fundamentales que emanan del
conocimiento de Dios, transmitida al pueblo a través de la
Palabra de Dios, y de instrumentos de catequesis como el Catecismo y
la Doctrina Social de la Iglesia Católica.
Reconociendo
y respetando la laicidad y la pluralidad de posiciones políticas,
él dice que el trabajo político no es competencia
inmediata de la Iglesia y que los laicos deben estar presentes en la
vida pública.
Yo pienso que podemos y debemos
diferenciar lo fundamental de lo secundario en el discurso del Papa.
Lo más importante en términos de definición del
futuro de la Iglesia Católica en América Latina y el
Caribe es la creación de un consenso sobre el desafío
prioritario frente a los graves problemas del mundo de hoy. En este
punto el Papa Benedicto XVI dio una clara indicación: la
construcción de una nueva estructura económica, social,
política, moral y cultural que libere a todas las personas de
la amenaza del hambre y de la violencia, como una expresión
concreta de la fe en Jesucristo; y de lo que está implícito
en esa fe: la opción preferencial por los pobres.
Los
caminos concretos para la realización de este objetivo - que
pueden ser plurales - deben ser objetos de diálogos, debates,
revisiones y reformulaciones constantes de acuerdo con los cambios
que van ocurriendo y con los aprendizajes que vamos haciendo.