DOMINGO, 18 de noviembre de 1979
La misa fue siempre en la basílica del Sagrado Corazón y después de la misa, entrevista con un reportero de televisión, creo que Suiza. Por la tarde, fui a celebrar la bendición de la ermita del Cantón El Carmen, en la parroquia de Santo Tomás. El padre Teodoro Alvarenga, sacerdote que ha regido aquella parroquia por más de veinticinco años, es muy estimado y el pueblo se acerca mucho a la iglesia; tuve una acogida verdaderamente eclesial. Me sentí pastor y que el cariño del pastor encuentra un eco maravilloso en esta gente campesina, además de los que llegaron de las poblaciones.
Para este día, se había anunciado una reunión con militares jóvenes, pero no pude atenderla por mi visita a Santo Tomás. Le encargué al padre Estrada que me representara.
LUNES, 19 de noviembre de 1979
Esta mañana y esta tarde también hubo reunión de la Conferencia Episcopal de El Salvador para elegir la nueva directiva. En primer lugar, el señor Nuncio hizo un saludo e instó a la unión, ya que él no había logrado durante su servicio en la Nunciatura una mayor unidad de los obispos y ofrecía ocupar sus últimos días, pues cree que el próximo año, a principios, tendrá que terminar su cometido, para hacer todo lo posible hacia esta unidad. Recomendó para esto el nombramiento de dos obispos, concretamente, Rivera y monseñor Revelo, para que constituyeran una comisión, que trabajará la unidad de los obispos, pero después los señores obispos, principalmente Aparicio y Álvarez, rechazaron esta propuesta del señor Nuncio que, yo de mi parte, apoyé y dije que era conveniente nombrarla y que trabajará aun antes de proceder a unas elecciones, que no estaba el ambiente propicio para eso, dado que estábamos polarizados y no habría una posibilidad de que las elecciones unieran, sino más bien, agrietaran más nuestra unidad. De hecho, las elecciones se llevaron a cabo y resultó muy parcial, muy arbitrario el proceder. De modo que la mayoría, Aparicio, Álvarez, Revelo y Barrera hicieron lo que quisieron con la votación. En la elección del presidente se procedió canónicamente y no se logró mayoría absoluta en las primeras tres votaciones, pero en la octava, monseñor Rivera obtuvo una pequeña mayoría relativa que, lamentablemente, no observamos a tiempo, sino después de la novena, del noveno escrutinio, cuando se leyó el canon y yo advertí que, en el octavo escrutinio, se había realizado esa mayoría relativa en favor de monseñor Rivera. Sin embargo, como no era un candidato acepto a la mayoría se dijo que ya era extemporáneo el aviso y se procedió a un décimo escrutinio, donde se favoreció con relativa mayoría monseñor Álvarez, a quien se dio el puesto de presidente.
Pero por mi parte, he escrito una carta al señor Nuncio con encargo de hacerle llegar a la Congregación para los Obispos, haciendo notar esta anomalía, que viciaba todo el proceder de un nuevo presidente, elegido en esa forma tan arbitraria.
Los otros cargos también, comisiones muy importantes, se dieron según el parecer de esta mayoría y del voto adicional que tiene el presidente que se arrogó monseñor Álvarez, como nuevo presidente. Por mi parte, en esa carta al señor Nuncio pedí que se corrigiera la anomalía y se diera la presidencia a quien canónicamente correspondía que era a monseñor Rivera, el cual, por otra parte, es persona más indicada, como más conciliatorio para proveer la unidad, así como también más prudente e inteligente para dar un nuevo rostro a una conferencia que está muy desprestigiada y que se desprestigiará más con la presidencia de un obispo marcadamente señalado por su posición política y social con el Gobierno anterior y por su imprudencia en criterios y superficialidad, en juicios que no dan una buena representatividad al Episcopado salvadoreño. Espero que mi carta sea atendida, pero por lo menos quedará constancia de mi inconformidad con este proceder.
MARTES, 20 de noviembre de 1979
Hubo reunión del Consejo Ejecutivo del Arzobispado para tratar especialmente la construcción de la residencia del Arzobispo y de las oficinas para el Arzobispado. Se proyecta para el terreno contiguo al Seminario, hacia el costado oriente. Y los arquitectos han presentado un plan muy funcional y práctico, sobre él se hará la petición de un subsidio que ya está bastante encaminado en instituciones de Europa.
Fui después a tener una reunión con la vicaría de Soyapango. Asistieron casi todos los sacerdotes, las comunidades religiosas y fieles y laicos entregados al trabajo pastoral. En el diálogo con el Obispo, surgió el problema político y pastoral que dilucidé de mi parte y me preocupa la demasiada politización de algunas comunidades y de algunos agentes de pastoral.
Por la noche, la entrevista con el padre Rafael Moreno, con el cual surgen algunas dudas a pesar de lo leal que ha sido en su servicio; pero que últimamente me da preocupación por su demasiada parcialidad hacia las organizaciones políticas populares.
Fui a cenar con el ingeniero Román Mayorga Quirós, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno, el cual en un ambiente de mucha confidencia me contó los proyectos y trabajos de la Junta, y que ha logrado ya compactarse más esa Junta y tomar una conciencia política de los cambios estructurales que han de hacerse. Lo vi bastante optimista y yo también sentí que mi esperanza, en este cambio, a pesar de las deficiencias tan enormes del principio y de las críticas de la oposición, es una esperanza fundada. Le pido así al Señor y con esta intención, principalmente, haré mi peregrinación a la Virgen de la Paz, en su día, mañana 21 de noviembre.
MIÉRCOLES, 21 de noviembre de 1979
Día de Nuestra Señora de la Paz. Y fui a participar en la concelebración con los otros hermanos obispos en la Catedral de San Miguel. La Catedral estaba repleta, se transmitió por la radio y sentí, francamente, mucha pena que la homilía, que pudo ser un mensaje para este pueblo hambriento de orientación y de inspiración, se haya defraudado, en gran parte, por una homilía muy descolorida y abstracta del señor Nuncio. Respeto su responsabilidad y su misión, pero, francamente, aquí no se cumplió con el papel profético de la Iglesia, en una circunstancia tan hermosa como es una fiesta de la patrona del país, frente a un pueblo necesitado de un mensaje más vibrante, vivido y profundo.
Noté en el Episcopado siempre el afán de marginarme; pero el pueblo, por otra parte, me dio una calurosa ovación a la salida de la iglesia, que ya presentía y por eso me quedé de último, para no ofender con esta especie de rivalidad popular a mis hermanos que salieron más privadamente. Yo agradezco al pueblo y no siento vanidad, sino alegría de sintonizar con los sentimientos de un pueblo que espera de sus profetas y pastores una solidaridad cada vez más profunda.
JUEVES, 22 de noviembre de 1979
Escribí una carta al ingeniero Pacheco, limítrofe del terreno del hospital de la Divina Providencia, para apoyar la solicitud que las hermanas de este hospital le vienen haciendo desde hace mucho tiempo, de colaborar para establecer los límites de la propiedad de las hermanas, ya que el ingeniero ha introducido sus límites en este terreno. Le hice ver que no era una caridad la que se le pedía, sino un derecho de justicia y que, aun en el campo de la caridad, valía la pena ayudar a este centro de tanto sacrificio como son los enfermos del Hospital. Por lo tanto, le suplicaba ayudar para que pronto se terminara este conflicto, insinuándosele que, de otra manera, habría que denunciar públicamente sus maniobras, que ya han hecho bastante mal al terreno del Hospital.
A las nueve y media de la mañana, iniciamos la reunión de la Comisión de Pastoral. Es interesante oír el informe de cada una de las vicarías, porque se ve que hay bastante actividad en los diversos sectores de nuestra Diócesis. Hay mucha creatividad, hay verdadera bendición del espíritu de Dios entre nosotros, pero el punto principal de nuestra reunión fue el estudio de un pronunciamiento que han publicado un grupo de sacerdotes, de religiosas y laicos de comunidades eclesiales de base y parroquias de toda la República. Es un anónimo porque nadie se responsabiliza con su firma y examinando el momento político actual, sacan conclusiones a veces ofensivas y negativas contra nuestra Iglesia. Se trató de justificar como un esfuerzo de iluminación en medio de la confusión. Hubo defensas muy valiosas, como la del padre Fabián, de monseñor Urioste, del padre Torruella, de algunas religiosas y otros elementos más. Pero así también hubo defensa de los criterios de este documento. Por mi parte, les hice ver que parecía más bien un análisis político que no un documento de pastoral y exhortaba a que tratáramos de hacer Iglesia y no política y que, en este sentido, pedía una máxima sinceridad y confianza en el Arzobispo; sobre todo, quienes componen este grupo de la Comisión de Pastoral, para que unidos en unidad de criterios trabajemos por la construcción del Reino y desde allí iluminar las diversas realidades del país.
La discusión fue muy fecunda y aunque hubo momentos de acaloramiento; ha prevalecido la confianza con que se han expresado sinceramente las opiniones en este campo tan difícil de la fe y la política.
Por la tarde, tuve la visita de un miembro del partido político MNR y de un antiguo amigo, Arturo Gallegos, quienes me expresaron una invitación de la Junta de Gobierno de Nicaragua y comentábamos el porqué de esta invitación y les explicaba que, mientras no tuviera un mayor conocimiento de las relaciones de aquel Gobierno con la jerarquía de aquel país, yo no podía emprender un viaje, aunque fuera aceptando una invitación, por respeto y solidaridad con mis hermanos obispos y que, en todo caso, lo consultaría. Arturo Gallegos me traía la preocupación de que el Gobierno debía tener una oficina de asesoramiento y técnica para crear ambiente de acuerdo con la mística de la Revolución que han iniciado los militares después del golpe de Estado del 15 de octubre. Traté de comprender todo su alcance de esta iniciativa y le di mi apoyo pero, al mismo tiempo, expresando la independencia que la Iglesia conserva y que no puede identificarse, aun en afán de colaborar, con ningún movimiento político concreto. Que si era en el plan de educar al pueblo y de hacer conciencia cívica, con mucho gusto lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo. Prometí conseguirle una audiencia con algún miembro de la Junta de Gobierno, para que directamente se entiendan con él.
Por la noche, vino Beto Cuéllar del Socorro Jurídico para informarme con mucha emoción, que habían encontrado, junto al garitón de la Policía de Hacienda, un subterráneo donde evidentemente habían sido torturados varios prisioneros, cuyas señales habían dejado escritas en la pared y que, así como este encuentro inesperado, sin duda que hay otras cárceles clandestinas, que están violando en el régimen pasado la Constitución. Animé a Cuéllar a seguir esta investigación y a informar debidamente a la Comisión Investigadora como contribución de nuestra Iglesia.
VIERNES, 23 de noviembre de 1979
Por la mañana, reunión del Senado Presbiteral. Dimos prioridad al análisis de la actuación de la Iglesia en esta coyuntura política del país y tuvimos en cuenta la declaración de un grupo de sacerdotes que parece, más bien que pastoral, un análisis político. Me dio mucha satisfacción sentir la solidaridad de la mayor parte de todos los senadores y de descubrir, providencialmente, a los sacerdotes que están más con las líneas políticas de las organizaciones populares que con la Pastoral de nuestra Iglesia. Expresé mi sentimiento profundo de pastor al no contar con la sinceridad de algunos de los colaboradores más íntimos y les exhorté a que, entre todos y por el bien de la Iglesia, construyéramos el Reino de Dios. Y desde ese Reino de Dios, que lo sintiéramos profundamente en la fe, podíamos iluminar mejor las realidades políticas y el bien de esta sociedad de nuestra patria.
Se tocaron varios puntos del interés del clero y fue una junta sumamente constructiva. Por la tarde, fui a una convivencia de catequistas del movimiento catecumenal, en el instituto Rinaldi de Planes de Renderos. Celebré la Santa Misa y les expresé mi alegría de ver florecer este movimiento y aprovechando el documento del Papa sobre la catequesis, les pedí que procuraran en su vida empalmar el catecumenado con la vida sacramental, con la comunidad, un servicio de pueblo de Dios a nuestra sociedad, y empalmaran también el catecumenado con el kerygma, es decir, que aquel anuncio que debía habernos hecho encontrar a Cristo, pero que no fue en nuestro bautismo, ni en nuestra vida anterior, tratáramos de que fuera en adelante un encuentro continuo con el Señor, de modo que kerygma y catequesis realizaran su verdadero papel en la evangelización de nuestra vida y en aquellos con quienes hemos de compartir la convivencia fraternal.
Al regresar, me encontré en el Hospital al coronel Abdul Gutiérrez, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno, con el doctor Saca, con quienes compartimos muy cordialmente intimidades del mismo Gobierno y hasta me expresó el coronel Gutiérrez, que fue el principal agente del golpe de Estado, cosas muy íntimas de aquel día, 15 de octubre. De modo que, me extrañó y me alegró la confianza con que platicaron de este asunto. También aproveché de dar mis iniciativas, a fin de procurar que esta hora tan difícil de la patria fuera manejada con el mayor sentido y equilibrio, que tantos peligros están exponiendo a un fracaso esta esperanza de liberación de nuestro pueblo. El coronel Gutiérrez compartió conmigo esas preocupaciones, pero al mismo tiempo, la confianza de que Dios nos ayudará a salir en bien. Concretamente, hablamos de la división que, parece que algunos militares, quieren meter entre los dos militares del Gobierno. Él dijo que era posible, pero que también están haciendo todo lo posible de que nada los divida porque puede ser fatal, tanto para el Ejército como para el país, una escisión entre los dos. Le expresé también la preocupación sobre los desaparecidos y ofrecí la colaboración del Socorro Jurídico como lo estamos haciendo y así, otros aspectos que, creo, ha sido una conversación muy útil, así, como fue también muy larga.
SÁBADO, 24 de noviembre de 1979
Este día me dediqué a preparar la homilía, pero entre la correspondencia, me llegó la noticia de que la Universidad de Lovaina ha acordado concederme el doctorado honoris causa y que se me entregará este título el 2 de febrero, fiesta patronal de aquella Universidad, junto con otros dos hombres, un hombre y una mujer, distinguidos con este honor por sus capacidades intelectuales y su obra social. Me encargan también que yo tenga el discurso de aquella sesión.
El padre Juan Deplanck, que, sin duda, es el que se ha interesado mucho por esto, me escribe también diciéndome que no vaya a rechazar y que conteste urgentemente, y que él me ayudará en todo lo conveniente. He dado gracias a Dios por este nuevo testimonio de su amor y de su estímulo. El padre Rafael Urrutia que me hizo la traducción del francés, me pone también una notita de felicitación, que me ha animado mucho porque es un estímulo al esfuerzo que hacemos por una pastoral liberadora. Creo que debo aceptar, ya que no se trata sólo de un honor personal, sino de un estímulo a una causa que en la Iglesia necesita mucho apoyo.
Por la noche, analizamos la realidad de la semana con el padre Moreno, con monseñor Urioste y el bachiller Cuéllar. Es una semana sumamente densa de la cual daré informe en mi homilía de mañana.
DOMINGO, 25 de noviembre de 1979
Celebré en la Basílica. Es la fiesta de Cristo Rey. Hicimos la consagración al Corazón de Jesús, tal como el papa Pío XI lo recomendó al establecer esta fiesta y, al mismo tiempo, en esa Basílica donde hemos celebrado varios domingos por impedimentos de las ocupaciones de la Catedral, rezamos esta plegaria en sentido de despedida, ya que anuncié que el próximo domingo para iniciar el año litúrgico, celebramos de nuevo en la Catedral. Y que sólo que haya un estorbo nuevamente, volveríamos a esta iglesia o a la que esté libre.
A las once de la mañana, confirmaciones en la iglesia del Corazón de María. Un bonito grupo de jóvenes preparados por los sacerdotes párrocos de esa vicaría. Me extrañó mucho que los propios sacerdotes de la iglesia, los claretianos, no aparecieran en la liturgia. Debo pedir una explicación al respecto.
Por la tarde, en la parroquia de San Francisco, de Mejicanos, asistí a la profesión religiosa de dos pasionistas. Jóvenes que han entregado su vida a esta congregación. Allí estaba el padre provincial de Centroamérica, y el padre Juan Macho, párroco y otros pasionistas y otras religiosas, también pasionistas. Después hubo una convivencia muy simpática en la vecina Domus Mariae, pero a la cual no pude asistir en su totalidad.
LUNES, 26 de noviembre de 1979
Esta mañana he ido a Chalatenango. En el Seminario Menor se está llevando a cabo un interesante curso de vocaciones tardías para conocer su nivel cultural y promover una formación adecuada que los capacite para el sacerdocio que todavía anhelan; no se trata de edades muy avanzadas, pero sí jóvenes que ya creían no ser posible para ellos el sacerdocio, y me ha dado mucha buena impresión el testimonio de entrega y de alegría que en ellos se ve al ver posible la realización de sus ideales.
Visité la comunidad de hermanas de La Asunción, en Chalatenango, y también, de nuevo, visité a los pasionistas en la parroquia de San Francisco, deseando ver al Superior Provincial, pero que lastimosamente no estaba; sin embargo, tuve una plática muy interesante con el padre Juan.
MARTES, 27 de noviembre de 1979
Tuve una entrevista con el embajador de Suecia, que se interesa por la situación del país y el papel de la Iglesia. Otra interesante entrevista con un experto en comunicaciones sociales, argentino, que está en México y otro señor que del Uruguay también fue expulsado y está en México, y es especialista en creatividad para la radio, trabaja con CERPAL. El interés de ellos era conocerme y preguntarme algo sobre lo que ellos admiraron, dicen, en la misa del domingo: la comunicación con el auditorio. «Uno, a veces», les dije, «no se da cuenta de esos aspectos técnicos que ustedes conocen, pero sabe que la gracia del Espíritu Santo lleva a su Iglesia y hace fecunda su Palabra. A eso atribuyo yo todo el éxito que ustedes creen haber encontrado en esa homilía, lo mismo que en todo mi trabajo pastoral. Confío en el Espíritu Santo y trato de ser instrumento de él, amar al pueblo y servirle sinceramente desde el Evangelio». La conversación fue muy interesante sobre otros tópicos de la realidad de nuestro país.
Esta mañana se llenó con la junta que la Comisión de Pastoral y el Senado Presbiteral organizaron a fin de estudiar, en conjunto con otros sacerdotes, la actitud que la Iglesia debe tener en esta circunstancia política del país. Y a la luz de estos principios, se analizó el documento que un grupo de sacerdotes publicó, en que critican bastante la actitud de la Iglesia. Y se nota, más bien, un criterio político que pastoral. La discusión se fue muy a fondo. Hemos hablado con franqueza y se descubre que, para muchos sacerdotes y comunidades, interesan más los aspectos políticos y se trató de orientar, cabalmente, hacia un quehacer pastoral y de signo de unidad en medio de esta pluriforme variedad de partidos y de organizaciones políticas.
Por la tarde, visité el grupo de religiosas que trabajan en pastoral y que se encuentran haciendo ejercicios espirituales en Planes de Renderos, bajo la dirección del padre Rafael Moreno. Dialogamos toda la tarde, principalmente sobre los aspectos difíciles de la Pastoral, en un ambiente tan politizado, pero traté de decirles que, con toda franqueza, fuéramos valientes en llevar el mensaje evangélico y ser verdadera Iglesia, la cual no vive de coyunturas ni teme las variedades porque va predicando el Reino de Dios, que trata de iluminar las realidades de la tierra. Fue interesante ver ese grupo de mujeres de diversas congregaciones que se sienten tan unidas en el trabajo pastoral. Y ésta fue una de las confesiones que más me gustó, de que ellas sienten que la línea de la Arquidiócesis es tan definida que se sienten caminando siempre, cada una con una madurez cristiana.
Por la noche, fui a cenar a la casa del licenciado Viéytez, donde estuvo también el doctor Chávez, monseñor Urioste, el padre Ellacuría y el padre Estrada. Y tratamos temas de la política actual y el papel de la Iglesia, principalmente analizando la situación concreta de la Junta de Gobierno y del Gobierno en general.
MIÉRCOLES, 28 de noviembre de 1979
En mi entrevista por radio este día, he recordado que hoy es el aniversario de la muerte, por asesinato, del padre Ernesto Barrera y hace nueve años, también este día, fue asesinado el primer sacerdote que murió de esa manera en nuestra Arquidiócesis, el padre Nicolás Rodríguez, a quien yo fui junto con otros sacerdotes, por encargo de monseñor Chávez, a recoger allá cerca de San Antonio Los Ranchos, en Chalatenango. En memoria de estos dos aniversarios se celebró una solemne misa por la tarde en la parroquia de San Sebastián, de Ciudad Delgado, donde el padre Neto Barrera fue párroco precisamente cuando lo mataron. Fue una misa muy bonita, comenzando por un encuentro muy cordial que el padre Gutiérrez me organizó desde la entrada del pueblo de Ciudad Delgado. Un recibimiento alegre, cordial y una misa también de mucho entusiasmo. Hubo unas confirmaciones y yo aproveché para decir cómo el pueblo de Dios, ungido por los sacramentos y entre los cuales se destacan sus sacerdotes al servicio del pueblo, lo obligan a prestar un servicio sacerdotal al pueblo, que no puede confundirse con otros servicios de carácter meramente político y que por eso tiene que llevar una distinción, una santidad como Cristo la quiere, precisamente, para que sea más eficaz en el trabajo de la liberación del pueblo.
Hubo en la mañana bastantes visitas de periodistas y de otras personas, sacerdotes y seminaristas. La esposa de Rubén Zamora, doña Ester, ofreció sus servicios en las secretarías de nuestro Arzobispado, en forma gratuita. Hemos aprovechado para que trabaje en la Secretaría de Comunicación Social y también en la Secretaría Privada del Arzobispo. Ella, pues, ya comenzó a trabajar esta misma tarde.
Este día también se llevó a cabo una revisión en el convento de San Martín. La policía había recibido información de que el padre Tilo Sánchez tenía armas y que iban a ir a recogerlas, pero tuvieron el acuerdo de avisarlo al Arzobispo y éste llamó al padre Tilo para informarle de esta acusación y, espontáneamente, se ofreció a ir con algún oficial de la policía y algún testigo de la Curia a examinar su convento. Lo cual se hizo, habiendo resultado falsa la información de la policía porque no había armas en el convento. Yo aproveché para agradecer a la policía este procedimiento más prudente que antes y que en todo conflicto ojalá siempre se tuviera este diálogo previo, que evitaba así, cosas que hubieran sido muy graves de no haberse tenido en cuenta la intervención de la Iglesia. La policía también comprendió y dijo que agradecía y que estaba de acuerdo en proceder así en ulteriores ocasiones.
Monseñor Urioste fue al aeropuerto a encontrar a monseñor Stehle de ADVENIAT, pero no llegó, posiblemente llegará muy noche. De todas maneras, lo esperamos y tenemos para ADVENIAT nuestro agradecimiento y también nuevos programas para pedirles su ayuda. La visita de monseñor Stehle la ha anunciado como de carácter solidario con nuestra Iglesia. Así como pasará a Nicaragua a ofrecer los valiosos servicios de ADVENIAT.
JUEVES, 29 de noviembre de 1979
En el Arzobispado, recibí esta mañana al Secretario General del partido político UDN. Es marxista y tuvo palabras muy elogiosas para el trabajo de la Iglesia. Dijo que era muy distinto de otros tiempos, cuando su marxismo llamaba a la Iglesia «opio del pueblo», que ahora, al contrario, la Iglesia era su mejor despertador y que gran parte de lo que estaba sucediendo en el país en beneficio de la transformación era obra de la Iglesia. Él quería ofrecerme un diálogo para buscar caminos de colaboración en la solución de los problemas del país. Quedamos que íbamos a tener este diálogo el próximo lunes y señalamos las personas que ellos iban a invitar.
Hubo una entrevista con un periodista colombiano que escribe para periódicos de Norteamérica.
En el almuerzo, en casa de doña Aída de Muyhondt, con un grupo de Señoras de la Caridad, celebré la Santa Misa, por eterno descanso de varios difuntos familiares de estas señoras. Y en el almuerzo y en el diálogo hubo ideas muy constructivas acerca de Cáritas, la cual tendrá como gerente a alguna religiosa y como visitadoras también religiosas que tengan este carisma de la claridad y de la promoción en nuestro pueblo.
Por la tarde fui a visitar a las religiosas eucarísticas que están haciendo sus ejercicios espirituales. Como treinta religiosas compartimos la cena y después una convivencia muy interesante, en que les ofrecí respuestas a diversas inquietudes. He logrado que se comprometan con una catequesis en la Catedral, y que me ayuden a apoyar la liturgia de nuestra misa dominical.
He ido a ver esta noche a Fernando Valero Iglesias, que en su casa está preparándose para una intervención quirúrgica, ya que se han encontrado síntomas un poco graves en sus pulmones. He tratado de darle ánimo y agradecerle así sus múltiples y generosas colaboraciones.
VIERNES, 30 de noviembre de 1979
Por la mañana, tuve una reunión muy importante con los editores de los comentarios de YSAX. Una carta de monseñor Urioste al padre Ellacuría pidiéndole que se responsabilizaran de esos programas provocó una carta de respuesta en la que esclarecen su apoyo a la Arquidiócesis y que no les parece que se les separe de este trabajo unido al Arzobispado. Éste fue el punto de discusión de toda la junta, en la que surgieron ideas muy claras, aunque hubo algunos resentimientos; pero creo que, en general, fue positiva la reunión, ya que todos, laicos y sacerdotes allí presentes, continuarán trabajando y se buscará la manera de que esté unida al pensamiento del Arzobispado sin que parezca una voz oficial de la Iglesia, que ésta es la médula del problema.
También se tuvo esta misma mañana una reunión de la Comisión de Seminario en que se analizaron varios puntos con respecto a los informes y a la vida de los seminaristas. Parece que hay un problema de fondo y es el problema ideológico que está haciendo también algún estrago en algunas comunidades, donde se pierde el verdadero concepto de Iglesia. Trataremos de ser muy fieles al pensamiento teológico de la Iglesia y de iluminar conforme a este pensamiento el quehacer de la Diócesis y del Seminario.
Vino monseñor Emilio Stehle de ADVENIAT. Almorzamos con él en el hospital de la Divina Providencia. Visitamos el grupo de religiosas que están haciendo ejercicios en Planes de Renderos. Compartió con ellas y le agradecimos que, gracias a ADVENIAT, se puede llevar esta obra de las religiosas. Y le hablamos de los otros programas y presentó él, más que todo, un saludo de solidaridad con nuestra Arquidiócesis. Visitó también la UCA, la Catedral y hay esperanzas de alguna ayuda para estas obras.
Por la noche, el padre Estrada había preparado una entrevista-cena con una familia sencilla y buena, profesores de la UCA, a donde llevaron también un matrimonio de campesinos que se sintieron muy felices del encuentro con su pastor. Compartimos muy unidos, los dos matrimonios y los dos sacerdotes, una cena frugal, más que todo una amistad muy cordial.
SÁBADO, 1 de diciembre de 1979
Tuve la misa de clausura de las labores de las Escuelas de Fe y Alegría en la capilla del externado San José. Un buen grupo de cinco academias de varones y mujeres ofrecieron allí sus frutos de trabajos de promociones que está llevando esta academia.
Vino también el representante de MISEREOR, con quien platicamos junto con el padre Ramón Vega, que ya está entre nosotros, y monseñor Urioste acerca de las muchas colaboraciones económicas que nos está prestando esta institución de MISEREOR.
Esta tarde, fui a la diócesis de Santiago de María donde desde ayer se encuentran celebrando las fiestas jubilares de veinticinco años de existencia de aquella diócesis. Este día dedicado a la Virgen y a las mujeres, también lo han consagrado al segundo obispo y en ese aspecto voy a celebrar la Eucaristía. Por la noche, hubo un precioso acto dramático en el que participaron activamente algunos sacerdotes y varios seglares, representando el martirio de Tomás Moro. El padre Majano, el padre Rodas, el padre Cabrera y otros grandes amigos de aquel clero, donde participé dos años de trabajo, me dieron una acogida muy cariñosa, lo mismo que monseñor Rivera y muchos miembros laicos de aquella comunidad.
DOMINGO, 2 de diciembre de 1979
Después de una noche muy fresca, en Santiago de María, aunque interrumpido su silencio por el Bloque Popular Revolucionario que se pasó toda la noche cantando y arengando en el Parque Central, amanecimos para celebrar el veinticinco aniversario de esta diócesis. Una alegre alborada recorrió las calles y después de compartir la intimidad de la oración y del desayuno con monseñor Rivera, nos fuimos a la Catedral donde nos reunimos con los otros señores obispos y todo el clero de la Diócesis y numerosas peregrinaciones que habían venido de diversas parroquias. Se celebró solemnemente la Santa Misa; el padre Majano tuvo una homilía muy apropiada, muy elocuente, en que desfilamos los obispos que hemos tenido el honor y la dicha de estar rigiendo aquella diócesis. Después de la misa se entregaron y diplomas de parte de la Municipalidad y de parte de la Diócesis a monseñor Machado, que fue el obispo de San Miguel, cuando se regresó esta parte de la diócesis de San Miguel para formar la nueva diócesis de Santiago de María. Monseñor Machado había sido traído expresamente de su retiro de Santiago Nonualco. También asistió monseñor Chávez y González, que era el metropolitano cuando se hizo esta división de la Diócesis y los demás obispos en funciones. Se entregó una bandeja de plata a monseñor Rivera, ya que es el obispo a quien le tocó las Bodas de plata de la Diócesis.
Después de la misa, el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Álvarez, convocó a una reunión de emergencia, en la cual se esclarecieron algunas dudas sobre la selección precisamente del presidente y de los nuevos cargos. Yo manifesté mi denuncia mandada al señor Nuncio, el cual había convocado para esta reunión por medio del presidente de la CEDES. Monseñor Aparicio también invocó una anormalidad en su favor. Mi reclamo era en favor de monseñor Rivera, a quien le competía una mayoría relativa que no se tuvo en cuenta y que, por tanto, la Presidencia de monseñor Álvarez era ilegítima. Sin embargo, yo mismo propuse que, pro bono pacis, se dejaran las cosas como están, pero que constara de nuestra protesta. Después de una discusión que me dejó, como siempre, amargado en mis relaciones con la Conferencia Episcopal, ya que se nota una inquina personal hacia mí, sin embargo, ofreciéndole todo al Señor, fui a la celebración de una reunión en el colegio de Santa Gema de Aludani, donde se nos dio también, un simpático almuerzo.
Al regresar a San Salvador, me encontré varios problemas. Una intervención que se pide al Arzobispo de parte de la Embajada de África del Sur para ver si se libera del secuestro a su Embajador, que ha sido capturado hace algunos días. Se me agradeció la intervención que hice por escrito y por radio en favor del señor Embajador y contra todas las violencias que están asolando al país. El señor Nuncio en Santiago de María también me felicitó y dijo, «no podía estar mejor». También otro problema. Una entrevista con el padre provincial de los jesuitas y el padre Moreno, para tratar precisamente de las ideologías dentro de nuestra Iglesia. Fueron muy comprensivos y el diálogo se desarrolló en amplitud de criterios y en búsqueda de una verdadera patronal de este momento tan difícil del país. El padre Moreno, a pesar de tener muchos prejuicios contra él, es un hombre de Iglesia y conviene al asesoramiento del Arzobispado porque, precisamente, necesitamos comprender la ideología y la mente y la estrategia de las organizaciones políticas populares que él comprende y, creo yo, con verdadero criterio de Iglesia. Seguirá siendo, pues, asesor, pero al mismo tiempo complementando con otros criterios para tener un juicio completo sobre la realidad. Propuse llamar a esta reunión de criterios, junto con el padre Moreno, a monseñor Urioste, al padre Fabián, al padre Octavio Ortiz o Walter Guerra.
Otro problema es la ocupación de parte de organizaciones populares en beneficio de la Cooperativa Algodonera de Zacatecoluca. Me habló el señor Gobernador pidiendo el apoyo del Arzobispado para ir mañana temprano a negociar con los ocupantes y evitar posibles violencias que se prevén venir. Pedí al padre Cortés que fuera él, junto con el Socorro Jurídico, representado por Beto Cuéllar, y con mucho gusto han ofrecido esta colaboración.
Por último, me esperaban, ya casi eran las once de la noche, un sacerdote, el secretariado episcopal de Los Teques, de Venezuela, donde se encuentra el padre Roberto Trejos, salvadoreño. Viene el Padre a pedirme, en nombre del señor obispo de aquella Diócesis, que se le permita al padre Trejos continuar, ya que allá está haciendo una gran labor pastoral. Le dije que de mi parte tenía mucha necesidad de sacerdotes y que ahora podían entrar, que se había hecho un llamamiento a todos, pero que dejaba al criterio del Padre y del señor Obispo la utilidad de prolongar su estadía por un tiempo prudencial, y que consideraba un honor el carácter misionero, o el simple hecho de comunión de nuestra Iglesia con la diócesis de Los Teques. El sacerdote se fue muy complacido y después de algunas pláticas de carácter general, con obispos y compañeros antiguos de Venezuela, se despidió; iba con el padre Gregorio Rosa, rector del Seminario San José de la Montaña.
LUNES, 3 de diciembre de 1979
Invité para desayunar conmigo al ministro de Relaciones Exteriores, nuestro amigo Héctor Dada, a don Pepe Simán, al padre Jerez, provincial de los jesuitas, al padre Estrada y a monseñor Urioste con el fin de tratar de que aproveche su autoridad de canciller, el señor Dada, para que en sus relaciones con la Santa Sede informe y, como cristiano, pida la colaboración con la línea pastoral de Puebla y de Medellín, que la Arquidiócesis trata de seguir y que, en este sentido, se hable francamente de las actuaciones del señor Nuncio y de ciertos obispos, que están muy lejos de esta línea pastoral. El diálogo resultó muy interesante, ya que, además de su autoridad de ministro de Relaciones Exteriores, el señor Dada manifestó que actuaría también como hombre cristiano que vive íntimamente las preocupaciones de la Iglesia. Posiblemente, envíe con misión especial a don Pepe Simán para llevar una buena información y sugerencias y súplicas concretas para nuestra Iglesia jerárquica. Se habló, concretamente, de la vicaría castrense, que ha estado sin funcionar, cómo debía ser en su carácter pastoral, lo mismo que de las actitudes en relación con el Gobierno y con la clase dirigente económica de algunos otros obispos y de la desunión, sobre todo, de la jerarquía.
Por la mañana, vino la religiosa provincial del Buen Pastor, la cual traía el anuncio de que las hermanas del Buen Pastor, que durante tanto tiempo han colaborado en la cárcel de mujeres, van a tener que retirarse por ciertas dificultades internas de aquella cárcel y del Ministerio de Justicia, y por carecer también del personal suficiente para atender ese ministerio. Lamenté mucho esta separación de un ambiente tan necesitado, pero ella ofreció que colaborarían con la pastoral carcelaria, no sólo en la cárcel de mujeres, sino en los otros centros penales de la Arquidiócesis. Yo le insistí mucho en este trabajo y que le prestaría todo el apoyo a la colaboración que ellas quisieran prestar en un sector tan necesitado como es el de los reos.
Entre las entrevistas de este día, recibí la de un escritor y periodista polaco, que se mostró muy interesado de conocer el criterio de la Iglesia en la situación de violencia del país. Ha escrito varios libros y, más que un periodista, él es un escritor que hace estudios de estas situaciones.
Otra entrevista muy importante fue la del doctor Calvani y otros miembros de América Latina de la Democracia Cristiana, quienes dialogaron conmigo sobre la posición de la Iglesia y la actuación política de su partido. Es interesante saber que hay tantas capacidades humanas y cristianas en el laicado para el desarrollo de nuestra América Latina.
Muy interesante, también por la noche, la reunión de los diversos componentes del Foro Popular, que vinieron al hospital de la Divina Providencia a dialogar conmigo. Yo llevaba como asesores al padre Estrada y al padre Ellacuría y se tocaron puntos muy importantes de las actitudes del Gobierno y de cómo promover el sentido político, cívico, en nuestro pueblo. Ofrecí de mi parte los medios de comunicación, sobre todo la radio y el periódico, y se mostraron muy agradecidos y que aprovecharán para educar así al pueblo.
Este día preparé la grabación del próximo miércoles, ya que mañana pienso salir a una pequeña vacación a Guatemala.
MARTES, 4 de diciembre de 1979
Despaché algunas cartas. Asistí a varios asuntos, sobre todo solicitudes que se van a hacer a ADVENIAT, MISEREOR y otras instituciones de ayuda europea para América Latina ya que monseñor Urioste llevará personalmente estas solicitudes en su viaje, que será pasado mañana, junto con monseñor Rivera a Holanda y, además, porque han pasado personalmente monseñor Stehle, encargado director de ADVENIAT y el doctor Córdova, director de MISEREOR; ayudas que se han pedido otras veces y que se van a renovar y, además, otros proyectos nuevos.
Después de esta mañana que ha sido muy intensa, salí por la tarde hacia Guatemala, donde pasaré esta semana, que culminará con el sábado, en la profesión de religiosas carmelitas en su retiro de Carmel Juyú.
Esta noche, llegamos a Guatemala y he sentido el bien que hace unas pequeñas vacaciones en medio de tanto trajín actual de nuestro ministerio.
MIÉRCOLES, 5 de diciembre de 1979
Esta mañana, en Guatemala, he visitado la librería Loyola, donde he encontrado varios libros de mucha utilidad actual. También me encontré con varios sacerdotes guatemaltecos que me mostraron su gran aprecio y cariño. Yo he agradecido al Señor y a ellos por este testimonio de fraternidad que, gracias a Dios, se disfruta aún en otros países donde uno piensa no ser tan conocido.
Caminamos de Guatemala hacia la propiedad de las hermanas carmelitas, que está a unas tres horas de camino, pintoresco camino, sobre todo, al llegar al lago de Atitlán, en cuyas orillas está situada esta preciosa casa a la que llegamos de noche. Celebré la Santa Misa con la comunidad de carmelitas que es muy cordial; me dieron una acogida muy cariñosa y después de la misa cenamos e hicimos gratos recuerdos de la vida en su congregación y en El Salvador, de manera especial, donde yo guardo mucha gratitud, ya que me han acogido en una de sus casas, el hospital de la Divina Providencia, donde prácticamente es toda mi residencia y mi familia.
JUEVES, 6, VIERNES, 7 y SÁBADO, 8 de diciembre de 1979
Tres días en esta cumbre que las carmelitas han llamado Carmel Juyú, porque está en un cantón llamado Juyú, de la jurisdicción de Panajachel, junto al lago de Amatitlán en Guatemala. Las novicias, que se preparan para hacer su profesión el día ocho, son el centro del cariño de esta comunidad. Me acompañaron unas religiosas a visitar la población de Chichicastenango, con sus tradiciones que se remontan al paganismo indígena en el mismo templo cristiano, donde curanderos y orantes, a su manera, inciensan, elevan oraciones, expresan en pétalos de diversos colores sus intenciones ante el patrón del pueblo, que quizá en su mentalidad confunden con sus ídolos paganos. Es una religiosidad popular bien interesante.
El día ocho, tuvimos la misa en honor de la Virgen Inmaculada y en la cual hicieron su profesión las seis nuevas carmelitas; estaba aquí la superiora general de la congregación y una gran cantidad de religiosas de México y de Centroamérica. Celebré y expresé en la homilía mi admiración por este lugar y mi servicio jerárquico a la vida religiosa. Concelebraron el Vicario General y un padre carmelita.
En la tarde del sábado, regresé a El Salvador y después de un viaje de cuatro horas, sesioné con el padre Moreno, con Beto Cuéllar, con el vicario general, padre Cortez, el canciller padre Brito, que ha regresado ya de su viaje de salud para informarme y tomar criterios para mi homilía acerca de la vida del país en esta semana que he estado ausente.
DOMINGO, 9 de diciembre de 1979
La misa se celebró en la Catedral. Al principio no había tanta gente, pero luego a la salida, sí estaba, como de costumbre, repleta la Catedral. El segundo domingo de Adviento me dio el tema para hablar de «Dios salva al pueblo en su propia historia» y necesita de los hombres de ese pueblo para salvar al mundo; comunidades que, como Juan Bautista, no se identifiquen con movimientos políticos, pero que los iluminen todos, así como todas las preocupaciones del pueblo. Después de la misa, hubo una rueda de periodistas y de televisión que se interesaron por los temas tocados en la homilía y por otros aspectos de la misión de la Iglesia en El Salvador.
Fui, a las once y media, a compartir la convivencia de los niños de primera comunión y padres de familia, catequistas en la parroquia de la Divina Providencia, Colonia Atlacatl, un ambiente verdaderamente vivo. Felicité a los padres redentoristas; expresé mi complacencia en aquel acto a los catequistas y a todos los colaboradores de la Parroquia y dirigí un pequeño mensaje a los numerosos niños y niñas de primera comunión. Almorcé con los padres.
A las cuatro de la tarde estaba llegando al cantón El Espino de la parroquia de San Pedro Perulapán, donde el padre Solórzano había reunido una gran cantidad de gente para celebrar la fiesta de la Inmaculada en este domingo. Fue una verdadera catequesis la que tuve la oportunidad de realizar, a través de la misa y de la homilía. Quedé muy satisfecho; el mismo padre expresó y varios seglares también expresaron, al final, su afán de trabajar en la evangelización de nuestro pueblo.
Por la noche, asistí a una clausura del Cursillo de Cristiandad de señoras, que se realizó en Planes de Renderos. Hubo mucha fe, despertó mucho entusiasmo este nuevo encuentro con Jesucristo y yo aproveché en mis palabras de decir que el cursillo y su carisma de conversión y de primer encuentro con Cristo, no es más que una pieza del numeroso conjunto de elementos que supone la evangelización, y que trataran de realizar los otros aspectos para que su evangelización fuera completa. Me referí concretamente a la catequesis o estudio de la religión más sistemática, a los sacramentos que son los signos de nuestra pertenencia a una comunidad; la comunidad trabajando no para sí, ni para pequeño grupo de cursillo, sino para toda la parroquia y para toda la Diócesis y apostolado, todo el que se evangeliza debe evangelizar a los demás. Es un bonito grupo de señoras, procedentes de esta capital, de Jucuapa, de Santiago de María, de Santa Elena y de Jocoro.
LUNES, 10 de diciembre de 1979
Fui a pasar la mañana con las religiosas dominicas en el colegio de Fátima, donde está la Superiora General y se realiza el capítulo, para elegir a la nueva provincial. Salió elegida la misma provincial anterior, la madre Nieves, que efectivamente ha hecho mucha labor y se le tiene mucho cariño y se le atiende muy bien. Hay un número de religiosas jóvenes que son una esperanza para compartir la vida de nuestro pueblo. Las felicité por su actuación que vi durante la elección, una unidad y, al mismo tiempo, una humildad de la nueva provincial, que pidió posponer la elección que se había hecho de ella, porque tenía algo que exponer a la Superiora General que está entre nosotros y después de una hora de reflexión, se aprobó la elección y expresó la nueva provincial su buena voluntad de servir a la congregación. Después cantamos el Te Deum, donde expresé esta felicitación y esta esperanza de que esta congregación siguiera prestando valiosos servicios pastorales en nuestra Arquidiócesis.
Por la tarde, fui a celebrar los veinticinco años de vida religiosa de la hermana Nelly Rodríguez y otras dos religiosas del Sagrado Corazón, y cincuenta años de la niña Mariíta que es una oblata seglar. En el colegio Sagrado Corazón, se habían dado cita familias de estas religiosas y concelebramos con el padre Isidro. Expresé en mi homilía el valor de la consagración religiosa y cómo los votos son un índice para las soluciones sociales de nuestro tiempo. El desprendimiento de nuestros votos religiosos da el verdadero sentido de lo irracional de ciertos extremismos en nuestra época.
Antes de ir a la cena a la casa del hermano de la hermana Nelly, el doctor Abraham Rodríguez, volví al hospital de la Divina Providencia donde dos militares jóvenes me necesitaban con urgencia para expresarme sus preocupaciones acerca de ciertas actitudes dentro de su mismo gremio militar, especialmente, expresaron su descontento contra el ministro de Defensa, que es un aliado con el pasado y que hace peligrar la mística de renovación que tiene la juventud militar. De mi parte, expresé prudentemente el apoyo que la Iglesia da a todo lo justo y a todo lo renovador, y exhorté a ellos que ellos eran los protagonistas de este momento provisional en el Gobierno y que hicieran según su conciencia. Prometieron seguirme visitando otros militares que, según me dijeron, tienen mucha fe en mi palabra. Yo trataré de mantener siempre esa incolumidad de la línea pastoral de nuestra Diócesis.
Hubo también antes una entrevista con la comunidad de Zacamil, ya que han renunciado a la distribución de nuestro periódico Orientación y se expresan muy descontentos de la actual dirección que lleva este semanario. Se sienten aludidos cuando se habla de la división de la Iglesia y de los grupos que más bien son políticos que eclesiales. Traté de acogerles todas sus inquietudes, sus quejas. Les manifesté sinceramente el pensamiento de la Pastoral de nuestra Arquidiócesis y los invité a continuar un diálogo con los mismos responsables de la prensa y de la radio, y creo que fue muy positivo este diálogo. Salieron contentos de que se podía dialogar y de poder exponer sus pensamientos, pero, al mismo tiempo, oír otros pareceres.
MARTES, 11 de diciembre de 1979
La comunidad de Zacamil, según había quedado invitada por mí la tarde anterior, vino a entrevistarse con los responsables del periódico Orientación, y de la radio YSAX. No pude asistir personalmente, pero encomendé al vicario general, padre Cortés quien coordinó una entrevista y la llevó por caminos muy tranquilos a una reflexión que dejó abierto el diálogo para que nuestros medios de comunicación respondan a las inquietudes de toda nuestra Iglesia. No pude asistir personalmente porque había al mismo tiempo la reunión de la Comisión de Pastoral, que estuvo muy animada. Una carta del grupo de sacerdotes, que había publicado un manifiesto, expresó que no podía asistir a esta junta porque no había ambiente de diálogo. Que la Iglesia volvía a sentirse maestra, que estaban descontentos con ciertas publicaciones, que la junta anterior había terminado muy mal, sobre todo, por la pésima interpretación del Arzobispo. Y que por eso sugerían otros puntos a tratar y no el punto para el cual se había invitado a continuar la reflexión anterior. Por mi parte, traté de estar sereno y dije que la Comisión de Pastoral era un instrumento de consulta del obispo, el cual señalaba los temas según la consulta que él quiere hacer, y siendo que la consulta ya se había preparado y señalado en la agencia, que se realizara como estaba preparada. Y que los que no habían querido venir, con eso estaban manifestando su poca capacidad de diálogo y que se les invitaba a expresar, con serenidad, en diálogo con el Obispo o con las organizaciones que el Episcopado tiene para el diálogo, sus propios pareceres y confrontarlos, y corregir o afianzar los modos de pensar. A un diálogo no se va a defender posiciones ni a expresar resentimientos, sino a buscar la verdad y a compartir el amor y la unidad de nuestra Iglesia.
Por la tarde, tuvimos una reunión, con el personal de la Curia, el vicario general, padre Cortés, el canciller, padre Brito, el vicecanciller, padre Rafael Urrutia, la secretaria, hermana Nicolasa y el administrador, ingeniero Galván. Tratamos principalmente de cómo llevar con más eficacia el diario de la Curia, ya que, de mi parte, voy llevando este diario, en casete, para que lo pasen en limpio, pero resulta sólo la actitud y la actividad del propio obispo y yo quisiera que fuera llevándose un diario de toda la Curia y de toda la vida de la Arquidiócesis; que ésta es la historia que mucho interesará, sobre todo, en unos días tan densos como nos toca vivir. Se comprometió el padre Rafael a recoger el trabajo de todas las dependencias de la Curia y a elaborar, junto con estos apuntes personales míos, el diario que estamos deseando y estudiar luego cómo recuperar todo el tiempo que ha transcurrido, en aquellos detalles que no se hayan podido tomar para un diario.
Por la noche, fui a celebrar la misa en honor de la Virgen de Guadalupe a la Colonia Las Delicias, de Santa Tecla, con el padre Javier; fuimos luego a la casa de la niña Carmen Chacón, donde siempre encontramos una acogida muy cordial.
MIÉRCOLES, 12 de diciembre de 1979
Día de la Virgen de Guadalupe. Fui a celebralo a la parroquia del Dulce Nombre de María, en Chalatenango, que dirigen los padres de Maryknoll. El tema de mi homilía fue «María, maestra y modelo de la evangelización»; cómo ella fue colaboradora para traernos al gran evangelizador, Jesucristo; y cómo ella, en segundo lugar, es el modelo de la persona evangelizada y en tercer lugar, cómo la evangelización de una persona se traduce en evangelizadora y María es la gran evangelizadora de nuestra América.
Se habían anunciado para esta noche, el presidente de la Corte Suprema de Justicia y otros abogados, pero a última hora dijeron que no iban a poder venir. Fui a celebrar esta noche la misa de Nuestra Señora de Guadalupe en la Colonia de Guadalupe en Soyapango. El padre Eliodoro Orellana es el capellán de aquella capellanía y la iglesia estaba completamente llena. Hubo confirmaciones y el mensaje que dejé en la homilía era el mismo del Dulce Nombre de María esta mañana. Después me fui a cenar con Paco Calles, vecino de aquella parroquia, donde había también un grupo de jóvenes que hacen comunidad con él y estuvieron presentes el párroco de Soyapango, padre Villarán y el padre Eliodoro, de la capellanía mencionada.
JUEVES, 13 de diciembre de 1979
Día de Santa Lucía. Esta patrona de Suchitoto convoca a aquella gente muy fervorosa en el templo parroquial de Santa Lucía, donde es párroco el padre Jorge Benavides, quien me había invitado para presidir esta celebración. Aproveché para orientar esta vida muy abundante de Suchitoto, gente muy promovida en política y en asuntos prácticos, para decirles que la luz de los ojos que le pedimos a Santa Lucía fuera no sólo para la vista material, sino sobre todo para la mirada de la fe y que la fe nos pedía hoy en los problemas de América Latina y de nuestra patria, en especial, las tres visiones que el Papa indicó en Puebla como base teológica de nuestras reflexiones pastorales, o sea, la verdad sobre Cristo, la verdad sobre la Iglesia y la verdad sobre el hombre, que traté de aplicar a las circunstancias de nuestro país. Compartimos, después de misa, con varios sacerdotes de aquella vicaría y almorzamos en el convento del padre Benavides.
Con el padre Abrego me fui y volví platicando de cosas muy interesantes, sobre todo, de problemas de nuestro presbiterio y procuraré tener más cuidado y atención ya que constituyen la parte principal de nuestra pastoral y hay peligros de incomprensiones y también de divisiones. Yo le pido al Señor que nos libre de todos estos males y que nos dé un clero unido, santo, eficiente, para nuestra situación.
Por la tarde, fui a visitar a la Policlínica a dos hermanas belgas que trabajan en Quezaltepeque y que sufrieron, hace varios días, un accidente de tránsito que las ha dejado bastante mal, ya que están enyesadas y traté de animarlas; tienen muy buen espíritu y están dispuestas a continuar su trabajo en aquella parroquia de Quezaltepeque.
Por la noche, recibí una representación de organizaciones obreras de Holanda, de Bélgica, de Estados Unidos y de sindicatos de nuestro país. Fue una entrevista muy interesante en que mostraron su admiración por el papel de la Iglesia en la defensa de la organización y de los derechos de los obreros y campesinos. Y ofrecieron su solidaridad y, al mismo tiempo, su apoyo económico en lo que fuera posible de parte de unos países que siempre han ayudado a nuestros países latinoamericanos. Les agradecí y traté de responder lo más honestamente a sus preguntas sobre la situación del país y, sobre todo, sobre el papel de la Iglesia en nuestra patria.
VIERNES, 14 de diciembre de 1979
Por la mañana, reunión de la directiva de YSAX, la Voz Panamericana, principalmente para tratar del auditor y del cambio de gerente, ya que Héctor Samour tiene una beca para Alemania y se irá el próximo mes de enero. Se presentaron como dos candidatos, entre los cuales prefiero a Napoleón Navarro, por ser más conocido y se necesita una gente de mucha confianza en ese puesto.
Fuimos luego a almorzar a Domus Mariae con el personal de la Curia, de la tipografía y de la radio; es un personal muy numeroso, cerca de cincuenta personas y sentí la necesidad de que debíamos repetir estas reuniones para identificarnos en nuestros criterios de servicio a la Iglesia desde puestos tan importantes.
No pude ir a la reunión del Centro de Promoción Ana Guerra de Jesús, y le encomendé a los padres dominicos, que están más cerca de ahí. Se trata de un centro de promoción de señoras del mercado, donde la niña Refugio Álvarez es la principal agente de una promoción que está produciendo muchos frutos.
Por la noche, fui al colegio de Fátima, donde está la superiora general de las dominicas de la Anunciata y acaban de celebrar su capítulo provincial. Me exhibieron la bonita película de la beatificación de su fundador, el padre Coll, ceremonia preciosa en la que yo participé personalmente, ya que me dieron el viaje estas religiosas del colegio de Fátima.
Había el rumor de que graves cosas sucedían en San Salvador y no querían que me viniera de Santa Tecla, pero insistí y todo era un rumor porque, de verdad, siempre está tensa la situación, pero no había cosa extraordinaria.
También esta tarde tuvimos una importante reunión con la Comisión de Seminario y algunos senadores del Presbiterio, para estudiar la situación con la Conferencia Episcopal, después de la reunión del 5 de diciembre en que se cambió la directiva, volviendo a ser presidente, monseñor Aparicio, nombrado secretario de la Comisión Social al padre Juan León Montoya, que no está en comunión con el Arzobispo, y la eliminación de cinco profesores del Seminario que la Arquidiócesis aprueba. Se trató de que era ya el momento quizás de hacer nuestro propio Seminario y no estar siendo víctimas de tantas injusticias de la Conferencia Episcopal. Y se acordó también preparar un buen informe a Roma de cómo la Conferencia en nuestro país no presta los servicios para los que han nacido las conferencias episcopales. Y cómo existe una tendencia casi personal contra el Arzobispo y contra la Arquidiócesis. Se le encomendó al padre Fabián preparar este informe y se encomendó también al padre Rafael Urrutia hablar por teléfono esta noche con monseñor Rivera, que se encuentra en Holanda o Bélgica, para que lleve a Roma esta información.
SÁBADO, 15 de diciembre de 1979
Hubo actividades en la Curia, de modo que no pude dedicarlo a mi reflexión de la homilía. Fui también a un compromiso de familia con mi hermano Mamerto a Apopa y por la tarde a Santa Lucía, la parroquia donde han preparado muchos niños de primera comunión y jóvenes de confirmación. La ceremonia resultó muy impresionante, muy participada por todos y de veras se sintió que los sacramentos conglutinan la comunidad cristiana. Felicité a aquella comunidad y les exhorté a unirse y no desunirse jamás, a pesar de todas las tentaciones que actualmente polarizan a nuestra patria.
DOMINGO, 16 de diciembre de 1979
La misa en la Catedral, a las ocho, me dio la oportunidad de enfocar desde la pastoral, la noticia más importante de la semana, la transformación agraria, que es una verdadera necesidad. Tengo la impresión de que este comentario ha causado buenas impresiones en el ambiente y que ha definido más...
Después de la misa en la Catedral, fui al Colegio Eucarístico, donde los catequistas de la parroquia de la Divina Providencia, de la Colonia Atlacatl, celebran una convivencia en la cual participé en una rueda donde hubo preguntas muy interesantes acerca de la Pastoral de nuestra Arquidiócesis. La mayoría de los participantes son jóvenes y me dio impresión de bastante madurez. Felicité al párroco, un redentorista, y a las religiosas del Colegio Eucarístico, que de veras están influyendo en una buena pastoral de catequesis en aquella parroquia. Les invité a que colaboraran a nivel arquidiocesano con la Comisión de Pastoral, para enfocar este aspecto que nos está faltando todavía, el aspecto catequístico.
Me fui luego a celebrar una misa en el Seminario San José de la Montaña, donde un grupo de sacerdotes que han dejado su ministerio se habían reunido para una reflexión espiritual. Varios estaban con sus señoras y me dio la oportunidad de contestar a bastantes de ellos y ellas, y de celebrar una Eucaristía que resultó muy cordial y después almorzamos juntos en la terraza del Seminario, con comentarios muy cordiales y con entusiasmo de hacer de este grupo una comunidad de base, que dada la preparación teológica y pastoral, puede servir mucho a nuestra Arquidiócesis.
Por la noche, a la siete, tuvimos en la parroquia de Montserrat una bonita ceremonia de confirmación de jóvenes. Saludé con mucho cariño esta gente muy acogedora y después compartí, en la intimidad del convento, con el padre Molina, el padre Sanggiano, párroco de El Calvario y varios jóvenes y adultos de la comunidad parroquial de Montserrat.
LUNES, 17 de diciembre de 1979
Esta mañana la he dedicado a tratar con los cuatro seminaristas que están preparándose para recibir sus ministerios el próximo domingo. Analizamos sus informes dados por el equipo del Seminario, que tienen bastantes puntos negativos, pero que creo que no es tan grave la situación, sino que falta un poco de comprensión para las inquietudes de nuestra Arquidiócesis y de nuestra juventud. Tuve también la consulta o el diálogo con algunos periodistas.
Fui, con motivo de salud, a visitar a dos médicos, pero no es de gravedad, sino que al contrario, me dieron aliento, ya que, gracias a Dios, estoy disfrutando de muy buena salud en estos días.
Por la tarde, la dedicamos a la grabación del programa del miércoles, ya que mañana estará muy agitada, la reunión de sacerdotes y tengo otra visita a un cantón de Ciudad Delgado.
Por la noche, se celebró en la casa «San Pablo», basílica del Sagrado Corazón, la ultreya navideña de los cursillistas de Cristiandad.
MARTES, 18 de diciembre de 1979
Esta mañana celebramos la reunión mensual del clero que se pospuso para estar más próximo a la Navidad y hacer de esta reunión una convivencia fraternal navideña. Sin embargo, se propuso un tema de estudio. La reunión tuvo lugar en San José de la Montaña y expuso el joven sacerdote Jorge Benavides sobre la unidad de nuestro clero. Evalúo y provocó una evaluación de lo mucho positivo que hay en la Arquidiócesis y también señalamientos de los aspectos negativos. Fue un verdadero examen de conciencia que luego se hizo en grupos de reflexión por vicarías y que se terminó en un plenario con aportaciones muy valiosas y optimistas.
Concluí esta serie de reflexiones diciéndoles que la Navidad nos presentaba el punto en que debíamos convergir todos, a pesar de nuestras diferencias personales, y es que Cristo es el gran misterio de la trascendencia y de la inmanencia. Que en estas dos tendencias es donde podemos diferenciarnos, pero que el equilibrio de Cristo nos da la pauta para vivir como sacerdotes, buscando siempre ser la representación de Cristo en el mundo. Cristo es el Verbo que se hizo carne, misterio de inmanencia; Dios se hace hombre y se mete en las realidades humanas y las ilumina todas, pero siempre siendo Dios. Y que el sacerdote tiene que llevar la identidad de su Iglesia, de su misión a iluminar todas las realidades de la tierra: políticas, sociales, económicas, pero sin perder nunca su propia identidad. La otra tendencia es la trascendencia, que si Cristo se hizo hombre es para elevar todas las cosas a Dios, y que éste es nuestro papel; trascender las cosas desde su propia entraña; no quedarnos en la inmanencia sino trascender como Cristo puede decir al final de su vida: «Vine del Padre al mundo y regreso del mundo al Padre». Después nos sirvieron un almuerzo en que compartimos fraternalmente religiosas y sacerdotes.
Esa misma tarde, fui al cantón San Laureano, de la parroquia de Ciudad Delgado, para celebrar la fiesta patronal de la Virgen de los Remedios. Fue una reunión donde se habían preparado matrimonios y confirmaciones. Un pueblo sumamente cariñoso, una alegría profunda, que hace olvidar todos los sabores.
Cené con el señor arzobispo de Maracaibo, Venezuela, monseñor Domingo Roa, antiguo compañero en el Pío Latino y que ha venido expresamente para verme y ofrecer su colaboración también de parte del presidente de Venezuela, en que pueden ayudar a la difícil situación de El Salvador. Yo decidí desde el principio que actuaría como pastor, como siempre he tratado de hacerlo, ya que en el aspecto político, el señor presidente de Venezuela ha tenido oportunidades de tratar muy a fondo el problema político de nuestro país con el ingeniero Duarte, que vivió en Venezuela mucho tiempo. Pero desde el punto de vista pastoral, sólo pediría la influencia internacional para suavizar los extremismos de izquierda y de derecha y, tal vez, mandar ayudas políticas a los diferentes partidos de nuestro país, pero esto pertenecía al campo de la política. Mi afán como pastor es buscar la unidad, suavizar tanta violencia y que si en este sentido algo podrían hacer, sería, pastoralmente, una verdadera colaboración con la Iglesia que mucho agradeceríamos.
MIÉRCOLES, 19 de diciembre de 1979
Hoy celebra su fiesta patronal la parroquia de San José Quezaltepeque. Invitado por el padre Roberto y por aquella comunidad, fui a celebrar allá, y en misa hubo un bonito número de jóvenes que se confirmaron y niños que hicieron su primera comunión. La asistencia en el Colegio de las hermanas dominicas fue muy numerosa, ya que no se puede tener en la iglesia parroquial, todavía ocupada por el padre Quinteros. Mientras almorzaba en el comedor de las hermanas dominicas de Quezaltepeque, me avisaron por teléfono que acababa de ser ocupado el Arzobispado por la organización política popular, Ligas Populares 28 de Febrero. Yo me comuniqué luego con el responsable de dicha ocupación para preguntarle cuáles eran sus objetivos y reclamar por ocupación indebida de estas oficinas del Arzobispado. Dijo que les interesaba hablarme personalmente; sin embargo, logré recabar sus objetivos que eran ayudarles a encontrar los cadáveres de los muertos en los desalojos que acaban de hacer los cuerpos de seguridad y también la devolución de los prisioneros en esos desalojos y que, en tercer lugar, hiciera denuncia de la forma demagógica en que la Junta de Gobierno toca los problemas del pueblo.
Por la tarde, vino un grupo de sacerdotes del Senado Presbiteral, convocado por el vicario, padre Cortés a dialogar sobre la situación de la ocupación. En esos momentos vino también el padre Rogelio Poncel, belga, que parece estar muy comprometido con esta ocupación, a pedirme que la ocupación pedía que fuera a dialogar. Me alteré un poco al decirle que «no representara tan directamente los intereses de una organización, siendo él pastor de todos los cristianos». Hubo algún pequeño altercado con él y otros sacerdotes, pero después terminé reconciliado con él y diciéndole que confiaba en su sentido sacerdotal y pastoral para comprender esta delicada situación que vivimos y no parcializarse. Fui con una representación de los sacerdotes y con el director del Socorro Jurídico, bachiller Cuéllar, a dialogar con los ocupantes del Arzobispado, los cuales me reiteraron los objetivos que ya mencioné antes. Dialogamos bastante sobre diversos aspectos, incluso les oí bastante desconfianza con la actuación de la Iglesia, como si «hubiera dado una vuelta de ciento ochenta grados», expresión de ellos, de su actitud ante Dios, como si hubiera traicionado los intereses del pueblo, lo cual me molestó bastante viendo la sinceridad con que trato de defender como siempre, desde el Evangelio, los intereses de nuestro pueblo. Y le dije que, por hoy, no interesaba tanto esta discusión general, sino que volviéramos al caso concreto de la ocupación. Hablamos también con grupo de rehenes, son quince, entre ellos cuatro sacerdotes, las secretarias y otros empleados, los cuales habían estado deliberando de que no era necesario presionar al Arzobispo para la denuncia y para sus actuaciones en favor de la justicia, ya que éste ha sido siempre el papel que se ha desempeñado en la Iglesia. Y que ellos también se sienten cautivos y que, por tanto, no es una ocupación pacífica, aunque ciertamente desarmada, pero les violenta su libertad, y otras consideraciones que me parecieron muy valientes y justas, entre ellas también, el permiso de que salieran las mujeres de esta ocupación. Yo también dije que me quedaría yo si lo que buscan es seguridad, que bastaría la presencia del Arzobispo y que dejaran ir a todos los demás rehenes. Pero ellos dijeron que los rehenes dijeron que comprendían mi generosidad, pero que ellos preferían que yo estuviera fuera para actuar mejor en cualquier otro aspecto y que ellos con gusto se mantenían solidarios con el Arzobispo dentro.
Sin embargo, analizando después, he encontrado algunas pequeñas ambigüedades en algunos que parecían solidarizarse con la causa de los ocupantes. Tuve luego comunicación telefónica con el coronel Majano de la Junta de Gobierno, quien fue él quien llamó primero, pero aproveché para pedirle su apoyo en esta situación y que iría pronto el Socorro Jurídico a expresarle, más concretamente, los detalles. También esa noche tenía una cita para platicar con el ingeniero Mayorga Quirós, quien me expresó confidencialmente sus temores de estar colaborando con un Gobierno que mantiene todavía mucha fuerza de represión. Sin embargo, yo le animé porque, a pesar de esta represión que se nota, hay también una altura que busca soluciones justas por medios más inteligentes y que en ese nivel estaba él, y que sería una lástima ir viendo cómo se desprendían de ese esfuerzo los civiles, en quienes tenemos mucha confianza; aunque esto no supone una aprobación a la Junta, sino una esperanza; de poder encontrar caminos que no sean los violentos y de la sangre. Ya era muy noche, casi las once, cuando me dirigí a la cena que tenían los Cursillos de Cristiandad, en casa de Sigfrido Munés, y donde conversamos ampliamente sobre la situación del país, y la actitud que los cristianos deben tener en este momento. Me consoló mucho el sentido de compresión y de entrega de estos seglares.
JUEVES, 20 de diciembre de 1979
En el desayuno, conversé con el canciller Héctor Dada, muy buen cristiano, con don Pepe Simán, con el padre Estrada y el padre Fabián Amaya. Analizamos la situación y se ve sumamente difícil. Sin embargo, tenemos confianza en Dios y animé a los civiles del Gobierno que influenciaran para que el gremio militar también estuviera acorde con los esfuerzos de verdadera justicia social que anima los principios de la Junta de Gobierno. Luego, tratamos también el asunto eclesial, poniendo especial énfasis en un viaje de un enviado especial a la Santa Sede y, en principio, se acordó dar nombramiento más bien de embajador a don Pepe Simán, el cual está bien conocedor de los problemas jerárquicos y sacerdotales de nuestra Iglesia. Espero que esta mediación va a hacer mucho bien a nuestra Iglesia. El Canciller expresó que, en la actual situación, la Nunciatura más bien expresa que no hay esperanzas de cambios en este sentido en nuestra Iglesia.
En nombre del Arzobispado y por petición de las Ligas Populares 28 de Febrero, que ocupan el Arzobispado, fue el padre Cortés y el bachiller Beto Cuéllar, en nombre del Socorro Jurídico, a platicar con los militares de la Casa Presidencial. Y sacaron la impresión de que hay buena voluntad y, esta misma tarde, quedaron de resolver el problema que piden las Ligas, o sea, la situación de los capturados y muertos en las ocupaciones, que fueron desalojados violentamente por cuerpos de seguridad. De la Catedral informó monseñor López que ha sido nuevamente tomada por el Bloque Popular Revolucionario y que allí velan un cadáver caído en un enfrentamiento, el cual va a ser sepultado desde la Catedral.
Platiqué, esta tarde, con don Ernesto Rivas Gallot, que como cónsul de África del Sur, venía a esclarecer algún punto del secuestro de aquel Embajador, del cual no tenemos noticias ninguna.
VIERNES, 21 de diciembre de 1979
Por estar ocupada la Curia arzobispal, nos reunimos en el hospital de la Divina Providencia, el padre Fabián Amaya, el padre Cortés, el padre Brito y la señorita Doris Osegueda, secretaria de Comunicación Social, a fin de estudiar un boletín que describa la ocupación del Arzobispado. Fue muy interesante el análisis que se hizo de la ocupación y, desde allí, al pensamiento de todas estas organizaciones que fanatizan un poco y en las cuales también se implican cristianos y hasta sacerdotes. Parece que la influencia del padre Rogelio, párroco de Zacamil, ha sido decisiva en esta toma. No quiero juzgar con certeza, pero sí me hace sospechar, lo mismo
que otros elementos de comunidades de esa misma parroquia. Se acordó también celebrar la misa en la Basílica, ya que la Catedral está tomada por el Bloque Popular Revolucionario, aunque ellos dicen que está a puerta abierta, pero es exponerse a manipular la misa. Se decidió también suspender la reunión de jóvenes que se iba a tener el sábado y domingo, pero siempre se tendrá la ordenación de ministerios de los cuatro jóvenes de tercer año de Teología.
El doctor Badía, ministro de Salud, fue muy amable en traer personalmente los datos que Socorro Jurídico le pidió acerca de los heridos que están en los centros asistenciales y que sufrieron en el desalojo de las tomas de las Ligas Populares Revolucionarias. La visita del doctor fue muy rica en experiencias, ya que él es uno de los ministros más interesados en las transformaciones del nuevo Gobierno. Pero también ve con realidad la dificultad de dar pasos adelante con tanta oposición de las dos extremas. La señorita María Julia Hernández, que se ha encargado de las homilías, de editarlas, ha traído tres tomos que abarcan el año litúrgico. Le he agradecido y la he felicitado por esta obra de divulgación de mi pensamiento, que creo que está haciendo algún bien. Y hoy, al ver los tres tomos elegantemente encuadernados, me doy cuenta de la inspiración que el Espíritu Santo ha dado a su Palabra en nuestra Arquidiócesis. Bendito sea Dios. Ojalá que el Señor bendiga esta siembra de su Palabra e ilumine las realidades que semana a semana tratamos de iluminar con su Divina Palabra.
Finalmente, por la noche, llegaron monseñor Urioste, de regreso ya de Holanda, con el padre Cortez y platicamos de la situación en nuestro país, lo mismo que de las circunstancias de su interesante viaje.
También vino ya bastante noche a visitarme el coronel Guerra y otro coronel que estaba en el exilio y que ha vuelto; parece tener bastante pesimismo con la situación actual. Lástima, porque este decaimiento de ánimo puede ser fatal en hombres que deben empuñar hoy con mucho valor la situación, precisamente, porque es difícil.
Monseñor Modesto López, párroco de la Catedral, tuvo la bondad de irme a representar a la fiesta patronal de Santo Tomás, ya que yo, por estas circunstancias, preferí no moverme; además, que me siento un poco agripado. También le supliqué que mañana, que me tocaba ir al cantón La Esperanza de San Pedro Perulapán, fuera él a representarme, lo cual hará con amable bondad.
Al mencionar los sacerdotes con quienes me reuní esta mañana, olvidé citar al padre Rafael Urrutia, rector del Seminario Menor, y canciller en la Curia, el cual se ha portado muy dignamente, con valentía y con mucha fidelidad a su Obispo, característica que también ha distinguido al otro sacerdote, Aníbal Romero, y a los dos seminaristas que ha quedado para custodiar el patrimonio del Arzobispado. Expreso, pues, un agradecimiento y una felicitación muy especial por este espíritu de fidelidad sacerdotal.
SÁBADO, 22 de diciembre de 1979
Por la situación del Arzobispado, tomado por una organización popular política, no creí conveniente ir personalmente a cumplir mi compromiso en el cantón La Esperanza de San Pedro Perulapán, pero amablemente fue monseñor Modesto López y allá, junto con el párroco, padre Solórzano, el vicario padre Montesinos y el padre de Suchitoto, hicieron una buena representación de la Iglesia en un cantón que está atemorizado por el ajusticiamiento que, en forma vengativa, realizaron allí elementos revolucionarios armados. Fue, pues, un gran consuelo de la Iglesia, aunque, según me informaron, se notaba mucho temor y no fue tanta gente como se hubiera querido. Incluso alguno había corrido la mala noticia de que yo iba con intenciones de llevar más violencia a aquel pobre cantón. Pobre gente, como ha sido tan sufrida, primero por la parte oficial, ORDEN, y la Guardia Nacional, y hoy por venganza, por los grupos de izquierda. Quiera el Señor conceder a estos pobres corazones la tranquilidad que han perdido. La misa fue, dicen, muy bien celebrada con la participación en el comentario del Evangelio muy adecuado por parte de todos los sacerdotes asistentes.
También omití la asistencia personal a una ceremonia de confirmación en la escuela de Lourdes, pero también allá fui representado por el párroco de El Calvario, padre Federico Sanggiano. También por este motivo se suprimió la vigilia de jóvenes que iba a tenerse esta tarde y esta noche, ya que el padre Rafael Urrutia, que era el principal organizador, no pudo activar sus preparativos inmediatos por estar de rehenes en el Seminario secuestrado.
Hacia el mediodía se dejó libre el Arzobispado de San Salvador; lamentamos que hayan causado tanto estorbo en el funcionamiento de esta oficina de servicio, la Liga Popular 28 de Febrero y que haya habido elementos cristianos que hayan participado tan activamente en esta ocupación de su propia Curia. Es incomprensible, pero en estos momentos de confusión hay que tratar de comprender.
DOMINGO, 23 de diciembre de 1979
En la misa, que fue en la Catedral, a pesar de que había consejos contrarios, porque la Catedral había sido tomada por el Bloque en la semana recién pasada, y se creía que podía haber algún trastorno en la ceremonia, pero se tuvo, por fin, en la Catedral con muy buen éxito, y en esta misa se concedieron los ministerios a cuatro seminaristas del tercer año de Teología. Son cuatro esperanzas ya próximas para el presbiterio de El Salvador; posiblemente el otro año estaremos ordenando a estos cuatro jóvenes que ahora se inician por los ministerios.
Después de la misa, el pueblo los saludó muy cariñosamente en la puerta de la Catedral y, de parte del Seminario, les hicimos una pequeña fiestecita en el hospital de la Divina Providencia.
Por la tarde, fui a El Calvario de Cojutepeque...
Esta tarde, acompañado de monseñor López, fui a Cojutepeque para bendecir la iglesia nueva de El Calvario, que ha sido costeada por la señorita Mercedes Barriere, ya difunta. Una hermosa iglesia, que servirá de relicario para una imagen muy antigua y venerada de Cojutepeque, el Señor de las Misericordias. Aproveché para predicar en la homilía el sentido cristiano de la redención, sin la cual no tienen sentido las otras redenciones de la tierra. Gente muy acogedora, me hizo sentir la alegría de una comunidad que de veras vive en su sencillez la fe cristiana. El párroco, padre Cayo Ayala, las religiosas belgas, que allí trabajan, las religiosas franciscanas, que tienen allá también un colegio y un numeroso grupo de fieles constituyeron el núcleo de esta hermosa ceremonia de la bendición del nuevo templo.
Por la noche, tenía invitación de la Colonia Atlacatl para asistir a una posada, pero me sentía muy cansado y supliqué al párroco que me dispensara.
LUNES, 24 de diciembre de 1979
Vigilia de la Navidad. Desayunamos con los vicarios generales y los dos cancilleres, el padre Amaya, para evaluar un poco problemas presentes del Arzobispado, principalmente acerca de la ocupación de la Curia, de la actitud pastoral de algunos sacerdotes, del Seminario y otras cosas que fueron muy bien vistas, analizadas, con un sentido muy pastoral y muy cordial, con la preocupación del Arzobispo. Se nos fue toda la mañana y ya casi nos levantábamos de la mesa cuando ya era otra vez hora de ir a almorzar, pero se fueron a preparar sus fiestas de Navidad a sus diversos cargos eclesiásticos.
Por la tarde, en la Colonia Roma, en la iglesia de los padres carmelitas, presidí una ceremonia de primera comunión. Un bonito grupo preparado allí para celebrar así la venida del Niño Jesús.
A las ocho de la noche celebré la misa de Navidad en la Catedral, a pesar del temor y que me aconsejaban que mejor cerráramos la iglesia, resultó una misa muy bonita, bastante gente y compartimos, así, la celebración y el saludo de nuestra Navidad. El mensaje fueron tres frases del Evangelio de hoy: la primera, que se refiere a la gran noticia, «Dios es la gran noticia», su presencia en el mundo ha puesto un germen de novedad en la historia, siempre hay esperanzas cuando hay cambios en la historia porque Dios va con nosotros; la segunda frase, «la señal que los ángeles dieron a los pastores: encontrarán al Niño envuelto en pañales sobre un pesebre», Cristo es Dios que se arropa con la miseria humana y que asume todo el dolor y el sufrimiento para darle un valor redentivo; y tercero, «gloria a Dios en lo más alto de los cielos», es la meta de la vida de todo hombre, hacerlo todo a la mayor gloria de Dios.
A las diez de la noche, celebré la misa en el hospital de la Divina Providencia, donde había numerosa asistencia, a pesar del temor en el ambiente porque se temía que esta Navidad iba a ser una Navidad negra, sin luz, sin agua. Sin embargo, transcurrió pacíficamente, bendito sea Dios.
MARTES, 25 de diciembre de 1979
Fui a presidir una ceremonia de primera comunión y confirmaciones en la parroquia de Huizúcar, donde el padre Benito Tovar y las religiosas pasionistas han preparado muy bien a estos niños y jóvenes.
Por la tarde, preparé la grabación para la entrevista de mañana. Octavio vino desde Sonsonate, lo cual indica muy buena voluntad para colaborar en este apostolado.
Y por la noche, fui a cenar con la familia de la niña Angélica de Mena, la familia Argueta, donde también recordamos tiempos muy bonitos vividos en San Miguel. Fue nuestra cena de Navidad porque no la pudimos hacer el día anterior, por las ocupaciones pastorales.
MIÉRCOLES, 26 de diciembre de 1979
En el hospital de la Divina Providencia, recibí varias visitas importantes, siendo la principal la del provincial de los padres agustinos, que tiene muy buena impresión de nuestra Arquidiócesis y del trabajo de los sacerdotes. Fundará una especie de colegio vocacional, donde se reunirán los jóvenes que pretendan seguir sus caminos de espiritualidad agustina.
Esta mañana fue el padre Cortez al cumplimiento de lo prometido en Quezaltepeque, de que hoy dejaría el convento y la iglesia el padre Quinteros, que ha sido un intruso desde hace mucho tiempo. Pero la misión fracasó porque un grupo de veinticinco personas acuerpaban adentro del convento al sacerdote rebelde, con el pretexto de que no iban a posponer a un nacional, para entregarle a un extranjero. El padre Roberto, que es el legítimo párroco, es belga y, tal vez, esto es un estorbo para realizar esta pacificación. Veremos si conviene un cambio de sacerdotes, pero insistiremos en que el padre Quinteros tiene que entregar lo que le corresponde.
JUEVES, 27 de diciembre de 1979
Hoy celebró su fiesta navideña la Cooperativa Sacerdotal en el Seminario San José de la Montaña, pero no pude asistir porque hoy, día de San Juan Apóstol, fui invitado a San Juan Los Planes, en la cumbre del volcán de San Salvador, jurisdicción de Quezaltepeque, donde celebran la fiesta patronal muchos cristianos organizados en comunidad por los universitarios que desde hace algunos días o años están trabajando allá bajo la dirección de monseñor Urioste. Es un ejemplo de comunidad de base promovida por unos apóstoles laicos. Se trataba de una bonita primera comunión, de un matrimonio y lo principal, un conjunto de comunidad eclesial de base. Allá estaba el padre Roberto, que es el párroco de Quezaltepeque y que conoce muy bien aquella obra.
Al regresar, por radio, me di cuenta de una crisis en el Gobierno. Ha habido un enfrentamiento entre ministros y las Fuerzas Armadas y parece que preparan un pronunciamiento que es, prácticamente, una amenaza de renuncia porque creen que el Ejército se ha derechizado, está fomentando las pretensiones de la oligarquía y los ministros, que han entrado inspirados por la proclama del 15 de octubre, quieren las transformaciones profundas, estructurales, que nuestro pueblo necesita. Estamos a la expectativa de esta crisis que surge en el interior del Gobierno.
Por la noche, tuve una reunión con la Comisión de Seminario en que estudiamos la situación ante las actitudes de la Conferencia Episcopal y del equipo de Seminario. Hay un conjunto de sacerdotes bien interesados y creo que se va a solucionar bien en forma de tener a nuestros seminaristas de la Arquidiócesis más directamente bajo nuestra formación pastoral, aunque vayan a recibir al Seminario Interdiocesano su formación académica, así como lo hacen otros grupos de estudiantes religiosos.
Una visita, por la noche, de un miembro del partido UDN no se pudo realizar por estar yo ocupado en esta otra junta. Y cuando ya les señalé que podía venir más noche, avisó que él tenía otra ocupación en este momento difícil de los partidos políticos.
VIERNES, 28 de diciembre de 1979
Día de los Santos Inocentes, que tiene su sede de manera especial en la parroquia de Antiguo Cuscatlán; yo no pude asistir porque estoy pendiente de muchas cosas, ya que muchos miembros del Gobierno y del Ejército vienen a consultarme. Es un índice del prestigio que la Iglesia tiene y que trato de servir con toda sinceridad, sin salirme de mi función pastoral. Por esta misma situación política del país, en que debo estar yo en mi puesto para atender varias consultas, no pude ir ni a la convivencia de seminaristas que se tiene en San José de la Montaña -se trata de seminaristas de la Arquidiócesis, pero la orientó monseñor Urioste- ni a la reunión de catecúmenos que están celebrando su preparación para el escrutinio de la casa «María Eugenia», de Planes de Renderos; ni pude asistir tampoco a la reunión de Renovación Cristiana en el Espíritu que están celebrando en el instituto Rinaldi de Planes de Renderos bajo la dirección de monseñor Talavera, que ha venido de México; ni tampoco pude asistir a una reunión pastoral que íbamos a tener en la parroquia de San Sebastián, Ciudad Delgado. Pero todos han comprendido que mi papel es ahora al servicio de estos intereses y que no podía moverme de mi sede.
SÁBADO, 29 de diciembre de 1979
Por las mismas circunstancias, tuve que omitir la visita a Candelaria, Cuscatlán, donde el padre Interiano preparó un buen grupo de jóvenes para confirmación, pero fue a representarme monseñor Modesto López. Tampoco pude ir a San Antonio Los Ranchos donde celebraban su tradicional Feria del maíz. Allá estuvo el padre Fabián, vicario episcopal de Chalatenango con otros sacerdotes y me trajo recuerdos muy cariñosos de aquella comunidad y un obsequio, un sombrero hecho de tusas, tejido como si fuera de junco, con adornos de pelo de maíz. Y una carta muy bonita de Potonico, expresión de verdadera solidaridad de aquellas gentes tan buenas.
Pedí, durante el almuerzo, el asesoramiento de monseñor Urioste, del padre Fabián, de la niña Doris Osegueda, para el enfoque histórico de la homilía de mañana.
DOMINGO, 30 de diciembre de 1979
Ha sido un domingo de intenso trabajo pastoral. Celebré la misa del domingo en la Catedral, donde unos cuatrocientos jóvenes, que habían celebrado su vigilia en el Seminario San José de la Montaña, asistieron para coronar esta noche de oración. Uno de ellos expresó, al final de la misa, un hermoso testimonio. La misa era bien oportuna: fiesta de la Sagrada Familia y enfoqué de manera especial a Jesús joven en su familia para dar también un mensaje a esta juventud, que tuvo un gesto tan bonito de oración y de reflexión. Son jóvenes venidos de las diversas comunidades y expresan cómo está remozándose la vida comunitaria en nuestras parroquias.
Después fui a celebrar, en Tonacatepeque, una ceremonia de confirmación y de primera comunión. El padre Luis Cázares me esperaba con sus agrupaciones tradicionales de Hijas de María, de Nazarenos, de Guardia del Santísimo y una inmensa representación del pueblo en la orilla de Tonacatepeque y nos dirigimos entre alegría, cantos, aplausos, confetis, a la iglesia, donde tuvimos una preciosa celebración. Hablé también de la Sagrada Familia, pero en el sentido del espíritu de Dios que va a darse en la confirmación y que le da un sentido sagrado a todas nuestras familias cristianas. En la hora de la ofrenda, el padre había preparado una procesión muy generosa de regalos y de obsequios que me abrumaron de veras, colmando el altar de estos gestos de cariño del pueblo. Almorzamos juntos en la familia del padre y otros amigos y me da la impresión de que Tonacatepeque vive una intensa vida parroquial.
De ahí regresé ya para estar a las dos y media de la tarde en el Gimnasio Nacional, donde el Movimiento de Renovación en el Espíritu había hecho una magna concentración. Creo que unos ocho mil cristianos de diversas parroquias y unos doce sacerdotes presidiendo la concelebración daban un aspecto verdaderamente rico en fervor y en asistencia a esta misa especial. Al final, monseñor Talavera me invitó a imponer las manos para reafirmar los compromisos del bautismo, de la confirmación y la presencia del Espíritu en aquella gran muchedumbre, a la que yo les dije: «Vayan como mensajeros del Espíritu, de la paz, de la verdad, de la justicia, por todo este país que tanto lo necesita».
Y, finalmente, por la noche, celebré en la iglesia del Carmen la misa que el Movimiento de Encuentros Conyugales preparaba y también una pequeña reunión con el Secretariado para revisar y proyectar nuevos trabajos pastorales de carácter de Pastoral familiar.
LUNES, 31 de diciembre de 1979
Desayuné con el doctor Chávez, secretario del Partido Demócrata Cristiano y no tuve tiempo de conversar mucho con él porque me esperaban ya afuera los jóvenes militares que forman el Consejo Permanente de la Fuerza Armada, con quienes conversamos largamente acerca de la situación y de sus propósitos de mantener siempre su proclama, que ha dado origen al nuevo Gobierno. Con toda franqueza, les advertí los riesgos y las cosas que me parecía que había que enmendar para superar la crisis del enfrentamiento con los ministros civiles.
Me fui luego al aeropuerto con monseñor Urioste, para encontrar al cardenal Aloisio Lorscheider, que me había anunciado su visita. En el aeropuerto estaba el señor Nuncio y monseñor Revelo. Al señor Nuncio le pregunté si él lo llevaría a su Nunciatura; él me expresó que él no sabía nada. Yo por mi parte, había preparado la casa del doctor Chávez, donde lo acogerían con gusto, si él quería. El señor Cardenal me dijo que preferiría estar en el Seminario, pero cuando llegamos al hospital de la Divina Providencia y le dije que allí tenía yo mi modesta residencia, que se la cedería con gusto, le gustó más esta última solución porque, me dijo, «así manifiesto que estoy contigo». El gesto del Cardenal apoyándome también en mi trabajo me ha dado mucho ánimo.
Desde aquí ha comenzado ya, esta misma tarde, una serie de visitas y entrevistas para conocer la realidad del país y la situación de nuestra Iglesia. Se dio cuenta de la intensidad del momento político, en este conflicto entre civiles y militares, y me dio mucha orientación, ya que sus experiencias son similares en el Brasil. Y tuve, pues, oportunidad de estar orientando a mucha gente este día y esta tarde. El Cardenal visitó esta tarde a monseñor Revelo, al señor Nuncio, y recibió también algunos laicos; cabalmente, en el almuerzo estaba conmigo el ingeniero Román Mayorga, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Por la noche, celebré en la Catedral, a las siete de la noche, y a las nueve en el hospital de la Divina Providencia, terminando el año con una cena familiar con las hermanas y algunos amigos que habían venido a la misa, que resultó muy solemne. A la medianoche, el paso del año viejo y la entrada del Año Nuevo siempre saludado con una intensa cohetería que da la impresión de una verdadera liturgia del tiempo, como decía el padre Segura, que en paz descanse.
Entre las visitas trascendentales de este día fue la del doctor Badía, ministro de Salud, quien me propuso que convocara a las partes en conflicto del Gobierno para invitarla al diálogo ante la Iglesia. Después de analizar esta propuesta, me apareció que había que prestar este servicio y le supliqué al mismo doctor que él convocara la parte civil y que yo invitaría a la Junta de Gobierno en su aspecto militar, lo cual hice, ofreciéndome también el coronel Gutiérrez que era conveniente llevar al Alto Mando. Le dije que, por mi parte, no había inconveniente, toda vez que fuéramos con ánimos sinceros de dialogar con los civiles. La Junta se concertó para el próximo dos de enero.
MARTES, 1 de enero de 1980
Año Nuevo. El país amanece tenso bajo estas divisiones en el interior del Gobierno. Una crisis ministerial se va planteando cada vez más clara. Parece que los civiles están convencidos de que se trata de un Gobierno militar que se está inclinando a la derecha y que ellos no pueden continuar en este sentido. Trato de comprender y de orientar y decir que, ante todo, vean el pueblo, al que hay que servir.
Como todos los primeros de mes, tuvimos a las cinco de la tarde la Hora Santa en el hospital de la Divina Providencia, con asistencia extraordinaria. Hablé de la plenitud de los tiempos, de que habla San Pablo y cómo Dios va haciendo en la historia natural su gran historia de salvación; cómo Cristo se ha insertado en la historia y le da sentido sobrenatural a todos nuestros años.
MIÉRCOLES, 2 de enero de 1980
He amanecido muy preocupado porque me toca hoy orientar esta junta trascendental, pero cuento con las oraciones de los enfermos, de las religiosas, y de todos aquellos que se han dado cuenta del momento trascendental que vive nuestra patria.
En la Junta me asesoraron monseñor Urioste y el padre Estrada. Los ministros civiles y demás miembros del Gobierno, civiles, llegaron puntualmente a las nueve y media. Los militares parece que equivocaron el lugar y fueron al Hospital; sin embargo, llegaron un poco atrasados, pero no querían entrar mientras no hablaran conmigo; como que no habían entendido que iban a dialogar con los civiles y estaban renuentes. Yo les dije que prevaleciera el diálogo en bien del pueblo, y que era necesario hablar, que yo les había expresado claramente que se trataba de una junta con los civiles. Después de alguna conversación con los militares, el coronel Gutiérrez dijo que era abierto al diálogo y que lo demostraba asistiendo a la junta. Le agradecí y los llevé a unirse con los civiles, que estaban en lo alto del Seminario, en la biblioteca, donde tuvo lugar la reunión. Les pedí excusas por la tardanza, ya que eran casi las once de la mañana, y les motivé mi papel de pastor, representante de la Iglesia y de salvadoreño, representante de un gran sector del pueblo, para pedirles en nombre de la Iglesia y del pueblo que llevaran a cabo un diálogo franco, sincero y que pudieran buscar una solución al servicio del país, que no fueran a dar un nuevo sentido de frustración a este pueblo ya sufrido. Me atendieron con mucho respeto. Yo les agradecí y le invité a abrir el diálogo, exponiendo el fondo del problema, del conflicto, buscando luego las muchas convergencias que hay entre los sectores en conflicto y, finalmente, señalando las divergencias para tratar de superarlas. El doctor Zamora, ministro de Gobernación, inició exponiendo el fondo del problema: la ambigüedad de los militares, la derechización, como ellos llaman, con lo cual ellos no se sienten a gusto para seguir trabajando y en vez de ser cómplices de un Gobierno militar que siga amparando la derecha, prefieren retirarse. El diálogo se abrió muy franco entre militares y civiles, aunque daba la impresión que los civiles no querían creer las promesas de los militares, o no veían claras sus definiciones en pro de la proclama que el Gobierno ha prometido defender. Al final, sinteticé esta reunión, diciendo que yo veía un ideal, que es el proceso revolucionario que ellos tratan de fomentar. También veía dificultades y señalé todo lo que había oído en esta discusión, como eran las ambigüedades de los militares y otros aspectos negativos contra el proceso de promoción de nuestro pueblo. Y en tercer lugar, les dije, que había también oído caminos de solución, siendo el principal la sinceridad, la comunicación y todo aquello que fomente el acercamiento. Y entre estos caminos ofrecí el servicio de la Iglesia, que se estaba prestando en este momento y que estaba dispuesta a seguir prestando.
Parece que se logró un ambiente cordial y que el saludo final, de despedida, fue muy distinto del de la entrada. Pero lamentablemente, mientras salíamos, se oía ya por radio la respuesta del Consejo Permanente de la Fuerza Armada, en la cual afirmaban su posición militar, sí en defensa de la proclama, pero rechazaban varios puntos como anticonstitucionales de parte de los ministros y esto predispuso, porque a las tres de la tarde que iba a ser la junta para recoger la respuesta de los militares, ya oían por la radio y ni siquiera les mandaron la respuesta, sino que tuvieron que mandarla a recoger. Son todas estas cosas las que agriaron nuevamente la situación y que ha provocado ya las primeras renuncias de ministros, a las cuales, sin duda, seguirán otras.
Por otra parte, no pude asistir...
Al mediodía tenía la invitación del señor Nuncio para un almuerzo en honor del cardenal Lorscheider, pero teniendo aquí la junta que se prolongó casi hasta las dos de la tarde, le supliqué que me dispensara por esta situación, que bien comprendió él. El Cardenal ya me había previsto que, tal vez, no iba a asistir y que para él era mucho más importante mi junta con el Gobierno y que no tuviera cuidado si no podía asistir allá; conceptos que me ratificó cuando nos vimos después de la junta y del almuerzo. Ya el Cardenal salía para el aeropuerto, lo acompañé; platicamos muy cordialmente. Él lleva buenas impresiones de mi trabajo, de la gente con quien ha conversado y cree que se trata de sugerir personalmente al Papa un refuerzo del Episcopado y una solución más radical a la situación de nuestra Iglesia. Él cree que mis actuaciones, después de haber leído las cartas pastorales, las homilías y haber conversado con gente imparcial e inquieta de la vida de la Iglesia, es un trabajo que merece el apoyo, lo cual me ha dejado a mí nuevamente confirmado en el trabajo que vamos llevando en nuestra Pastoral.
JUEVES, 3 de enero de 1980
Desayuno con Sigfrido Munés y el doctor Chávez, con quienes conversamos de la dificultad del momento. El doctor Chávez es asesor de la Democracia Cristiana y del Gobierno, y me dijo que estaba ya negociándose, desde hace algunos días, la participación del Partido Demócrata Cristiano y que ahora, en esta crisis del Gobierno, va a negociar su trabajo político, tratando de salvar la situación.
Después del desayuno, él salió para la Casa Presidencial, donde han mantenido reuniones todo este día.
Tuve visitas de algunos miembros del Gobierno y me ha llenado de satisfacción la confianza que tienen con la Iglesia y algún bien que se puede hacer orientándolos desde la perspectiva pastoral.
VIERNES, 4 de enero de 1980
Esta mañana la dediqué a una reunión con cinco sacerdotes de la Arquidiócesis, con quienes hay algunas dificultades en la comunión más íntima, por aspectos políticos de su Pastoral. Pero dialogando muy a fondo y buscando sinceramente la solución de estas dificultades y desconfianzas, he encontrado mucho valor humano, cristiano y sacerdotal, que seguiremos cultivando en ulteriores reuniones. Recuerdo que fueron el padre Rogelio, el padre Benito Tovar, el padre Trinidad Nieto, el padre Rutilio Sánchez, el padre Pedro Cortez; asistieron también el padre Juan Macho y el padre Walter Guerra que me dieron muy buena ayuda por sus orientaciones tan bien centradas y sacerdotales.
Por la tarde, tuve una visita de Católicos Ecuménicos de Suecia, quienes me anunciaron un premio de Paz de este año para nuestra Arquidiócesis, de parte de los cristianos de Iglesias Libres, que así se llaman las comunidades cristianas en Suecia, ya que sólo el luteranismo es oficial. Dicen que para mayo me anunciarán el premio que significa esta noticia que ellos me han traído y la que yo agradecí en nombre también de la Arquidiócesis.
Tuve también la visita del doctor Guillermo Ungo, que acaba de renunciar como miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno, junto con otros políticos, para analizar la situación y ver que siempre hay esperanzas de salida para esta situación tan difícil. Me habló por teléfono el otro miembro de la Junta que ha renunciado, el ingeniero Román Mayorga, quien se dirige en viaje de descanso a México.
SÁBADO, 5 de enero de 1980
A mediodía llegaron los dos miembros de la Junta de Gobierno, militares, coroneles Gutiérrez y Majano. Los atendí con monseñor Urioste y fue un sincero diálogo de los problemas como ellos los ven y de sus esperanzas de salida. Tuve oportunidad de reafirmar mi pensamiento, buscando siempre un servicio al pueblo, para que no se vayan a poner nuevos motivos de fracaso. Ellos creen que la renuncia masiva ha sido una experiencia muy buena, una crisis, pero que no es propiamente un fracaso. Hay optimismos en ellos, en sus negociaciones con la Democracia Cristiana y también con las negociaciones que se van a propiciar con los grupos populares, para procurar siempre un Gobierno que sea del pueblo y para el pueblo. Almorzaron con los sacerdotes que estaban conmigo ayudándome a reflexionar la situación para la homilía de mañana.
Por la tarde, visita del rector del Seminario y del padre Rafael Urrutia, encargado del Seminario Menor y de la Comisión de Seminarios. Al padre Urrutia le encargué, además, que fuera como mi secretario particular, que nos mantuviéramos más cercanos, ya que es un sacerdote joven, inteligente y activo y, por eso, que procurara por lo menos llamarme por teléfono y venir a comer de vez en cuando al Hospital. Tratamos varios puntos de seminario, ya que, en eso, llegó también el padre Jesús Delgado y nos dio magníficas sugerencias, entre ellas la de crear ya para este año, al año de propedéutica para que se inicien así los que ingresan a primer año de filosofía y se les dé, más bien, introducciones al espíritu sacerdotal, vocacional, y todo esto que significaría una especie de noviciado, que no es muy necesario para saber adónde se han metido quienes han venido a veces de colegios donde no han oído hablar de seminario ni de vocaciones. Se procurará tener esto en Domus Mariae; se le pedirá la colaboración al padre Juan Macho Merino, que tiene allá, en la vecina parroquia de San Francisco de Mejicanos, un grupo de estudiantes pasionistas, y se trató también de dar un año de diaconía a los teólogos que van a hacer su cuarto año y que les vendrá muy bien para poderse preparar así mejor, en más comunión con el pueblo, para su futuro sacerdocio; en fin, otras iniciativas de carácter de seminario y apostolado juvenil que resultaron muy útiles en esta reunión improvisada.
DOMINGO, 6 de enero de 1980
Ha sido un domingo muy lleno de trabajo y de satisfacciones pastorales. La misa de la Epifanía la celebré en la Catedral y comparé, en mi homilía, el momento de El Salvador con aquella turbación que el Evangelio nos menciona de Jerusalén, cuando los magos buscan al Rey y que buscáramos, con el mismo espíritu, la salvación de nuestro pueblo que, ciertamente, Dios la tiene; ya que la Epifanía nos muestra que Dios ha venido para salvación de todos los pueblos. Después de la misa hubo una pequeña reunión de prensa, ya que durante la misa había habido bastantes representantes de prensa, televisión y radio, y conversamos sobre los puntos que había dicho en mí homilía y otros aspectos de la situación actual del país. Un periodista suizo, también me suplicó una entrevista más privada para el día siguiente en el Hospital.
Luego fui a la parroquia de Aculhuaca, donde los catequistas habían preparado un bonito grupo de jóvenes y niños para la confirmación. También me aproveché de la celebración de Epifanía para hablar de esa vida de Dios que nos ha traído Cristo y que se sigue repartiendo por medio de los sacramentos. Después del almuerzo, una reunión con el pequeño grupo de Pastoral. Noté bastante división y desorientación, y que recriminaban bastante al párroco por el descuido en atender las comunidades. Creo que el padre Crespín tomó nota para poder dar respuesta práctica a esta situación de su parroquia.
Después del almuerzo y un pequeño descanso, fui a la Comunidad de Rosario de Mora, donde las religiosas oblatas al Divino Amor trabajan y han logrado una comunidad muy viva. Se ve mucho acercamiento de jóvenes y niños, y se nota, de verdad, que se vive allá el espíritu pastoral y se sigue con verdadera solidaridad la línea pastoral de nuestra Arquidiócesis. Tuvimos una primera comunión con una preparación litúrgica muy bien realizada y después una convivencia con los trabajadores de Pastoral, entre la alegría de los niños que reventaban sus piñatas de primera comunión; en fin, un ambiente de familia que es lo que Cristo quiso al fundar su Iglesia, la familia de Dios.
Por la noche, junto con el padre Moreno atendimos una entrevista que ya se había anunciado de un representante del Bloque Popular Revolucionario, quien nos expuso su pensamiento actual, su análisis de la situación del país, y he notado un cambio bastante grande en su apertura al diálogo con las otras organizaciones, incluso esta invitación que hacen a la Iglesia, la cual aprovechamos para inspirar el seguimiento pastoral que queremos hacer a todos aquellos cristianos que se incorporan a estas organizaciones políticas populares, a fin de que se salvaguarde la fe de esta gente en estas militancias. Para mí fue muy esperanzador este diálogo que quedamos de acuerdo en continuar haciendo. Quedó de venir también el coronel Guerra, que fue el único militar que firmó con los civiles la renuncia de sus cargos ministeriales y el cual, sin duda por eso, ha sufrido alguna venganza, ya que le ametrallaron su carro y milagrosamente no le sucedió nada. Lástima que ya era muy noche y no vino, aunque yo traté de contactarlo por medio del padre Chus Delgado. Espero que no haya nada trágico en este momento para este coronel.
También hablé por teléfono a Héctor Dada, que fue ministro de Relaciones Exteriores y que renunció junto con el Gabinete, pero que como miembro de la Democracia Cristiana ha sido colocado en la Junta Revolucionaria de Gobierno. Vino a buscarme por la mañana y le hablé por teléfono para saludarlo. Dijo que solamente venía a buscarme para saludarme y para hablar un poco de una tragedia que ha sucedido en Chalatenango, donde le han informado que hay unos setenta muertos. Yo le expresé que no sabía más que lo que había denunciado en la misa, de unos cuatro; pero que era interesante esta noticia y que nos informaríamos, y que tuviera muy en cuenta estas situaciones, que son las que echan a perder la buena voluntad del Gobierno. Le auguré que tuvieran éxito y que oraríamos mucho para que el país encuentre una solución en la opción que acaba de hacer, de llamar a la Democracia Cristiana para ayudar al Gobierno a resolver esta crisis.
LUNES, 7 de enero de 1980
Fui brevemente al Arzobispado y vi mucha vida en las diversas oficinas. En la Comisión de Pastoral se prepara el estudio de las Comunidades Eclesiales de Base; en la Vicaría General también se trataban asuntos de carácter jurídico de la Diócesis. Había varias personas, sacerdotes, religiosas y fieles que visitaban por diversos motivos las oficinas. Platiqué con el padre Alas, que trabaja en Concepción Quezaltepeque. Sacerdote muy ejemplar, con quien compartimos varios criterios pastorales, que me parecen sumamente centrados, sacerdotales. Gracias a Dios, tenemos sacerdotes de mucho fondo espiritual y sacerdotal. También me di cuenta del preparativo para la junta del clero de mañana, que será un retiro espiritual para enmarcar la entrega de las licencias que se hará en forma solemne.
El resto del día lo pasé en la finca de las hermanas oblatas al Divino Amor, en un pequeño descanso. Pero al regresar, tenía, por la noche, una entrevista de mucha trascendencia en este momento de la crisis del Gobierno y del país; vienen muchas consultas o visitas a las que, gracias a Dios, se les atiende con las luces que el Espíritu Santo me está dando y que le agradezco tanto, pidiéndole que su Iglesia sea siempre digna de estar presente en los momentos de nuestra historia.
MARTES, 8 de enero de 1980
La reunión con el clero resultó sumamente rica de espiritualidad y de reflexión teológica sobre la realidad de la Iglesia y, de manera especial, sobre el sentido de comunión y de misión, para darle a la entrega de las licencias ministeriales de los sacerdotes y a las cartas que, por primera vez, se dan como documento de autorización a las comunidades de religiosas, tuviera un sentido profundamente teológico. Me tocó exponer la meditación de fondo y proponer unos puntos de reflexión que luego se recogieron en un breve plenario para pasar a la Eucaristía en la capilla del Seminario, donde se celebró la solemne concelebración eucarística, al final de la cual se entregaron, como una misión a toda la Arquidiócesis, estos documentos que autorizan la verdadera misión del sacerdote en las parroquias y pueblos donde tienen que trabajar.
Por la tarde, fui a Santa Tecla; visité a las hermanas salesianas del colegio Santa Inés y quise dar un pésame a doña Concepción de Viguer, pero no pude encontrarla.
Hubo algunas llamadas telefónicas en la casa. Escuché por televisión al doctor Morales Erlich, presentando los criterios del Partido Demócrata Cristiano, que ha asumido un compromiso, pero condicionado, para ayudar a las Fuerzas Armadas a sacar de esta situación de crisis al Gobierno. Creo que fue una exposición muy clara, muy sólida. Un llamamiento al pueblo para acuerpar una salida democrática, que es la más racional en este instante, ya que las otras serían de extrema derecha, que lleva consigo una tremenda represión, o de extrema izquierda, que sería una revolución que costaría mucha sangre también. Hubo también otras llamadas telefónicas que durante el día habían llegado y que traté de conectar por la noche.
MIÉRCOLES, 9 de enero de 1980
La primera entrevista de hoy fue con un grupo de religiosas carmelitas de San José, que van a dejar la congregación para hacer una experiencia pastoral; van a vivir en comunidad y con el compromiso religioso, pero sin pertenecer ya a su congregación; estarán en la parroquia de Guazapa. Les exhorté a tomar muy en serio este problema y hacer una experiencia que sea de mucho bien para nuestra Diócesis. Uno de estos domingos iré a celebrar la misa y a presentar esta experiencia a aquella comunidad.
Otra entrevista de mucha importancia fue con monseñor Rivera y el padre Vega y David, el encargado del Secretariado Social, ya que se trata de aclarar la situación en vista de que, monseñor Aparicio, recién nombrado presidente de la Comisión Social, ha nombrado secretario al padre Juan León Montoya, sacerdote que no está en sintonía con nuestra pastoral y que puede hacer mucho inconveniente en nuestro trabajo; por lo cual tratamos de volver a su origen arquidiocesano el Secretariado Social, distinto de la Comisión Social de la Conferencia Episcopal.
Recibí la visita del doctor Chávez que ha pasado toda la noche discutiendo en la Casa Presidencial el convenio entre la Democracia Cristiana y las Fuerzas Armadas. Últimamente, estaba satisfecho de haber logrado, en todos sus puntos propuestos por la Democracia Cristiana, la aprobación y aceptación del Ejército, aunque me indicó algunos puntitos que siempre dejan algún riesgo, si no se realizan pronto; como por ejemplo, la renuncia del ministro de Defensa que, citando también mi homilía del domingo recién pasado, hicieron ver a la Junta como algo muy conveniente para quitar la figura de represión que puede significar este mando militar. Pero advirtió el doctor Chávez que algún compromiso secreto habrá, puesto que todos apoyan al Ministro, que el pueblo repudia ya bastante generalmente. Pero, en general, el doctor Chávez tiene mucho optimismo de que esta reestructuración de la Junta de Gobierno con elementos de Democracia Cristiana y elementos libres, progresistas, puede dar buena solución a la crisis tan aguda de nuestro país.
Me visitó el padre Mauro Yánez, viejo compañero de nuestros estudios en Roma y aunque fue muy breve la visita, fue muy cordial y de muchos recuerdos.
Fui a la vicaría de Mejicanos, pero ya no encontré a los sacerdotes reunidos, sino sólo hablé con el padre Juan Macho, a quien acaban de elegir como vicario de aquella vicaría, por lo cual estoy yo muy satisfecho, ya que es un sacerdote muy pastoral y muy espiritual. Platicamos de varios problemas de la vicaría, pero él cree que llevando el trabajo a nivel de equipo vicarial, todos estos problemas de la vicaría se irán resolviendo con la ayuda del Señor. Le entregué mi retrato para su comunidad, otro para Domus Mariae y otro para la hermana belga que trabaja cuidando aquella casa de reuniones pastorales y que, posiblemente, sirva como local para nuestro año de propedéutica del Seminario Mayor.
Por cadena radial se oyó al mediodía la integración completa de la Junta de Gobierno, con dos militares ya conocidos, coroneles Majano y Gutiérrez, y con tres civiles, dos de la Democracia Cristiana, el doctor Morales Erlich y el ingeniero Héctor Dada, y un elemento independiente progresista, un médico de apellido Arévalo, creo. Pero en el ambiente político popular todavía no ha arraigado la confianza en la solución de la Democracia Cristiana aliada con el Ejército y se oye, más bien, la opción por la insurrección popular, que fomentan los grupos de izquierda. Éstos han recibido hoy un golpe publicitario muy grande, ya que el ex ministro de Cultura, el licenciado Samayoa, públicamente se retira a la clandestinidad en el Movimiento de Liberación Popular Farabundo Martí. Ha causado gran revuelo la noticia y se comenta de diversa manera. En mi entrevista por radio, dije que primero era respetar su opción, desde luego que la habrá tomado muy en conciencia, y sacar las lecciones de esta opción, lo cual denuncia la cerrazón de la extrema derecha que no admite soluciones pacíficas, sino los medios violentos que propician estos grupos de izquierda. Y también la culpa del Ejército que ha acostumbrado a reprimir las aspiraciones de un pueblo y el cual cree que no hay otra manera de defenderse sino con la misma arma: ¡la violencia!
«Ojalá», decía yo en mi comentario, «que este caso del licenciado Samayoa haga pensar que va quedando poco margen para soluciones pacíficas racionales, y que hay que urgir a todos los que puedan hacer algo, para que esta solución pacífica y racional lleve adelante los cambios y no haya necesidad del baño de sangre que se ve venir».
Don Ernesto Rivas Gallont me trajo la respuesta del Gobierno de Suráfrica y de la familia del ex embajador Dunn, que está secuestrado, y en la respuesta se pide a los secuestradores que tengan en cuenta los esfuerzos que se están haciendo y que no pidan condiciones superiores a la capacidad, tanto de África del Sur como de la familia Dunn. Yo soy el medianero y espero que vengan los elementos clandestinos a llevar esta correspondencia, a la cual agregué una carta mía haciendo un esfuerzo por salvar la vida del señor Dunn.
Platicamos con el padre Moreno y monseñor Urioste sobre asuntos de la secretaría de Comunicación Social. Esperábamos una entrevista de miembros del Bloque Popular Revolucionario, pero no vinieron.
JUEVES, 10 de enero de 1980
La superiora del colegio de la Divina Providencia trajo una carta en nombre de la superiora general de la congregación de pasionistas, anunciando que no pueden seguir sosteniendo la comunidad de religiosas de San José Villanueva. En privado conversamos varios aspectos que motivan esta remoción y la Madre General se ofrece a explicármelo mejor cuando venga a fines de este mes.
Hubo tres reuniones importantes en la oficina de la Arquidiócesis esta mañana. Una con los vicarios y cancilleres para tratar asuntos de algunos sacerdotes y situaciones parroquiales; otra del Seminario para estudiar los informes de los seminaristas y otra de la radio YSAX, para estudiar aspectos legales de esta Sociedad Anónima, del auditor, que actualmente no tiene, y en cuanto a difusión del pensamiento, estudiar los comentarios de YSAX al mediodía. El conflicto principal con el nuevo gerente, señor Napoleón Navarro, es que él quiere tener mejor conocimiento y hasta censurar este aspecto que tiene mucha trascendencia; en lo cual me parece que es justo su deseo, pero por otra parte, no quiero que se pierdan estos valiosos comentarios, que ya son muy escuchados en nuestra emisora.
Por la tarde, tuve la visita del padre encargado de la Compañía de Jesús para asuntos centroamericanos en Roma, junto a la Curia Generalicia de los jesuitas. Con él vinieron otros jesuitas con quienes platicamos varios aspectos de nuestra actual situación y de la Iglesia. El padre Arrupe mandó un saludo especial, que yo también le respondí con fraternal cariño, agradeciéndole su apoyo y solidaridad.
La otra visita importante de esta tarde fue la del ministro de Defensa, coronel García, junto con el Subsecretario. Expresaron ampliamente sus deseos de transformación en el país y cómo era injusto que se les calificara de derechizar el movimiento. En forma concreta, se refirió a mi denuncia del domingo en que pedí la renuncia de este ministro, ya que era lo que a mí me parece conveniente, después que todos los demás ministros han renunciado y él sigue siendo una figura que entorpece la credibilidad de este proceso de transformaciones en el país. Hubo una amplia conversación que duró casi dos horas.
Visita también de miembros de la iglesia Emmanuel para tratar asuntos de la próxima celebración de la Semana Ecuménica. Finalmente, el padre Gregorio Rosa, me hizo algunas observaciones al trabajo que pienso presentar en Bélgica y del cual debo perfeccionar varios detalles.
VIERNES, 11 de enero de 1980
Esta mañana ha habido varias visitas de carácter particular, pero algunas de carácter más oficial y trascendente, como fue la entrevista con el gerente de la YSAX, dilucidando el problema de los comentarios del mediodía. El conflicto ha surgido especialmente por un comentario acerca de la opción del licenciado Salvador Samayoa, que después de ser ministro de Educación se ha ido a la clandestinidad, a las FPL, y se presenta el comentario casi elogiando esta actitud y animando a seguirla, ya que parece no haber otra opción en el momento. Esto pareció como una incitación a la insurrección y por eso no se ha dejado publicar en la radio, lo cual ha suscitado tensiones en el grupo de comentaristas. Vino el padre Estrada y dialogó con el gerente, Navarro, y con monseñor Urioste y quedó convencido de las razones que se tuvieron para suprimir este comentario. Por mi parte, les supliqué que siguieran prestando este servicio de solidaridad con la línea de nuestra Iglesia.
Otra visita importante fue la del doctor Rubén Zamora, del Partido Demócrata Cristiano, quien venía más bien en un carácter particular a buscar un poco de fortaleza, consuelo y orientación, ya que el momento para el partido es sumamente difícil, habiéndolo dejado casi a él solo para salvar la situación del país, mientras, al otro lado, están las organizaciones populares que se unen como para combatir esta alianza del Partido Demócrata Cristiano con el Ejército. Traté de decirle que, como hombre de fe y de esperanza, tiene que servir con generosidad al país, y las mismas vicisitudes y riesgos hay que aceptarlos con rectitud de intención; creo que fue satisfecho en su consulta, más bien de carácter espiritual. Por mi parte, creo que debo animar la esperanza de todos los que sienten la preocupación por el país en un momento tan difícil.
Vino también a exponerme los desórdenes que se notan en la oficina de Cáritas la nueva Gerente que está con muy buena voluntad. Yo le dije que no se desanimara y que, precisamente, por eso se le había llamado, para ayudarnos a que funcionara una verdadera Cáritas de la Arquidiócesis.
El padre Ramón Vega que va a ser secretario del Secretariado Social, va a ser también el encargado de Cáritas. He firmado varios nombramientos de vicarios cooperadores. La capellanía del asilo Sara también se la he confiado al padre Bernardo Amaya. Los padres del Oratorio, que han sido disueltos y buscan el trabajo en la Arquidiócesis, sirviendo a las parroquias de Colonia Luz y 10 de Septiembre, se han organizado como en un equipo para administrar estas dos parroquias. El padre Brito me enseñó una carta bastante impresionante del padre Fernando Abad, que se encuentra en Colombia, un poco incierto de su situación pastoral y diocesana. Le mandé decir que viniera, que había mucho trabajo y que nos organizáramos para que no sintiera esta situación psicológica difícil que está viviendo.
El diácono Pedro García, que ha venido de La Ceja, Colombia, me ha dado mala impresión porque quiere hacer prevalecer su ansia de ser sacerdote cuanto antes y no quiere someterse a la prueba del diaconado, que por experiencia, tenemos que poner en nuestra Diócesis. Su último rasgo ha sido una carta pidiendo la excardinación, porque no puede trabajar en la línea de nuestra Arquidiócesis y que ya tiene un obispo que lo va a recibir. Vamos a pedir a qué obispo se refiere, porque tengo que informar su actitud, pero antes lo llamaré pastoralmente para que reconsidere sus pasos.
Por la tarde, una visita muy importante de un periodista que cubre ochenta medios de comunicación social y tuvimos más de una hora una entrevista en la que, gracias a Dios, supe expresarle con la mayor precisión posible la posición de la Iglesia. Él me expresó que por todas partes del país y en los diversos sectores con quienes ha conversado, existe mucho respeto y solidaridad conmigo, lo cual le agradecí, diciéndole que mi actitud era, precisamente, de libertad para juzgar las actuaciones de todos desde la luz del Evangelio y, sin duda, por esto la verdad siempre brillará.
Por la noche, el padre Paulino que va a tener a su cargo el grupo de estudiantes, vino a visitarme para determinar los últimos detalles de su residencia en nuestra Diócesis. Ha quedado que tomarán la parroquia de Lourdes y para eso se le comunicará; ya le dije al padre Cortez, como vicario general, que le comunique al padre Mateo Quijada que la parroquia de Lourdes, que hasta ahora ha sido encomendada a él, se encomendará a esta comunidad paulina. Los estudiantes paulinos, igual que los pasionistas ya antes, van a tener a su cargo, además de su estudio en el Seminario, esta tarea pastoral de la parroquia de Lourdes.
También me visitaron un católico y dos bautistas, que están organizando la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos; les agradecí su iniciativa y les he ofrecido todo mi apoyo, ya que es una de las ideas que el Concilio ha impulsado para la Iglesia moderna, el ecumenismo.
También platiqué con un empresario joven, progresista, que siente el conflicto tan tremendo del momento, frente a una oligarquía a la que él pertenece por categoría económica, pero de la cual está muy lejos por su sensibilidad social; con otros de iguales sentimientos, tratan de ser colaboradores en las transformaciones del país y piden orientación y apoyo, que con mucho gusto les di de mi parte.
He tenido otras llamadas telefónicas a varias personas que han querido hablar conmigo y terminamos ya muy noche nuestra tarea, pero con la satisfacción de haber hecho algo por el Reino de Dios.
Olvidaba decir que también el padre Chus Delgado y Aníbal Romero me han ayudado a expresar mejor los sentimientos pastorales en el discurso que, Dios mediante, pronunciaré en la Universidad de Lovaina, con motivos de mi título de Doctor Honoris Causa el próximo 2 de febrero.
SÁBADO, 12 de enero de 1980
Hacia el mediodía me llamó el coronel Gutiérrez, de la Casa Presidencial, para pedirme si podía mediar en el asunto de la ocupación de la Embajada de Panamá, donde además está como rehén el embajador de Costa Rica. Fue, de parte del Arzobispado, a platicar con los ocupantes, que son las Ligas Populares, un bachiller del Socorro Jurídico, pero no quisieron aceptar esta mediación, pues ya la han pedido los embajadores de Venezuela y México; así respondí al coronel Gutiérrez y agradeció, por lo menos, nuestra buena voluntad. Pero la situación ha seguido lo mismo en la Embajada de Panamá.
Supimos por la tarde que, en Arcatao, las dos religiosas guadalupanas habían sido capturadas como rehenes, por un Guardia Nacional, que ha sido capturado por alguna organización popular. Nos dirigimos al ministro de Defensa y éste mandó de la Guardia Nacional que fueran a investigar y, gracias a Dios, a medianoche, regresaron las hermanas, las cuales informaron que, efectivamente, habían estado prisioneras, separadas, con la amenaza de que, si no aparecía el guardia que habían capturado las agrupaciones, las iban a matar a ellas.
Almorcé con los sacerdotes Fabián Amaya, monseñor Urioste, Rafael Urrutia y la señorita Doris Osegueda, para asesorarme de la situación de la semana. Es interesante el criterio de Iglesia con que se orienta esta consulta, que yo siento necesaria para mi homilía.
Por la tarde, la visita de un periodista mexicano, que cubre unos ochenta medios de comunicación social. La conversación se prolongó por más de una hora y resultó muy interesante acerca de la situación del país, y del papel que la Iglesia está jugando en este momento.
DOMINGO, 13 de enero de 1980
Celebré como de ordinario la misa de domingo en la Catedral con bastante asistencia. El tema fue el bautismo de Nuestro Señor y nuestro bautismo, que nos compromete a ser mejores ciudadanos; hubo aplausos, como otras veces; hubo agentes de televisión de Guatemala y de algotro país. Después de la misa, unos obreros de fábricas en huelgas se tomaron la Catedral. Me indicaron que no se trataba de una ofensa a la Iglesia, sino de pedir una presión para poder dialogar con la parte patronal, que se niega, en esta huelga, y que afecta a muchos obreros, y me pedían que hiciera yo el papel de mediador para acercar a los patronos y dialogar con ellos. Les ofrecí mis servicios, pero también les hablé de que no era conveniente esta actitud de tomarse el templo porque estorban el culto de nuestra iglesia; sin embargo, ha seguido ocupada todo este día. Después de misa tuve una rueda de prensa y también de televisión, en la cual se hicieron las preguntas de costumbre sobre la situación del país; los periodistas temen, y por eso dicen que tendrán que seguir aquí en El Salvador, cualquier desenlace que pueda venir, sobre todo si es de carácter sangriento. Esperamos que sean prudentes los hombres y sepan negociar a tiempo. Lástima que hay mucha gente animada por este espíritu de violencia y ya están llamando casi a la insurrección popular.
Por la tarde, fui a San Pedro Perulapán, donde el padre Solórzano dirigía una reunión de laicos de todo el departamento de Cuscatlán; conversé con ellos y se ve que hay muy buenos laicos que son una esperanza para nuestra Iglesia. En la misa, la hermana Beatriz, una de las dos que fueron capturadas en Arcatao, dirigió la palabra y expuso la situación de Arcatao, donde según habían amenazado, si a las dos de la tarde no devolvían al guardia prisionero, iban a hacer un operativo muy cruel en aquella región. Se hizo un llamamiento, tanto a los que tienen al guardia para que lo devuelvan como a la Guardia, para que no vaya a proceder con espíritu de venganza. También una Comisión Ecuménica aprovechó la cátedra de la homilía para invitar a celebrar el Octavario de la Unidad, que como siempre será del 18 al 25 de enero.
LUNES, 14 de enero de 1980
Esta mañana, tuvimos la reunión de Senado Presbiteral; se habló de mi próximo viaje a Bélgica. Se me recomendó ir a Roma llevando informes objetivos para contrarrestar cualquier parcialidad que allá pudiera filtrarse. Se habló también de la renovación del Senado y de los vicarios, el próximo mes de marzo. Luego, entramos de lleno a analizar la situación política del país y gocé mucho viendo la madurez de mis sacerdotes en esta reflexión realista, a pesar de tener criterios diversos en política. Sin embargo, hay una sola visión pastoral y noté crecimiento en el sentido de Iglesia. Por lo cual, los felicité y les supliqué seguirme asesorando para que, en este mar revuelto de la política de la patria, nuestra Iglesia sea conducida con criterios evangélicos y pastorales que la hagan útil, precisamente, a este torbellino que nos rodea.
Estuve esperando los mensajes de las Fuerzas Liberadas para tratar el asunto del secuestro del embajador de Suráfrica, pero no vinieron; espero que, mañana, vengan a recoger una respuesta interesante.
Por la noche, tuve un análisis de carácter psicológico con el doctor Semsch, quien reafirme que la posición que estoy tratando de llevar es la correcta; una línea vertical que haga honor a la predicación, a la mentalidad de la Iglesia. Analizamos algunos puntos negativos y ha sido para mí una reflexión muy enriquecedora psicológicamente.
Este día también fui a visitar a las dos hermanas guadalupanas que sufrieron recientemente en su comunidad de Arcatao. Allá fue prisionero de un grupo de organizaciones populares un guardia nacional y quisieron hacer como rehenes a las dos religiosas y a un hermano que estaba con ellas trabajando en Arcatao; las llevaron a la cárcel y las amenazaron que, si no aparecía el guardia nacional, ellas iban a sufrir las consecuencias: ¡las iban a matar! Aquí acudimos al Gobierno y gracias a esta intervención fueron a recogerlas, lo cual pareció una cosa muy difícil, ya que el director mismo de la Guardia dijo que cuando estos agentes se insurreccionaban, no obedecían a ninguna autoridad, pero, gracias a Dios, las religiosas pudieron volver. Llegaron a medianoche, casi a las dos de la mañana, y fueron entregadas después de pasar por el cuartel general de la Guardia, en el Arzobispado, donde las recibió el padre Rafael Urrutia y el padre Salvador Colorado. Ellas están muy apenadas con los sufrimientos de aquella gente, ya que de no aparecer el guardia, sin duda que habrá venganzas muy crueles en todo aquel sector.
A últimas horas de la noche, me llamó la directora del Colegio Guadalupano para decirme que la Superiora General había ordenado que se fueran para México las dos hermanas, mientras pasaba el peligro que aquí pueden correr. Yo objeté que no era para tanto, y que podían, en el mismo colegio, pasar unos días. Sin embargo, es orden superior y mañana el vicario general, monseñor Urioste, irá a hablar con las guadalupanas para dar la opinión de nuestro Arzobispado y ver si, en este diálogo, se hace con más tranquilidad el enfrentamiento de esta situación.
MARTES, 15 de enero de 1980
Este famoso día del Señor de Esquipulas en nuestra Arquidiócesis se celebra en San Bartolomé Perulapía, en Colón y en Aguilares, donde al Santo Cristo se le da el título del Señor de las Misericordias. A esta comunidad fui a celebrar la Santa Misa; la iglesia estaba repleta de gente; íbamos a inaugurar la clínica asistencial que atiende allá un médico muy abnegado junto con el padre Octavio Cruz y las religiosas oblatas al Sagrado Corazón. Hay muchos catequistas y hay comunidades muy vivas, recuerdos del padre Grande y de los jesuitas que trabajaron tan intensamente en aquella pastoral. Quedé muy satisfecho de la vida de aquella liturgia. Mi mensaje fue enfocar «el Cristo crucificado con su misterio de encarnación, de crucifixión y de resurrección», como camino y meta de la promoción humana que todos dentro de nuestra evangelización tenemos que hacer.
Por la tarde, vinieron los mensajeros de las FPL a llevar la respuesta de parte de la familia del señor Dunn, ex embajador de Suráfrica, que está secuestrado. Envié una respuesta a las FPL, por medio de las personas encargadas de esta comunicación. En ellas iba la respuesta de la familia del señor Dunn y también una carta mía, en que invocaba los valores humanos para que se diera libertad a este pobre hombre, cuya esposa está gravemente enferma.
Relacionados con este mismo secuestro, estuvieron don Ernesto Rivas Gallont y otro pariente que, independientemente de don Ernesto, quiere que represente yo mejor a la familia y sea el único trámite para acelerar la resolución de este penoso asunto.
Vino también a conversar un delegado del Bloque Popular Revolucionario y lo atendimos junto con el padre Rafael Moreno y es admirable cómo tienen capacidad de análisis y tienen ideas políticas muy claras. Por nuestra parte, más bien tratábamos de ver lo que interesaba para la misión de la Iglesia.
Junto con un grupo ecuménico, preparé la grabación para la entrevista de mañana. Un tema muy agradable y ameno fue el del ecumenismo, bajo diversos aspectos desarrollado en forma de una conversación de carácter natural.
Monseñor Urioste me informó de su visita a las religiosas guadalupanas donde están decididas a llevarse a México las dos religiosas que sufrieron persecución en Arcatao. También me informó Monseñor de la reunión con los comentarios de YSAX para resolver un impasse en que se encontraba este programa. Todavía quedaron algunas cosas por resolverse últimamente.
MIÉRCOLES, 16 de enero de 1980
Desde anoche, como a las once, el padre Fermín Sáinz me anunció la visita de la esposa de don Jaime Hill, secuestrado por el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y han señalado para este día, a las siete de la noche, su ejecución si no se cumplen las condiciones que han puesto y que, confidencialmente, me explicaron que se trata de veinte millones de colones y que ellos han hecho todo lo posible por conseguirlos y no han podido alcanzarlos, dada la situación de congelamiento de los bancos y otras leyes que les imposibilitan conseguir, ni siquiera prestada, una cantidad tan exorbitante y han venido a pedirme la mediación, que diga unas palabras por radio, para que las oigan los captores, sobre la situación tan difícil de la familia, pidiendo una prórroga a este plazo perentorio y una negociación para cubrir lo posible esas condiciones. Yo hice una grabación para que la pasen por la YSAX, en este sentido de llamamiento, y ellos las pasarán también por otras emisiones de radio.
Salí luego para San Miguelito, en Chalatenango, donde había una celebración de Corpus. Fue una llegada muy cariñosa. Niños con ramos de pino en sus manos y una subida pintoresca a la altura de la ermita y del grupo escolar, donde fue la misa con mucha concurrencia de gente. En la misa, tomaron la palabra algunos laicos que expresaron, en forma sencilla pero muy cordial, su solidaridad con el pastor.
Por la tarde, al regresar, traía la inquietud de ver alguna respuesta a mi llamamiento, pero no ha habido más que una confirmación de las condiciones que se publicaron por algunas emisoras, diciendo que prolongan, pero por corto tiempo, el plazo y que puede, perfectamente, esta familia, hacer uso de su dinero que tienen en el extranjero y no aceptan ninguna otra negociación.
Recibí también la visita del padre Estrada con Eddie Stein, quienes se preocupan del programa del mediodía, los comentarios de la YSAX. Yo he visto también la conveniencia de que sea una voz de la emisora, pero les pedí que se sometieran a una previa censura para evitar los conflictos que han llevado a suspender este programa por estos días.
Hablé también con monseñor Rivera por teléfono para manifestarle mi sorpresa acerca de la Conferencia Episcopal y mi propósito de no asistir a la próxima reunión.
Recibí llamada telefónica de monseñor Marcos McGrath, el arzobispo de Panamá, quien también fue solicitado de hacer un llamamiento a propósito del secuestro mencionado y me dijo que lo había hecho, pensando que no tendría yo inconveniente y que había aprovechado para hacer un llamamiento también para unas soluciones pacíficas en El Salvador. Supe también que se había referido al asunto el señor arzobispo de San José de Costa Rica, a través de la Cadena Centroamericana de Radio.
Tuve una entrevista con un periodista brasileño sobre la situación del país y el papel de la Iglesia. Este día se comenzó en Domus Mariae una serie de estudios sobre Comunidades Eclesiales de Base que va a durar tres días. Lamentablemente, yo confundí la fecha y me comprometí con una salida estos dos próximos días a La Palma, por lo cual, supliqué a monseñor Urioste que estuviera presente y cuidara mucho el sentido eclesial de esta reunión. Según me informó, el trabajo del primer día ha sido muy positivo y que él no tiene preocupaciones mayores, ya que todo va procediendo bien.
Hoy terminamos el discurso que voy a pronunciar en Bélgica y mañana, primero Dios, lo mandaré por correo aéreo de entrega inmediata. Los detalles de mi viaje están ya también precisados. Iré por Iberia a Madrid, Roma y de allí a Bélgica, para aprovechar en Roma algunos negocios con las Congregaciones de Obispos, de Seminario y visitar a monseñor Pironio y, si es posible, también la Secretaría de Estado.
JUEVES, 17 de enero de 1980
Desayuné con monseñor Rivera y comentamos la situación de la Conferencia Episcopal y nuestras relaciones pastorales.
Luego me fui para La Palma, donde el padre Vitto Guaratto me ha preparado dos días de visita pastoral. Salimos de La Palma inmediatamente para San Ignacio, el pueblo filial de esta parroquia, donde un grupo pequeño, pero muy cariñoso de cristianos, me dio la bienvenida y celebramos en la iglesia una bonita ceremonia de confirmación y primera comunión. Platicamos, al final, con el grupo que ayuda más íntimamente al Padre, me pidieron que fundáramos allá una comunidad de religiosas y conversamos con el Padre de la posibilidad de llevar dos o tres hermanas franciscanas. Almorzamos en La Palma y nos fuimos inmediatamente a las pintorescas cumbres de Las Pilas, una carretera sumamente empinada. El jeep se nos descompuso a medio camino, pero aprovechamos el otro jeep que llevaban las hermanas que trabajan en Citalá, otra población filial de La Palma. Pasamos por un lugar que se llama Miramundo, y es la cumbre más alta de El Salvador, a dos mil doscientos metros de altura, y de allí descendimos un poco hacia el valle pintoresco rodeado de pinos de Las Pilas, adonde convergieron otros cantones de aquellas cumbres. Celebramos una preciosa Eucaristía fuera de la iglesia porque la muchedumbre no cabía. Una acogida muy cariñosa y se celebraron varias primeras comuniones y muchas confirmaciones preparadas por los catequistas de aquel lugar.
Descendimos ya por la noche, después de haber escuchado muchos mensajes de aquellos fervorosos católicos. El Espíritu Santo hace maravillas en esta gente sencilla, que por otra parte, son promovidos por la Revolución en el Espíritu, que este padre franciscano fomenta con bastante equilibrio.
Después de una noche tranquila en La Palma, celebramos allí, por la mañana, una concentración de fieles venidos de las diversas regiones de la Parroquia. La iglesia estaba repleta, hice muchas confesiones, dimos la absolución general, con la condición de que se confesaran después, y celebramos primeras comuniones y muchas confirmaciones, bien preparadas. En la noche habíamos tenido una reunión con los principales dirigentes de la Parroquia que colaboran con el sacerdote. Visité con el Padre, luego, la obra que está haciendo: un centro que es una verdadera universidad campesina, con bastante trabajo, pero una obra muy bien hecha, donde se darán cursos, o se darán retiros espirituales, etc.
El saldo de esta visita es muy positivo y me parece caracterizado por una conciencia de Espíritu Santo, a través de la catequesis para las confirmaciones. Me di la idea de que es una gente muy capaz de captar esta revelación que Cristo nos trajo del Espíritu Santo y que lo viven con bastante intensidad, con mucha piedad. Les agradecí por ese tesoro de oración que surge allí y que es como el pulmón, la respiración de la Iglesia. Después del almuerzo, colmado de dones y cariño de esa gente, regresé a San Salvador, donde me esperaba una tarde bastante ocupada.
Se inauguraba esta noche la reunión ecuménica; ocho días de oraciones por la unidad de los cristianos. Pero no pude asistir a su inauguración porque había en el hospital de la Divina Providencia visitas muy importantes de problemas que abundan en estos días. Tuvimos también una cena de reflexión sobre la realidad de El Salvador, que me pareció bastante iluminada, a pesar de lo complicado de la situación.
SÁBADO, 19 de enero de 1980
Caracteriza esta mañana la reunión general de la CONFRES, donde desarrollé el tema del servicio de la vida religiosa en la situación actual del país, invitándoles a identificarse con la línea de la Arquidiócesis, ya que constituye una de las señales de autenticidad religiosa el saber adaptarse al trabajo pastoral de la Iglesia particular donde trabajan.
Tuve visitas de las familias de los secuestrados, de la familia Hill y del ex embajador de Suráfrica. Y abrigan esperanzas, tienen gran confianza en la Iglesia, acuden a ella, agradecen toda intervención. Trato de darles, sobre todo, consuelo y mucha confianza en Dios y de aceptar lo que él disponga y de mantener alto el espíritu para orar y para confiar.
El padre Moreno y la señorita Doris y el padre Rafael Urrutia se reunieron conmigo para elaborar el resumen de la semana que me servirá para la homilía.
DOMINGO, 20 de enero de 1980
Estando ocupada la Catedral por sindicatos que reclaman la apertura de sus fábricas que dicen ellos que han sido injustamente cerradas; litigio en que también la Iglesia ha intervenido, tratando de llamar a diálogo a la parte patronal, pero sin lograrlo y por eso la Catedral continúa ocupada, tuvimos que celebrar la misa dominical en la basílica del Sagrado Corazón con la asistencia que suele acudir a la Catedral. El pasaje evangélico de las Bodas de Canaán me dio la oportunidad de hacer una homilía de optimismo y de alegría, ya que Dios ha querido revelar el Misterio de Cristo y de la Redención bajo el signo de un festín de bodas y que, a pesar de las dificultades y problemas, como el que detectó la Virgen en aquellas bodas, confiaba siempre en la Iglesia porque Cristo está presente en los problemas y dificultades.
Después de la misa, fui a San Francisco, en Mexicanos, donde se coronaba una vigilia de oración y una profesión de fe, que arrancaba de San Antonio Abad, donde murió hace un año el padre Octavio Ortiz y cuatro jovencitos que hacían retiro espiritual, y de campaña, frente a la iglesia de San Francisco, en el instituto que construyen las hermanas carmelitas. Una gran muchedumbre asistió a la Eucaristía que concelebramos con los sacerdotes de la vicaría de Mejicanos y otros amigos del padre Octavio. Prediqué en la homilía de los dos ámbitos de nuestro mensaje liberador cristiano: la trascendencia, desde donde Octavio y los muertos nos hablan, el fin y el destino de nuestro reino en la tierra, y la tierra, donde nosotros todavía tenemos los pies puestos, para encarnar ese mensaje trascendente, en la medida en que aquí trabajemos por la liberación de nuestro pueblo, por la redención cristiana del mundo, así tendremos también una parte en aquel cielo que es premio trascendente de los trabajos de la tierra.
Me costó salir porque había mucha gente que saludaba.
Fui a almorzar con las hermanas oblatas al Divino Amor del colegio de la Sagrada Familia. Sentí mucho no aceptar la invitación del párroco, que junto con todos los sacerdotes iban a almorzar en Mejicanos, pero yo me había comprometido con esta comunidad religiosa y me esperaban ya para llevarme.
Por la tarde, nuevo encuentro con las familias de los secuestrados. Tengo también un mensaje de los secuestradores del ex embajador de Suráfrica y conversamos con las difíciles circunstancias que se proponen como condiciones. A este propósito, también me llama, desde Estados Unidos, la hija del ex Embajador, sumamente afligida; traté de darle ánimo y orientarle hacia algunas gestiones que se pueden hacer.
Por la noche, me visitó el doctor Saca para despedirse, porque se va para Estados Unidos con su familia, a instalar su familia y volver. Me dijo que estaba enfermo en su clínica el coronel Gutiérrez, uno de los miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno, y le supliqué que me llevara a verlo. Platicamos, traté de animarlo y de darle el consuelo que la Iglesia suele dar; lo vi bastante sereno, aunque sé que los problemas en el Gobierno son muy difíciles.
LUNES, 21 de enero de 1980
Esta mañana, tuve reunión con el Senado Presbiteral para continuar y poner al día nuestro análisis sobre la situación del país y, sobre todo, para ver la actitud que, como Iglesia, debemos tomar en la Arquidiócesis. Se expuso cómo hay en el ambiente una psicosis, como si todos esperaran próxima una guerra civil. La manifestación que han anunciado para mañana las organizaciones políticas populares, ha causado mucha impresión y la expectativa casi equivale a una espera de la guerra civil. Hemos analizado la situación y es, ciertamente, grave, pero nuestro deber como Iglesia es mantener esperanza y ser superiores a todas las falsas noticias y tratar de vivir en la realidad y, sobre todo, en la conciencia íntima con nuestro Dios. Inculcar esto a nuestras comunidades es el deber primordial de esta hora.
Respecto a mi viaje a Bélgica, quedamos que nos vamos a reunir dentro de dos días, después de la manifestación, para ver cómo están las cosas y ver qué conviene hacer. También se suspendió la reunión de pastoral que se había programado para mañana, en atención a este nerviosismo también.
Entre las visitas que llegaron, la del diácono Pedro García, que me ha causado mucha desilusión. Después de haberlo formado en La Ceja, en Colombia, él se empeña en irse de la Diócesis porque cree que, en conciencia, no puede seguir las líneas pastorales de nuestra Arquidiócesis. Traté de convencerlo de su error y de que advirtiera, también, cómo en nuestra Arquidiócesis hay un sano pluralismo, donde caben todas las tendencias con tal que sean legítimamente pastorales. Sin embargo, está dispuesto a irse. Yo le puse dos condiciones: primera, que me dijera a qué diócesis iba para dar un informe en conciencia y descargar así yo también mi responsabilidad; y segunda, que recuperara a la Arquidiócesis los gastos económicos que se han hecho en él.
Hubo también un contacto con los secuestradores del ex embajador de Sudáfrica, quienes piden datos sobre el médico que anunciaron que podía ir a verlo. Aproveché en mandarles otros datos que conviene que ellos sepan, en favor siempre de la liberación de este pobre secuestrado.
En la radio, a propósito de los comentarios, he tratado de presionar un poco para que no nos dejemos llevar de la cobardía; verdadera prudencia sí; censura, también, racional, pero que no dejemos los programas de los comentarios, ya que son de mucha utilidad para orientar a nuestro auditorio en este momento tan confuso.
El hecho más consolador de este día fue la celebración que tuvimos a mediodía en Apulo, en el hogar Santa Teresita, donde se ha inaugurado el Seminario de vocaciones tardías. Un grupo de jóvenes que ya pensaban que era imposible para ellos el estudio del Seminario, ha encontrado junto con el padre Fabián, vicario episcopal de Chalatenango, una experiencia para poner al día sus estudios y poder continuar en estudios eclesiásticos. Fue hermoso el oírlos, la alegría de su esperanza renacida. Juntamente con esta experiencia, nos sorprendió la promesa de tres jóvenes, que durante varios meses han venido madurando la idea de constituir una comunidad, con promesas de votos religiosos por un año, y a vivir encarnados en la comunidad de Ilopango. Otra experiencia que también vivimos es la de cinco carmelitas que han dejado la congregación, pero que continuarán unidas sin dejar su espíritu religioso y de servicio a las comunidades de la Arquidiócesis. Residirán en Guazapa y a mi regreso de Bélgica iremos a celebrar la ceremonia de su incorporación a aquella comunidad. También fue en esta ocasión en que el Espíritu Santo ha mostrado tantos dones, donde di la confirmación a un estudiante novicio jesuita que tiene que irse a continuar su preparación a Panamá y que recibió, en medio de aquel ambiente tan carismático, esta preciosa dádiva del Espíritu Santo.
MARTES, 22 de enero de 1980
Este día fue marcado por la tragedia. Las organizaciones políticas populares organizaron una manifestación conjunta, se dice que la más grandiosa de toda la historia de nuestra nación. Efectivamente, desde el monumento del Divino Salvador arrancaba hacia el centro de San Salvador por cuadras y cuadras; pero a la altura del Palacio Nacional, se inició un tiroteo que desbandó esta preciosa manifestación, que era una fiesta del pueblo. Se refugiaron en las iglesias, en los almacenes y todos los lugares adyacentes, pero quedaban varios muertos en la calle y también muchos heridos, los que fueron llevados a los centros asistenciales, mientras los muertos se recogían después de ser reconocidos por los jueces. Sólo en la Catedral había por la noche once cadáveres. Ha sido un misterio porque inmediatamente me hablaron de la Casa Presidencial alarmados por lo que había sucedido y asegurando que los cuerpos de seguridad...
Este día está marcado por la tragedia. En 1932, este día se inició allá por occidente, la gran masacre del general Martínez contra una llamada Insurrección Comunista. Conmemorando ese aniversario, se organizó una manifestación de las organizaciones políticas populares y otras organizaciones de izquierda en San Salvador. Se dice que es la manifestación más grandiosa de la historia nacional. Efectivamente, desde el monumento del Divino Salvador arrancaba esta manifestación hacia el centro de San Salvador, llenando cuadras y cuadras. A la altura del Palacio Nacional, comenzaron ráfagas de metralla contra la manifestación, la cual se dispersó aturdida por todas partes, dejando en las calles varios muertos y muchos heridos.
Muchos se refugiaron en la Catedral, otros en la iglesia del Rosario y en otros lugares adonde se podían meter. Recibí comunicación de la Casa Presidencial del ingeniero Héctor Dada, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno, me informaba que el tiroteo no era de los cuerpos de seguridad, porque todos estaban acuartelados y que se había notado algunos disfrazados de agentes militares que habían participado en esta manifestación, y que la queja que se había hecho desde la iglesia del Rosario, por parte de Marianela García, miembro del Comité de Derechos Humanos de El Salvador, era falsa, la cual había dicho que alrededor de la iglesia había policías que pedían que se retiraran, porque no había tales policías, según el informe del Gobierno, que los tiros que se habían encontrado no pertenecían a armas de los cuerpos de seguridad, etc. Pero por otra parte, reporteros que estaban presentes en los hechos y muchas voces de testigos, señalaban que los guardias que estaban en el balcón del Palacio Nacional habían tiroteado a la muchedumbre; algunos aseguran que hubo una provocación anterior a la actitud de los guardias. El hecho está muy confuso, y por parte de nuestra Iglesia, hemos iniciado una investigación serena para informar nuestro juicio desde la Iglesia.
Hemos tratado de colaborar en esta tragedia, ayudando a evacuar a la gente que estaba en la Catedral, unos trescientos refugiados, que fueron llevados al Arzobispado, donde se les proveyó de comida y dormida. Han sido aquí muy generosas las religiosas y otras instituciones católicas que se han prestado a colaborar con esta ayuda de la Iglesia. Pero gran parte del pueblo se refugió en la Universidad, donde se calculan unas cuarenta mil almas. La noche ha sido trágica. Ha habido bombas por diversos sectores de la ciudad; una de ellas fue puesta, sin duda, por los de extrema derecha en la antena de nuestra emisora católica, YSAX, la cual ha sufrido algunos daños, aunque no de gravedad. Domus Mariae, donde está la antena, también ha sufrido en sus edificaciones.
En otra intervención a la Casa Presidencial, pedí a Sigfrido Munés, encargado de la Secretaría de Información, que no encadenaran las emisoras particulares a la gran cadena de la Radio Nacional porque quitaban así la espontaneidad y el pluralismo de la información; pero el señor Munés me contestó que era una táctica para evitar tergiversaciones y que todos los servicios se unificarían a través de la Radio Nacional. Yo insistí en que no se hiciera esto en forma permanente, sin embargo, la cadena nacional ha permanecido quitando así toda iniciativa y toda participación a las diversas emisoras que habían estado prestando tan buen servicio social e informativo. Ha habido otras comunicaciones con el Gobierno y con los diversos sectores del pueblo, en mediación que ha prestado la Iglesia voluntariamente.
En cuanto a los trabajos de la Curia casi todos los ha absorbido hoy esta psicosis de nuestro pueblo y no han faltado en el Arzobispado muchas visitas, también bajo el nerviosismo de esta situación de violencia.
MIÉRCOLES, 23 de enero de 1980
Desde las primeras horas, se nos pidió intervención para que se retirara el cerco militar que se ha tendido alrededor de la Universidad Nacional, donde hay más de cuarenta mil personas que se sienten como atrapadas y que piden retiro del cerco militar, para poderse retirar e irse a sus casas. De parte de la Casa Presidencial, a donde acudimos con esta demanda, se nos dijo que la intención de este cerco no era aprisionar a los que están en la Universidad, sino defenderlos de los ataques de la derecha, que han sido los que originaron la tragedia desde ayer, y que podían estar continuando sus ataques a los organizados cuando salieran de la Universidad y, por eso, se habían puesto estos retenes, para evitar que molestaran al pueblo. Hemos insistido en que esta manera de interpretar, el pueblo tal vez no la puede comprender. Se nos pidió que una comisión del Arzobispado, junto con la Cruz Roja y la Comisión de Derechos Humanos fuera a intervenir a la Universidad, donde ya esa muchedumbre se estaba amotinando contra la guardia, para que tratáramos de convencer de que se iba a retirar el cerco y que fueran prudentes y tranquilos en la salida, y que no interpretaran mal el cerco de los militares.
Fueron el padre Cortés, vicario general, el padre Jesús Delgado, el padre Rafael Moreno y el licenciado Roberto Cuéllar, quienes hicieron su papel de intervención en la Universidad Nacional. Se logró quitar el cerco militar y la salida pacífica de aquella muchedumbre.
Por la tarde, hubo una concentración en el parque, junto a la Catedral, y en la Catedral, donde celebré, rodeado con varios sacerdotes, la misa por los difuntos y dirigí un mensaje a aquella muchedumbre que rodeaba las cajas de los muertos. El entierro no se hizo esta tarde, sino hasta mañana por la mañana, cosa que me sorprendió, puesto que me habían invitado para la misa con motivo del entierro, pero así son estas organizaciones que tergiversan o desorientan las cosas para sus fines. De todas maneras, la Catedral está prestando este servicio a los pobres.
Por la mañana, este día, tuve dos importantes reuniones: una con el Senado Presbiteral para analizar lo sucedido en la manifestación de ayer y, más que todo, para tomar medidas de actuación ya en este momento, habiendo sido una de las conclusiones la Comisión que se fue a mediar en la Universidad; quedamos que mañana continuaremos nuestro análisis, sobre todo, para determinar cuál es la función de la Iglesia en este momento. La otra reunión tuvo lugar en el convento de la parroquia de La Asunción, de Flor Blanca, con la comisión de administración de bienes del Arzobispado. Se hizo un análisis del trabajo que esta comisión está haciendo con tanto sacrificio y con tan buena voluntad y, al mismo tiempo, se señalaron las deficiencias de la función como también de algunas personas en el trabajo del Arzobispado. He tratado de darle más autoridad a esta comisión y de reorganizar el funcionamiento del aspecto financiero de nuestro Arzobispado, el cual se confiará plenamente a la comisión de administración de bienes.
Por la tarde, tuve tres importantes visitas que recibí con el asesoramiento de monseñor Urioste y del padre Estrada. La primera fue del señor embajador de Estados Unidos junto con el subsecretario de la Secretaría de Estado de Estados Unidos, que se entiende de los asuntos de América Central y del Caribe. Fue una visita de una hora, en la cual analizamos detenidamente la situación y se nota de parte de Estados Unidos un apoyo al Gobierno. Muy confidencialmente nos contaron varios aspectos de sus proyectos y de su buena voluntad para El Salvador y, de nuestra parte, con mucha franqueza, también pusimos nuestros criterios. La segunda visita fue de miembros de la Suprema Corte de Justicia, la cual preocupada de los acontecimientos de ayer, trata de llevar a cabo una investigación y por eso visitaban a la Iglesia, que ellos elogiaron en su trabajo de información y de precisión en sus denuncias y en su funcionamiento en favor de los atropellados en nuestro país. Conversamos largamente y nos dimos cuenta de la buena voluntad de estos abogados para darle a la Corte Suprema de Justicia toda la prestancia que en un sistema democrático tiene el poder judicial, que, según ellos dijeron, tiene organismos muy muertos por las tradiciones de nuestro pueblo, pero que deben reactivarse para defender la justicia del pueblo. Hubo conversación muy cordial y, sobre todo, ideales muy patrióticos. La tercera visita fue del señor embajador de España, junto con el encargado de asuntos para América Latina. Conversamos largamente asuntos de España y de América, y analizamos un poco también la situación de El Salvador, que era lo que más interesaba a este representante del Gobierno español. Manifestó que mi nombre es conocido mucho en España y me traía una felicitación y un saludo por el trabajo pastoral que aquí estamos desarrollando.
Todavía más noche, llegó el ingeniero Rosa, hermano del padre Gregorio Rosa, a conversarme de sus experiencias y de su testimonio de la manifestación de ayer, ya que él estuvo en la terraza de la Catedral y pudo observar bien las actuaciones del Palacio Nacional; sobre todo, del grupo de guardias nacionales que, según él, evidentemente, dispararon sobre la muchedumbre.
Este día también y en el Consejo del Senado Presbiteral acordamos que mi viaje no era tan oportuno en un momento en que el pueblo está sufriendo. Sin embargo, los días que faltan decidirán y, de todas maneras, encomendé al padre Gregorio Rosa para que me organizara un viaje que ocupara el menor tiempo posible y que, si era posible, aceptaran allá un representante. El padre Goyo habló con el padre Juan Deplanck, a Bélgica, pero le dijo que era preferible cortar las actividades que él había programado para diez días en Bélgica, pero que no dejara de ir, aunque fuera sólo a recibir el doctorado honoris causa que me ha ofrecido la Universidad de Lovaina. De todos modos, se me ha organizado un viaje sumamente corto, pero que decidiré en los próximos días si lo hago o no.
JUEVES, 24 de enero de 1980
Una llamada telefónica del padre Juan Deplanck desde Bélgica me hace decidir el viaje a aquel país, ya que el Padre me explica que se han hecho varios preparativos, y, aunque puede reducir mucho el programa, sin embargo, cree que es indispensable que llegue siquiera al acto de recibir el doctorado honoris causa de Lovaina. Él también está de acuerdo en que la situación de nuestro país es muy grave y por eso hará lo posible de acortar lo más este viaje. Según él, y yo estoy de acuerdo, se trata de un servicio a la Diócesis. De un apoyo a nuestra pastoral y, en este sentido, creo que debo hacer el sacrificio de ir. Arreglaré, pues, el modo de poder salir el lunes de la próxima semana para estar el sábado, después de haber pasado por Roma, donde tengo algunos asuntos y, el lunes, si todavía me lo pide el padre Juan, el martes de la semana siguiente podré ya emprender el viaje de regreso.
Tuvimos reunión del Senado Presbiteral que con más frecuencia se ha estado reuniendo para analizar la situación tan difícil del país y cumplir la misión de la Iglesia lo mejor posible. Hubo un análisis muy franco y se dieron los elementos para redactar un boletín informativo con el criterio de la Iglesia, acerca de los disturbios con que terminó la manifestación de hace dos días.
En el Seminario hay muchos refugiados de pueblos donde se les persigue, pero ya están saliendo. Se informó en el Senado de la actividad que los representantes de la Iglesia desarrollaron en el desalojamiento de los refugiados en la Universidad, después de quitarse el cerco militar. Es difícil comprender cuál es el verdadero móvil de estas actividades militares, ya que según los civiles de la Junta es para proteger a los mismos refugiados; mientras que las organizaciones y, en general, la sospecha del pueblo, es que se trata de reprimir manifestaciones de las organizaciones populares.
Conversé ampliamente con mi hermano acerca de la organización de la administración económica y de la combinación administrativa de bienes de la Arquidiócesis. Con buena voluntad, él y los padres de la Comisión están dispuestos a prestarme un buen asesoramiento.
Vino también a visitar el Arzobispado la superiora general de la congregación de hermanas pasionistas, que tienen a su cargo el pueblo de San José Villanueva y que, por ir a renovar sus votos, tendrán que dejar esta comisión. Hemos insistido en la conveniencia de no abandonar este campo y, aunque sea desde la comunidad del colegio de la Divina Providencia, puedan seguirlo atendiendo. La Madre prometió estudiar el caso y resolverlo antes de irse para México.
Por la noche, en el Hospital, tuve la visita de la gerente de Cáritas, informándome sobre la actividad con los refugiados pero que puede ser mal interpretada, ya que hay prevenciones contra las organizaciones políticas populares. Le dije que en estos casos lo que prevalece es la necesidad del hombre y la caridad cristiana.
También, por la noche, vino una representación del FAPU. Me acompañó en la visita el padre Rafael Moreno y dialogamos como dos horas sobre el análisis que el FAPU hace de la situación y da la salida pacífica; que ofrece, desde el punto de vista de una unión, una alianza entre las organizaciones populares, la juventud militar, y la parte sana del Gobierno, todo en favor del pueblo. El padre Moreno hizo ver que esta propuesta coincide bastante con lo que yo dije el domingo recién pasado en la homilía. Y de mi parte ofrecí toda la colaboración de la Iglesia a efecto de unir esfuerzos para salvar al país.
VIERNES, 25 de enero de 1980
Esta mañana vino a visitarme la provincial de las carmelitas misioneras españolas, congregación que se ha encargado del cuidado de la Policlínica Salvadoreña, y de dos comunidades eclesiales de la Arquidiócesis, Plan del Pino y La Laguna, en Chalatenango. Platicamos ampliamente de la labor que desarrollan y de la situación del país, y mostró su satisfacción de trabajar en esta Iglesia; lo que yo le agradecí.
También vino por la mañana una comisión del PUCA, Partido Unión Centroamericana, para pedirme que hiciera valer la palabra de la Iglesia, en favor de la unidad de Centroamérica, que para ellos sería la mejor solución de la crisis en cada país de Centroamérica. Piden, concretamente, que ayude a conseguir la Personería Jurídica y que las oficinas y funciones de la ODECA se entreguen a este partido, que es el que mejor puede interesarse de los asuntos centroamericanos.
A mediodía vino monseñor Bambarén, obispo de una diócesis de Perú, presidente de la Comisión Social del CELAM. Dijo que venía expresamente a visitarme y también a invitar a algún representante a la próxima reunión de esta comisión del CELAM, que tendrá lugar en Panamá. Cuando le dije que el presidente de esta comisión en la Conferencia Episcopal de El Salvador era monseñor Aparicio, me dijo que no le gustaba que fuera por las experiencias que se sintieron en Puebla, cuando este señor obispo dio ocasiones de muchos malestares y que mejor invitara a otro, aunque fuera como invitado; lo cual hicimos hablando por teléfono a monseñor Rivera, quien aceptó gustosamente la invitación. Con monseñor Bambarén platicamos ampliamente de nuestra situación; lo siento muy comprensivo, está muy de acuerdo con la línea pastoral de nuestra Arquidiócesis, ya que, él también, en Perú, lleva línea parecida y ha sido objeto de contradicciones, como lo somos aquí. Aquí se quedó en mi habitación y aquí convivió la vida de esta comunidad. Mientras él salía a dar una vuelta yo tuve reunión con los vicarios generales y los cancilleres para hablar de la ausencia, durante mi viaje a Bélgica. Monseñor Urioste es del parecer que no debía ir, dada la gravedad de las circunstancias del momento, pero pensándolo bien yo, como me dijo el padre Juan Deplanck, de Bélgica, haría un servicio a la Iglesia, y reforzaría nuestra línea personal con el honor que allá me prepara la Universidad de Lovaina, por lo cual creo que debo ir y dejar aquí, durante lo más breve que sea posible, un período de unos cinco o siete días, a los encargados de la Curia con suficiente autoridad.
SÁBADO, 26 de enero de 1980
Esta mañana fui a dejar al aeropuerto a monseñor Bambarén, quien se mostró muy cordial y muy contento. Me pidió que le diera una colección de las homilías. Le prometí mandárselas, ya que no las tengo a mano, porque dice que leyó en Orientación la del último domingo y le pareció muy buena, y él quisiera tener otros ejemplares, otras homilías, con gusto le mandaré, lo cual me sirvió a mí de mucho estímulo.
Tuve la reunión para preparar la homilía; casualmente vino antes el padre Ellacuría y el padre Estrada, con quienes conversamos situaciones de El Salvador en Estados Unidos, por donde acaba de pasar el padre Ellacuría, parece que se alarmaron con mi última homilía donde hablaba de un proyecto popular y donde no apoyaba tanto a la Democracia Cristiana, porque para Estados Unidos la solución es la Democracia Cristiana, a la que prometen ayudar. Dijimos que no se trataba de complacer a Estados Unidos o quedar bien con nadie, sino de buscar la solución que más conviene a nuestro país. Y los asesores que estaban de acuerdo en lo que yo dije en la homilía. Seguimos conversando sobre un pronunciamiento que, después de oír el parecer del Senado, escribió el padre Moreno acerca de la manifestación que fue disuelta a tiros. Me parece muy bien, se hicieron también enriquecimientos con las opiniones de los demás y se van a denunciar muchos casos sangrientos que ha habido en esta semana. Haciendo resaltar siempre el aspecto pastoral y evangélico de la Iglesia.
Por la noche, según me anunció el padre Moreno, vino él con otro joven de las agrupaciones clandestinas a hablar de sus proyectos políticos y en que tuve ocasión de expresar el sentir de la Iglesia acerca de las soluciones violentas, que son las que patrocinan estas organizaciones y que han hecho tanto mal durante estos últimos tiempos. Ellos tienen ya su ideología y su modo de pensar y es difícil hacerlos cambiar. Creo que la oración por toda esta gente es la mejor manera de colaborar con ellos y de dar a la patria una solución que no esté basada sobre sangre y odio o violencia.
DOMINGO, 27 de enero de 1980
Otra vez la misa tuvo que ser en la basílica del Sagrado Corazón, por continuar ocupada la Catedral. La asistencia fue muy numerosa, el tema «Cristo profeta, prólogo y principio del ministerio» en el evangelio de San Lucas, me dio oportunidad para explicar el sentido de la homilía, ya que Cristo cuando dice: «Esto se ha cumplido hoy», dice una verdadera homilía, actualización viviente de la Palabra de Dios. Me referí también al acontecimiento magno de la semana, que fue la manifestación terminada en tragedia y analicé, después de haber consultado con varios sacerdotes, la responsabilidad de un momento, en que todos tienen que deponer actitudes de polarización y entregarse a la conjugación de los diversos modos de pensar, para procurar el bien común del país, Después de la misa, tuve una reunión de prensa. Había gente de la televisión de Inglaterra, periodistas de Suiza y de Estados Unidos y de México, y conversamos siempre sobre el tópico de la situación del país y del papel de la Iglesia. Al mediodía, vino, como se había anunciado, el coronel Majano de la Junta Revolucionaria de Gobierno, muy sencillo en sus maneras cuando está en privado, conversamos ampliamente de la situación y de sus proyectos, ven con preocupación el momento, pero tienen confianza de ganarse la voluntad de un pueblo al que están tratando de servir. Les hice mis observaciones, tal como las había hecho en la homilía, de que, lo que era interesante era asociarse sinceramente con el pueblo, tomar en cuenta sus organizaciones y quitar el aspecto de represión de estas organizaciones, ya que esta represión da la impresión de que ellos no controlan a la Guardia Nacional y a los otros cuerpos de seguridad y que, con estas actitudes de venganzas y violencias de estos cuerpos de seguridad, le quitan prestigio y credibilidad a la buena voluntad que pueda tener el Gobierno. Almorzamos juntos con las religiosas del Hospital, el coronel Majano estuvo muy cordial y hasta ofreció varios servicios a las religiosas de este hospital.
Pasé la tarde arreglando mi valija para el viaje de mañana a Europa. Tuve, sin embargo, varias actividades de escritorio y de atender algunas visitas, como el padre Alliet, que me trajo las direcciones de sacerdotes y religiosas belgas que trabajan entre nosotros y a quienes espero poder visitar allá. También, una reunión que íbamos a tener con la Coordinadora Nacional de las Organizaciones, se tuvo que suspender porque sólo vinieron los de las Ligas Populares y los otros se excusaron por tener otras actividades, entre esas, el entierro de miembros muertos del UDN. Y fui a ver al señor Nuncio que había tenido el deseo de entregarme algo, se trataba de una carta en la que me hacen la observación de que yo he dado solidaridad a una reunión ecuménica en el Brasil y que tienen el tema que tratarán como criticando a Puebla y la división del Episcopado, y que me recomiendan que asuma una responsabilidad personal si voy a ir a esta reunión. Expliqué al señor Nuncio que me sorprendía porque yo no he expresado tal solidaridad y que agradecí, sí, la invitación y puse excusas, puesto que no podré salir a tan corto plazo de haber regresado de Europa. El Nuncio dijo que así iba a informar y creo que quedó satisfecho.
Todavía al regreso, hablé por teléfono con el hijo del señor Dunn, que está secuestrado, y a quien traté de darle alguna esperanza y que tuviéramos confianza en Dios.
LUNES, 28 de enero de 1980
Este día emprendí el viaje hacia Bélgica para ir a recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Lovaina. La ruta que me organizaron fue en Pan American a Guatemala, Miami, Madrid, a Roma, donde haré dos días de trabajo, y luego Lovaina, Bélgica. A las ocho de la mañana salió el avión, después de haber compartido una despedida con mi hermana, con familiares y religiosas y algunos sacerdotes. El recorrido ha sido muy pintoresco y he sentido un gran descanso, aunque llevo la preocupación de lo que puede suceder en mi país. Pero al salir me recordaba la madre Luz, superiora del hospital de la Divina Providencia, que habíamos rezado en los salmos de esa mañana, «el Señor apaciente a su pueblo», y que fuera tranquilo, que todos íbamos a rezar para que el Señor apacentara esta grey que tengo que dejar, aun sin quererlo; pero por ir a cumplir otro deber también en servicio de la Iglesia, porque creo que recibir este honor no es simplemente un homenaje a mi persona, sino que es un apoyo a la pastoral de nuestra Arquidiócesis y es un apoyo general a todos cuantos trabajan en esta línea que el Concilio Vaticano Segundo ha iniciado para la Iglesia.
Hacia el mediodía estábamos en Miami, donde esperamos varias horas, ya que a las cinco de la tarde salió el avión para Madrid. Después de una noche muy corta, amanecíamos en Madrid, mientras nuestros relojes marcaban las once de la noche.
El invierno hace muy oscura la mañana, parecía pues que era una noche y no ya las siete de la mañana en que los trabajadores comenzaban a ir a sus oficios. Hacia las nueve de la mañana, después de una espera en el aeropuerto de Madrid, hicimos el último trayecto hacia Roma, con la emoción de siempre, Roma significa para mí volver a la cuna, al hogar, a la fuente, al corazón, al cerebro de nuestra Iglesia. Le he pedido al Señor que me conserve esta fe y esta adhesión a la Roma que Cristo ha escogido para ser la sede del pastor universal, el Papa. Llegamos al Pensionato Romano, llevados por el mismo padre Juan Bosco, que tan amablemente nos fue a recoger al aeropuerto y nuestra primera visita, después de almorzar, fue a la basílica de San Pedro. El recorrido que siempre me ha gustado hacer, la visita al Santísimo, la visita a la tumba del apóstol San Pedro, a la tumba de San Pío X, y a las tumbas de los papas, donde sentí especial emoción al orar junto a la tumba de Pablo VI, de quien estuve recordando tantas cosas de sus diálogos conmigo, en las visitas que tuve el honor y la dicha de ser admitido a su presencia privada.
Después fuimos a buscar al cardenal Pironio, pero está muy ocupado en el Sínodo de los Obispos de Holanda y me señalará una hora en que pueda recibirme. Hicimos otros recorridos por las calles adyacentes a la plaza de San Pedro; todo esto me hace recordar muchos mis años de seminario en el Pío Latino y reviven en mí la fe y el entusiasmo sacerdotal. Nos invitaron a cenar las religiosas dominicas, quienes muy amablemente fueron a recibirnos; pero no nos pusimos de acuerdo y llegamos antes de que ellas llegaran, y no nos encontraron. Nos habían preparado también habitación en su casa de Monte Mario y para compensar un poco esta generosidad, tuve el gusto de ir a cenar con ellas y platicar de las cosas que suceden en nuestra patria.
MIÉRCOLES, 30 de enero de 1980
Este día ha sido muy denso de la gracia de Dios y de satisfacciones muy íntimas. Comenzó con una llamada telefónica, a las siete de la mañana, que, dado el cambio de horas, me parecía que era... muy de madrugada. Era el padre Juan Deplanck que llamaba desde Bélgica para saludarme y para suplicarme que prolongara mi estadía en Bélgica hasta el próximo lunes para poder ir a Francia, y que había mucha expectativa de mi llegada y de mi conversación con esta gente. Yo le dije que con mucho gusto, sólo que me ayudara a arreglar mi viaje para el martes, o sea, el día siguiente. Después, acudiendo a la cita con monseñor Pironio, fui a la Secretaría de Estado, arreglamos primero nuestra asistencia a la audiencia general del Santo Padre; también visité a monseñor Enríquez, encargado en la Secretaría de Estado de los asuntos de América Central para decirle que quería conversar con él, pero él me dijo que era más conveniente que hablara con el propio secretario de Estado, cardenal Cassaroli, que él me arreglaría la audiencia. Luego hablé con el cardenal Pironio, que fue para mí una breve, pero muy animadora entrevista. Me dijo que él mismo quería verme para comunicarme con alegría que la visita del cardenal Lorscheider había sido muy positiva y que el Papa mismo tenía un informe muy bueno acerca de mí. El cardenal Lorscheider le había dicho al cardenal Pironio, que yo tenía razón en El Salvador, que la cosa era muy difícil y que era yo quien miraba claro las circunstancias y el papel de la Iglesia y que había que ayudarme. Supongo que esto es una síntesis de lo que platicó acerca de su viaje por El Salvador el cardenal Lorscheider. Le agradecí mucho al cardenal Pironio y también lo animé, porque él también me dijo que sufría mucho, precisamente, por este esfuerzo en favor de los pueblos de América Latina, y que me comprendía perfectamente. Me recordó una frase del Evangelio que él le da una aplicación especial: «No temáis a los que matan el cuerpo, pero nada pueden hacer con el espíritu». Él lo interpreta que si los que matan el cuerpo son terribles, son más terribles los que acribillan el espíritu, calumniando, difamando, destruyendo a una persona, y él creía que éste era precisamente mi martirio, aun dentro de la misma Iglesia y que tuviera ánimo. El resumen fue un aliento muy poderoso que luego me preparó para ir más alegre a la entrevista con el Santo Padre en la audiencia general. A las 10 de la mañana estábamos entrando a audiencia general junto con un enorme torrente de gente que llegaba a la sala Pablo VI, una sala inmensa, pero llena de fieles, que cantaban, aplaudían, rezaban. El Santo Padre, a las once, ingresó desde la entrada hasta el escenario donde tiene su sede, un largo tiempo, ya que va saludando a un lado y a otro, va caminando y esto le lleva casi una hora. El discurso del Papa...
El discurso de Su Santidad en la audiencia general de este miércoles 30 de enero fue una prolongación de sus meditaciones que va llevando en esta audiencia general, sobre el Génesis, concretamente, habló de la dignidad del hombre bajo sus dos aspectos humanos del cuerpo: la virilidad y la feminidad, y cómo en la inocencia estaba la felicidad y que la vergüenza en el cuerpo humano era un signo de su pecado en el origen. Una meditación que me pareció muy hermosa, pero también muy profunda, porque creo que mucha gente siente dificultad en comprenderle. Alguien me dijo que el Papa era sumamente interesante al pueblo en sus relaciones de entrada y sus saludos personales, pero que durante el discurso se siente una lejanía, una incomprensión. Es algo que da lástima, porque es un momento en que la gente está muy atenta y cualquier idea por sencilla que sea, pero que sea comprendida puede hacer mucho bien al auditorio. Cuando terminaba su audiencia llamó a los obispos para bendecir juntos con él al pueblo. Yo tuve la dicha de quedar directamente a su derecha y después, cuando saludábamos al Papa, los obispos, me dijo que después de la audiencia quería hablar especialmente conmigo. Pero tuve que esperar todavía un buen rato porque después del saludo de los obispos, comenzó su actuación un circo que había llegado para honrar al Santo Padre y pedir su bendición. Hizo números artísticos, divertidos, muy graciosos, que llenaron de alegría a todo el auditorio y, desde luego, al Santo Padre. También saludó detenidamente a un coro que había venido de Polonia, su patria, y con quien se entretuvo muy cordialmente, lo mismo que a los enfermos y a todos aquellos que tenían un puesto privilegiado en la muchedumbre. Cuando terminó todo este largo saludo de despedida, en una salita donde tuvo otras audiencias especiales, me recibió con mucho cariño, me dijo «que comprendía perfectamente lo difícil de la situación política de mi patria y que le preocupaba el papel de la Iglesia, que tuviéramos en cuenta no sólo la defensa de la justicia social y el amor a los pobres, sino también lo que podría ser el resultado de un esfuerzo reivindicativo popular de izquierda, que puede dar por resultado también un mal para la Iglesia». Yo le dije: «Santo Padre, precisamente, es ése el equilibrio que yo trato de guardar, porque, por una parte, defiendo la justicia social, los Derechos Humanos, el amor al pobre, y por otra, siempre me preocupa mucho también el papel de la Iglesia y el que no por defender estos derechos humanos vayamos a caer en unas ideologías que destruyen los sentimientos y los valores humanos». Que estaba muy de acuerdo con sus discursos y que esos discursos me daban mucha fuerza y argumentos para mi actuación y mi predicación. Le mencioné especialmente sus discursos de México, el de Oaxaca, y que aquí estaba precisamente mi doctrina, lo que yo predico y lo que trato de hacer. El Papa sentí que estaba muy de acuerdo en todo lo que yo le decía y, al terminar, me dio un abrazo muy fraternal y me dijo «que rezaba todos los días por El Salvador». Yo he sentido aquí la confirmación y la fuerza de Dios para mi pobre ministerio. Ya eran las tres de la tarde casi, y me fui a la Curia Generalicia de los jesuitas donde, lamentablemente, no pude aceptar la invitación del padre Arrupe para almorzar con él, porque ya llegué demasiado tarde. Sin embargo, sostuve una conversación con él también sumamente interesante. Él se alegró de lo que yo le había contado en mis diálogos con el cardenal Pironio y con el Santo Padre, y me reiteró su solidaridad y el apoyo que los jesuitas me daban. Con toda
franqueza me dijo también los temores que puede haber en la Compañía de Jesús, pero lo mucho bueno que allí hay, y que el discurso del Papa a los jesuitas, que tanto revuelo hizo como una reprobación, era todo lo contrario; que el Papa quiere mucho a la Compañía y la quiere prevenir de posibles errores. No niega que, como humanos, tengan sus defectos y equivocaciones, pero que, en general, hay un espíritu de mucho servicio a la Iglesia.
Desde la misma Curia Generalicia, logré una entrevista por teléfono con la radio YSAX, de El Salvador. La entrevista de los miércoles la pude continuar a través del teléfono y la realicé con monseñor Urioste, quien me comunicó las noticias del país, dolorosas por cierto, porque me informaba de matanzas, de crímenes, pero al mismo tiempo de trabajo en la Iglesia. Por mi parte, le informé lo de mi viaje y lo que ya he mencionado acerca de las audiencias que tenía esta mañana y cómo tendría próximamente las otras entrevistas que interesaban para la Arquidiócesis.
Por la noche, me visitaron las hermanas pasionistas que viven en Piazza San Giovanni e Paolo y que nos invitaron a cenar; fuimos allá con el padre Jesús Delgado y con los dos padres jesuitas que han sido tan buenos en nuestro acompañamiento aquí en Roma. Fue una cena muy cordial, muy fraternal, que nuevamente fue para mí también un aliento de la fraternidad de la Iglesia. Estas religiosas me aseguraron que continuamente rezan conmigo y que están plenamente de acuerdo en la línea pastoral del Arzobispado.
Al regresar al Pensionato Romano me tenían razones de las entrevistas de mañana, con el señor secretario de Estado, cardenal Cassaroli, y con el cardenal prefecto de la Congregación para los Obispos, cardenal Baggio, y trataremos de conseguir también la entrevista con la Congregación de la Educación para la Fe, para tratar asuntos del Seminario. Ya es noche, pero estoy muy satisfecho de un día que ha sido colmado de bendiciones para la Arquidiócesis y para su pastor.
JUEVES, 31 de enero de 1980
Es otro día lleno de grandes satisfacciones y de muchos logros pastorales. Lo primero que recibí hoy fue la visita del señor embajador de Suráfrica ante la Santa Sede, quien venía a agradecerme mi preocupación en el secuestro del señor Dunn, embajador de Suráfrica en El Salvador, que ha sido secuestrado y por el cual estoy mediando. Él quiso tener otros informes que yo pude darle y que le dieron mucha satisfacción, porque él dice que es un gran amigo del señor embajador Dunn.
Vinieron a verme también dos religiosas de Betania, salvadoreñas, que trabajan aquí y a las que yo saludé, diciéndoles que si se les ofrecía algo y por eso traían una carta para la Superiora General que vive en Santa Tecla. Luego me fui a la Secretaría de Estado, donde tenía cita con el cardenal Cassaroli, el cual me recibió muy cordialmente y me preguntó sobre la situación del país y la función de la Iglesia. Me reveló que el embajador de Estados Unidos había venido a verlo con cierta preocupación de que yo estuviera en una línea revolucionaria popular, mientras que Estados Unidos apoya el Gobierno de la Democracia Cristiana. Yo le aclaré al señor Cardenal que no se trataba de una opción política, sino simplemente de buscar la justicia en la solución de los problemas de mi pueblo. Él me dijo que no insistía en esto, porque la visita del Embajador no tenía carácter oficial y que, de todas maneras, la Iglesia tiene que proceder no por complacer a las potencias de la tierra, sino de acuerdo con su fe y su conciencia en el Evangelio. También se preocupó el Cardenal de que la defensa de los derechos humanos, las reivindicaciones del pueblo, no vayan a suponer una hipoteca de la Iglesia y de los sentimientos cristianos ante las ideologías, lo cual le dije, como ayer al Santo Padre, que era también mi preocupación de predicar la justicia social, la defensa de los derechos humanos, pero al mismo tiempo advertir a las fuerzas populares reivindicadoras el peligro de caer en ideologías extrañas. Le expliqué también que no podíamos hablar de un anticomunismo sin el peligro de que nos quisieran hacer cómplices de las injusticias de los ricos, que hablan del anticomunismo, pero no por defender principios cristianos, sino por defender sus intereses materialistas. Yo noté que el señor Cardenal quedó satisfecho de nuestra conversación y me aseguró que oraba también mucho por El Salvador.
Otro aspecto que es necesario consignar es cómo el Cardenal veía que era justa mi perspectiva, de que había que procurar salvar lo sano que hay en el actual Gobierno y unirlo con lo sano que puede haber en los esfuerzos y apoyos populares. Me dijo que él creía que esa era la verdadera salida de nuestras crisis. Lo cual me confirmó mucho en seguir defendiendo la parte sana del Gobierno y esforzarla a que encuentre un diálogo con las bases populares, a las cuales también hay que advertirles de su peligro de perder los sentimientos cristianos por una liberación temporalista.
Después fui a la Congregación para los Obispos, pero el cardenal Baggio no estaba porque el Papa lo había invitado a la misa de clausura del Sínodo holandés, y tampoco el subsecretario, monseñor Moreira, brasileño, a quien vi a la salida y me dijo que volviera dentro de un rato. Me dio oportunidad de ir a hablar a la Congregación para la Educación y tratar el asunto del Seminario. Allá me encontré con el Subsecretario y fue una fortuna, porque es una mentalidad abierta a los progresos que, muchas veces, escandalizan el tradicionalismo de nuestra Iglesia y me expresó, en forma muy confidencial, cuánto temía él por esa falta de apertura de la Iglesia. Se alegró de encontrar criterios parecidos en mí y conversamos ampliamente de la situación del Seminario y me prometió hacer todo lo posible de conseguir lo más que pudiera y que me iba a comunicar. Me exhortó a tener mucho ánimo y a tener en cuenta que, quien sigue esta línea progresista de una Iglesia auténticamente fiel a los postulados del Vaticano Segundo, tiene que sufrir mucho ser tenido también en perspectivas sospechosas, pero que la conciencia y la satisfacción de servir a Dios y a la Iglesia valía por encima de todas las persecuciones. Fui luego a la Congregación para los Obispos, no estaba el cardenal Baggio, pero me atendió monseñor Moreira, muy comprensivo, al que pude dejarle la carta que escribí al cardenal Lorscheider, resumen de nuestras conversaciones en San Salvador, y le he encarecido de manera especial resolverme el asunto del Obispo auxiliar y tomar muy en cuenta la sugerencia de revitalizar la Conferencia Episcopal con nuevos elementos, abiertos a las nuevas mentalidades de la Iglesia. Me escuchó muy atentamente toda la problemática que yo pude explicarle y le dejé también documentos de la Conferencia Episcopal, los cuales me prometió estudiar y conversar con monseñor Baggio y hacer, de su parte, todo lo que estaba a su alcance. Terminando esto fui a arreglar mis maletas al Pensionato Romano, a almorzar y luego ya estaban las hermanas dominicas que nos llevaron al aeropuerto, rumbo a Bélgica en Alitalia.
Eran las cuatro de la tarde y nuestro vuelo fue feliz. Llegamos a Bruselas, donde nos esperaba el padre Juan Deplanck y otros amigos salvadoreños y belgas, que nos dieron una cariñosa bienvenida. El padre Juan dijo que tenía ya comprometida esta noche, una reunión en Brujas, y allá nos fuimos, sin preocuparnos de la cena, más que tomando un pequeño sandwich en el camino, y efectivamente, después de una hora, un poco más, de camino, estábamos en esta pintoresca ciudad que no pude conocer más que de noche, en cuyo salón parroquial estaba reunida una gran cantidad de fieles, que son miembros de comunidades eclesiales de base, iniciadas aquí por el padre Pedro con el deseo expreso del señor obispo, monseñor Desmet, el cual se encontraba en el centro de la reunión. El padre Rogelio que está de vacaciones, estaba dirigiendo la reunión y me presentó, fui recibido con un caluroso e interminable aplauso. Saludé yo a la muchedumbre como un sentimiento de comunión. La alegría de sentirme como en la casa, saludar a monseñor Desmet, agradecerle toda su colaboración para nuestra Iglesia y a todos los belgas, que nos habían dado tan valiosa ayuda de personas, ayudas económicas y toda clase para nuestra pastoral.
Después hubo algunas otras participaciones de saludo, de solidaridad y se me invitó a desarrollar algún tema, que yo escogí con el tema de mi doctorado honoris causa, «La fe y la política»: lo que la fe puede dar a las realidades políticas, tomando de mi carta pastoral, los servicios que la Iglesia da en este tiempo de crisis, ante todo, a partir de su identidad de Iglesia... Y en el segundo punto, lo que la fe recibe a cambio de este servicio al mundo, que es maduración en su creencia en Dios, profundo más sentido del pecado y conocimiento más hondo de Jesucristo, su encarnación y su redención; que hay una reciprocidad entre el bien que la Iglesia hace al iluminar la política, al profundizar la fe de los cristianos en su propia realidad. Después de varios saludos y recibir regalos de las familias de los sacerdotes, sobre todo, de la mamá del padre Pedro, me fui al Episcopado, por invitación de monseñor Desmet, donde platicamos largamente sobre la situación de los sacerdotes belgas en El Salvador; preocupándonos principalmente de la situación de Rogelio, al cual el mismo señor Obispo aprecia y tiene reservas igualmente que las que yo tengo, de modo que, compartimos bien nuestra preocupación, y nos propusimos no hacerlo víctima, sino al contrario, ayudarle fraternalmente con el diálogo para que sea un buen instrumento de la pastoral de nuestra Diócesis. Lo mismo hablamos del problema del padre Esteban Alliet y me alegré mucho de poderle dar buenas noticias de los otros sacerdotes y religiosas de su Diócesis. Monseñor Desmet me dijo que qué otra cosa podía hacer, que él no tenía ninguna reserva para ayudarnos, que la Divina Providencia le ayudaría, aun cuando se tratara de sacerdotes que se quieran ir para allá, él con mucho gusto les autorizaría. Me admiró este sentido tan generoso de un obispo que ama de veras a la Iglesia universal y no ve sólo los intereses de su Diócesis. Ya era la medianoche. Era curioso salir a medianoche de Brujas y regresamos a Lovaina, donde pudimos encontrar un poco de sueño en la Casa de Formación de América Latina, que los padres belgas dirigen para preparar agentes de pastoral de Europa y principalmente de Bélgica, para las diócesis latinoamericanas.
Un hermoso cuarto me esperaba y así terminó, ya comenzando el nuevo día, la larga jornada que he tratado de describir en este diario.
VIERNES, 1 de febrero de 1980
Apenas cuatro horas y media de sueño y ya el padre Juan Deplanck me llamaba para que fuéramos a celebrar la Santa Misa, a desayunar y luego salir a cumplir varios compromisos que él tenía en su programa. El primero fue a la Casa de Gobierno, en Bruselas, donde nos recibió el Primer Ministro, que es la suprema autoridad práctica en el país, muy cordial, muy atento. Nos preguntó sobre la situación del país, el papel de la Democracia Cristiana, ya que él pertenece a ese partido y pude explicarle con toda franqueza las realidades de nuestra situación política y eclesiástica de aquel querido país. Luego nos dirigimos a la reunión de prensa que estaba preparada en la Universidad de Lovaina, había unos veinticinco o más periodistas, de prensa, de televisión y de radio con quienes compartimos casi dos horas de diálogo, muy interesante, muy inteligentes, preguntando, también sobre la situación del país, la situación de la Iglesia en América Latina; los problemas que ellos ven dentro de la Iglesia, dentro de la política, y traté de mantenerme dentro de mi aspecto pastoral, pero dando respuesta a todos. Me ayudó mucho el padre Jesús Delgado, con aportaciones muy valiosas en este diálogo, lo mismo que el padre Juan Deplanck, sobre todo, por su traducción al flamenco y al francés. Después de la reunión, fuimos a almorzar a un simpático restaurante de Lovaina. Fue un pequeño descanso y luego, por la tarde, fuimos de nuevo a Bruselas para visitar la sede del Partido Demócrata Cristiano, cuyo presidente nos recibió con mucha atención y expresó mucha preocupación por nuestra situación y por la ayuda que puede prestar Bélgica a la situación política de nuestro país. La segunda visita fue a la sede de la Central de Trabajadores, una autoridad mundial de sindicatos, donde vivimos profundamente el calor humano de una reunión que se preocupa de la situación de nuestros obreros y se preocupaban de qué podía hacerse en esta terrible crisis del mundo obrero, campesino y pobre de nuestra patria. Fue una conversación muy positiva, muy cristiana, en la cual coincidimos muchos puntos de vista con la ideología de esta organización y del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Por último, fuimos al Ministerio de Relaciones Exteriores a visitar el Ministerio de Desarrollo, donde se dan ayudas para los países del tercer mundo; nos recibió el Subsecretario y nos explicó grandemente que podía prestar mucha ayuda a nuestros programas, toda vez que los presentáramos a través de organizaciones con Personería Jurídica y que ellos aprobarían todo lo que fuera en bien de nuestro desarrollo. El Subsecretario, que parece ser de un pueblo latinoamericano manifestó que conocía mucho al padre Ramón Vega y esta circunstancia me valió para ofrecerle que aprovecharíamos el ofrecimiento de ayuda que nos daba, ya que el padre Vega tiene mucha experiencia y es amigo suyo, para presentar programas de ayuda a la necesidad de nuestro país.
Eran las ocho de la noche cuando regresamos al Seminario, donde nos esperaba el Rector que cordialmente cenó con nosotros y nos llevó a su cuarto para darnos un traguito con galletas y platicar profundamente, como hermanos sacerdotes, de ciertos problemas de los sacerdotes belgas en El Salvador, prometiéndonos su ayuda cordial y sacerdotal. Cuánto se puede hacer cuando se dialoga con un sentido de fraternidad y así terminó este otro día providencial en nuestro viaje por Europa.
SÁBADO, 2 de febrero de 1980
Ha sido un día de la Virgen de Candelaria con muchas emociones y muchas comunicaciones y contactos muy útiles. Celebré la Santa Misa en la capilla del Colegio Latinoamericano, con el padre Juan Deplanck y después del desayuno me vestí con mi sotana, de obispo, para asistir a la Universidad de Lovaina a la ceremonia de la imposición de mi título del doctorado honoris causa. Un desfile con todos los profesores vistiendo sus togas se dirige hacia la iglesia de la Universidad, donde se canta una misa gregoriana, se celebra la Santa Misa muy solemnemente, una homilía en la cual se da bastante importancia a la vida de nuestra Iglesia en la Arquidiócesis, en flamenco, yo no entendí, pero sí sonaban los nombres muy queridos de Aguilares, de Jesús Jiménez, del padre Rutilio Grande, donde noté y después me explicaron que había sido un elogio muy grande a la pastoral de nuestra Diócesis. Eran cuatro los doctorados honoris causa, pero el elogio se me dirigió de manera especial a mí. Al volver a la Universidad nos dispusimos a entrar en el Aula Magna repleta de personalidades. Estaba el Primer Ministro, estaba el señor obispo de Brujas, monseñor Desmet; había todos los profesores, los cuatro candidatos al doctorado y un público muy selecto y allá arriba, un grupo muy nutrido de estudiantes. El Rector hizo la presentación del acto y me cedió la palabra, ya que a mí me tocaba disertar el tema principal sobre la dimensión de la política, de la fe. Al ocupar el estrado, la muchedumbre me saludó con un caluroso aplauso, casi interminable, que agradecí naturalmente. Dije unas palabras que me habían preparado en flamenco, para decir que sentía mucho no poder hablar en su lengua, pero hablaría en el lenguaje de mis pobres a los que yo venía a representar. Fue saludado este gesto de esfuerzo por hablar su lengua, con otro caluroso aplauso. Y empecé mi disertación en español, sobre la dimensión política de la fe, a partir de los pobres. En resumen, es lo que la fe puede hacer en el campo de la política, el quehacer de nuestra Arquidiócesis en el compromiso del país, y en segunda parte, cómo nuestra fe se agiganta, los misterios se hacen más profundos, a partir de esas realidades de la política, cuando se tiene en cuenta la opción preferencial por los pobres. Fueron cuarenta minutos que yo noté que había una atención extraordinaria, ya que aunque yo hablaba en español, el padre Juan había preparado una traducción en flamenco que todos iban siguiendo y, al terminar, aquel aplauso fue muy extraordinario. Me sentí abrumado, de verdad, por el entusiasmo y la acogida, sobre todo, de la juventud universitaria de Lovaina, que impulsaba a continuar el aplauso a toda la concurrencia. A continuación, siguieron las entregas de las togas de doctores, leyendo a cada uno su elogio propio. Una señora de Sudáfrica, literata; un médico, un ingeniero, y yo. También fui saludado de manera especial por el público, cuando mi promotor, un monseñor cuyo nombre no recuerdo hoy, pero muy amable, hizo una exposición de mi persona, de mi vida, que me la tradujeron en español oportunamente y que era un elogio muy grande. Y al terminar este elogio, como habían hecho con los anteriores, el Rector me impuso la insignia del doctorado, un símbolo de la toga, que también fue ovacionado.
Por último, el médico expresó en nombre de los cuatro, el agradecimiento. Y prosiguió una recepción muy cordial, muy animada, de toda aquella concurrencia; donde pude saludar a muchos parientes de los sacerdotes y religiosas que trabajan en nuestra Diócesis, y muchos conocidos de América Latina. Una verdadera fiesta del espíritu y de la cultura. Después pasamos a un salón típico de la Universidad, donde se sirvió un almuerzo compartido con todas estas personalidades que participaron como miembros o invitados de la Universidad.
Los saludos, en particular, de todas estas personas me llenaron de mucho aliento. Todos me decían que había sido un mensaje muy oportuno y que había hecho pensar a muchos en la situación de nuestro país y en las perspectivas cristianas y teológicas de nuestra pastoral. Algún teólogo, que tenía prevenciones contra la teología de la liberación, manifestó que había entendido muchos puntos que él no entendía y que sentía que, de verdad, América Latina tenía su propia teología, sin dejar de ser la teología de la Iglesia. Muchos testimonios, sobre todo, de jóvenes que sentían un impulso a una fe más comprometida con las realidades de la tierra, etc., para darle gracias a Dios y a la Virgen por este impulso y apoyo moral que yo he sentido en este acontecimiento.
Ya eran las cinco de la tarde, cuando en el cuarto del padre Juan me esperaban algunos salvadoreños que querían compartir sus preocupaciones por nuestro país y después fuimos a Bruselas a una entrevista preparada con latinoamericanos, que en Bélgica se cuentan como unos cinco mil, muchos de ellos exiliados, otros estudiantes, y hubo un ambiente muy cordial de preguntas y respuestas sobre problema de América Latina, sobre la Iglesia, y en especial, sobre El Salvador. Todos quedamos muy satisfechos de este diálogo tan cordial y, por último, nos fuimos a cenar en la casa de un uruguayo, muy amigo del padre Juan, que vive con su esposa y su familia en un de los hogares de la Universidad. Los que nos acompañaban eran otro matrimonio y otro amigo con quienes compartimos un diálogo muy interesante. Y así está terminado este día tan denso hacia la medianoche. Ya casi es el domingo, 3 de febrero.
DOMINGO, 3 de febrero de 1980
Después de la misa celebrada con el padre Juan y el padre Chus encapilla del Colegio de América Latina y después de atender algunas visita una señora de Alemania que ha venido, precisamente, para platicarme sobre las cosas en que puede servir una agrupación de solidaridad alemana hacia El Salvador, y una pareja de ancianos, un sacerdote, una anciana, que me pidieron llevar al padre Rosa y a los otros que estudiaron en Bélgica un donativo para que así ayudaran a los intereses que ellos quisieran; salimos con el padre Juan y el padre Chus hacia la casa del padre Juan Deplanck, en un pueblo que no recuerdo el nombre, y allí almorzamos y saludamos a esta familia tan unida, tan numerosa, y nos dirigimos luego hacia la Casa Generalicia de las hermanas de San Nicolás en otra población muy al sur de Bélgica, donde estaban reunidas todas las familias de sacerdotes y religiosas que trabajan en nuestra Arquidiócesis. Fue emocionante la acogida cariñosa que me brindaron y la convivencia que compartimos; primero, en la capilla, donde leíamos un texto del Evangelio acerca de la misión de los enviados de Dios a predicar su Evangelio y una homilía, en que traté de comentar los sentimientos que allí nos unían y el recuerdo de los seres queridos, que están allá lejos, y que son el producto de estas familias tan unidas, tan acogedoras, tan cristianas. Compartimos luego una sabrosa merienda, en la que tuve otra nueva ocasión de saludar uno por uno y de fotografiarnos en grupos familiares. En fin, que fue una tarde inolvidable, de mucho corazón y de mucho sentido cristiano. Llevaré recuerdos de esta tarde a todos los queridos colaboradores belgas en nuestra Arquidiócesis. Ya bastante noche, nos dirigimos a París, donde tendremos una intensa jornada el día de mañana. El camino fue muy pintoresco, a pesar de que llovía, pero para mí era todo nuevo y la llegada a París, también es la primera vez que yo conozco esta hermosa ciudad, aunque sea brevemente, pero tengo ya una idea de haberla visto con mis propios ojos.
LUNES, 4 de febrero de 1980
Nos hospedamos, en París, en la casa de una comunidad de padres dominicos, cuyo superior ha organizado esta densa jornada del lunes en París. Celebramos con la comunidad la Santa Misa, desayunamos y luego comenzó el trabajo. Primero fuimos a ver las oficinas de INODEC, un servicio de información y de solidaridad para con los pueblos latinoamericanos. Allí tuvimos una breve entrevista en que se informaron de la situación de El Salvador y de la relación de la Iglesia con esta situación. Agradecí lo que yo conozco de esta organización en favor de nuestro pueblo salvadoreño. Luego, acompañado del padre Jardines, es un simpático sacerdote joven, que habla muy bien el francés y el español fuimos a visitar la Secretaría General de la Conferencia Episcopal de Francia. El Padre Secretario me atendió muy exquisitamente y pude platicar con él también en una forma amplia, para informarles de la situación del país, de la situación de nuestra Iglesia y con confianza fraternal, le hablé de la división de nuestro Episcopado, y pedí a la Conferencia de Francia que hicieran algo fraternalmente con nuestros problemas episcopales de El Salvador. El Padre recogía datos por escrito y los presentará al presidente, que es el cardenal Echegaray, obispo de Marsella. Me comunicó con el Cardenal Presidente por teléfono y tuve la dicha y el honor de platicar con el Cardenal que habla español y que, muy cordialmente, lamentó no haberme podido ver en lo personal, pero me ofreció toda su colaboración y se alegró, de veras, de esta presencia mía en la oficina del Episcopado de Francia.
Luego, fuimos a la entrevista con el cardenal Marty, que fue sumamente agradable y muy interesante y eficaz. Me ganó la confianza con la acogida tan fraternal y le hablé profundamente de los problemas del Episcopado, de la Nunciatura, de mis relaciones con la Santa Sede y me prometió, en todo, ayudarme, ya que él es muy amigo del cardenal Lorscheider y el cardenal Pironio, a quienes le dije que podía consultar para formarse una idea más imparcial de lo que yo podría decirle. Se manifestó muy de acuerdo con las ideas progresistas de nuestra Arquidiócesis y con las problemáticas de quienes no quieren progresar en este sentido conciliar, y me dijo que era un problema para toda la Iglesia, ya que todos estamos interesados en que no se bloquee el avance del Concilio Vaticano II, que había mucho grupos integristas en la Iglesia que tratan de manipular las actuaciones del Papa en favor de un retroceso, lo cual es falso, ya que el Papa siempre ha tenido un amor muy grande por el Concilio y por sus avances. Sentí mucha sintonía con el pensamiento del Cardenal y mucha esperanza de sus promesas de hacer algo por nuestra Iglesia salvadoreña en sus relaciones con la Santa Sede.
Fuimos luego a almorzar con un grupo de Justicia y Paz y otras organizaciones de solidaridad con nuestra República. Fue un almuerzo compartido con unas quince personas, que tuvieron mucho interés en preguntar, en informarse de nuestra situación salvadoreña, y de lo que pueden hacer en sentido de solidaridad con nosotros. Sentí muy útil esta entrevista porque deja muchas esperanzas a nuestro pueblo.
Nos dirigimos luego a una reunión de Amnistía Internacional, una pequeña oficina, donde se trabaja toda esta colaboración con los países, en solidaridad, y estuvimos analizando la situación de los desaparecidos y lo que se puede hacer para seguir insistiendo en un tema tan delicado y en otras formas de represión contra nuestro pueblo.
Luego nos dirigimos a la dirección de una casa católica, donde tuvimos una reunión de prensa muy interesante, serían unos cuarenta periodistas de los principales periódicos de Francia, a los que presenté mi saludo e hice un bosquejo de la situación actual del país y del papel que la Iglesia está desempeñando, y se entabló un diálogo muy interesante en que preguntaron asuntos del país y de la Iglesia y en que tuve oportunidad de aclarar mi pensamiento y agradecerles de que ellos, con sus medios maravillosos de difusión, extendían este pensamiento al mundo. Colaboró muy bien el padre Jesús Delgado, traduciendo y agregando varios conceptos.
Después de esta entrevista, nos fuimos a la iglesia de San Merlie, donde celebramos un acto ecuménico con un pastor protestante, que expresamente había venido desde Marsella, donde me esperaban también, si hubiera tenido tiempo, pero él vino muy caballerosamente y participó conmigo en la celebración ecuménica, dirigiendo una homilía él, y yo, para darle el sentido de un mensaje evangélico a este homenaje...
Estábamos narrando la tarde en París. Era ya el acto de la noche en la iglesia de San Merlie, un acto ecuménico, presidido por un pastor protestante y por este servidor. Se dedicaba especialmente al pastor y a la Arquidiócesis de San Salvador, cantos muy hermosos, lectura apropiada del Evangelio, comentario primero del pastor en que hizo elogios de la persona del arzobispo de San Salvador y un mensaje mío en español que iba traduciendo una señorita, aunque muy mal traducido, y sentí que perdía mucho de lo que yo quería decir. Era un resumen de mi discurso en la Universidad de Lovaina, de lo que la fe cristiana puede dar en servicio del mundo y cómo la fe cristiana se enriquece, recibiendo del mundo los reflejos de lo que ella misma cultiva en el mundo. Los que entendieron español y, eran casi todos, me agradecieron al final el mensaje que parece haber sido aceptado con agrado. Se mencionaron los nombres de Aguilares, del Paisnal y de todas estas personas y lugares de nuestra Arquidiócesis que han escrito páginas de amor a nuestra Iglesia. Tuve el gusto de saludar aquí varias religiosas de La Asunción de El Salvador, varios exiliados de América Latina, muchos amigos de El Salvador, con quienes, después del acto ecuménico, compartimos una cena en la comunidad de los padres dominicos. Y ya bastante entrada en la noche, regresamos a Lovaina, donde llegamos a las dos de la mañana.