San Pablo hablando a los Romanos ha dicho las palabras que se han leído hoy en el 2º Domingo de Adviento, es decir, cuando la Iglesia está reflexionando en ese inmenso amor de Dios que nos manda a su propio Hijo para salvarnos de todos los problemas de la historia. Me han impresionado mucho para esta homilía las primeras palabras de San Pablo, porque creo que esto es lo que está dando la pauta a mi modesta contribución de difundir la palabra de Dios en este ambiente tan difícil del El Salvador.
 
Dice San Pablo: "Todas las antiguas escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que, entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las escrituras, mantengamos la esperanza". Miren cómo el predicador de este tiempo tiene que hundir, por una parte, su pensamiento en la Escritura, porque no hay otra fuente del mensaje de la Iglesia que la Sagrada Escritura, la Palabra de Dios, por una parte; pero no es una palabra de Dios escrita hace siglos y que se queda etérea, desencarnada, teórica, sino que por otra parte, el predicador tiene que encarnar en la realidad presente. De modo que dice San Pablo: entre nuestra paciencia -aquí es el presente-, la paciencia que necesitamos hoy para vivir esta hora de la historia, empalmando con las Viejas Escrituras escritas entre esta paciencia de hoy y esas escrituras escritas antiguamente, mantengamos la esperanza.
Quiere decir, hermanos, que la historia actual, los acontecimientos de esta semana, de este día, no sólo en un carácter nacional sino en un carácter familiar. Cada familia ha tenido sus problemas en esta semana. Más aún, cada uno de ustedes, yo mismo, hemos tenido nuestros problemas, nuestras dificultades personales, familiares, del barrio, del pueblo, de la nación, del mundo, y estas circunstancias actuales no las puede perder de vista el predicador a no ser que quiera predicar un evangelio que no diga nada a los hombres de hoy. Y eso es muy fácil. Por eso dicen muchas veces ¿por qué en tal iglesia, en tal parte, no hay problemas?. No puede haber problemas si estamos hablando de las estrellas, hablando de las cosas que no tocan los problemas que ejercitan nuestra paciencia, nuestra fortaleza, nuestro compromiso de hoy en la historia.
La Palabra de Dios, pues, según San Pablo en la lectura de hoy, tiene que ser una palabra que arranque de la eterna antigua palabra de Dios pero que toque la llaga presente, las injusticias de hoy, los atropellos de hoy y esto es lo que crea problemas. Esto es ya decir: "la Iglesia se está metiendo en política, la Iglesia se está metiendo a comunista". Ya aburren con esa acusación. Ténganlo en cuenta de una vez, no se mete en política, sino que es la palabra como el rayo de sol que viene desde las alturas e ilumina, ¿qué culpa tiene el sol de encontrar su luz purísima charcos, estiércol, basura en esta tierra?. Tiene que iluminarlo, si no, no sería sol, no sería luz, no descubriría lo feo, lo horrible que existe en la tierra; así como también ilumina la belleza de las flores y le da el encanto a la naturaleza. La palabra de Dios, también, hermanos, por una parte ilumina lo horrible, lo feo, lo injusto de la tierra y alienta el corazón bueno, los corazones que gracias a Dios abundan que se iluminan con esta luz eterna de su palabra divina.
Esto es predicar hoy la palabra, predicación que, como en los tiempos de los profetas, tiene que crear problemas y tiene que despertar odios y tiene que sacudir resentimientos, hasta la forma más vulgar que hemos llegado a ser el objeto. Pero, hermanos, que la basura sienta odio de la luz es gloria de la luz. Ser calumniado por quienes se sienten tocados en su injusticia es un honor. Por eso les digo, hermanos, a mí no me aflige la calumnia. Yo les agradezco las innumerables manifestaciones de solidaridad que me llegan en estos días, pero les digo, tengan alegría y confianza, que no me afligen, al contrario, me honran.
 
¿Cómo no vamos a sentir hermanos, a la luz de la palabra de Dios los atropellos que se siguen dando en nuestra Patria? Alfonso Muñoz, capturado en Tacachico, no se sabe en dónde está. Inés Merino, golpeado cerca de Zacatecoluca, tampoco se sabe dónde lo llevaron. Treinta presos engañados en el Cantón San Carlos Lempa, en la Hacienda El Porvenir, llevados también a rumbos desaparecidos. Pedro Medina, capturado mientras salía a buscar trabajo. No se puede, hermanos, con una situación así. Los que fueron presos acusados de participación en la ocupación del Ministerio de Trabajo, ni en los mismos testigos del Ministerio han encontrado apoyo las acusaciones, no los han visto. No hay, pues, una razón jurídica para que sigan presos.
 
Ante estas cosas, hermanos, comprendemos y queremos que no haya terror. Pero ¿quiénes están sembrando el terror? Yo quiero recordar una palabra Pontifical para que no digan que es cosa mía. Al anunciar la Santa Sede el próximo día de la Paz el lº de enero, cuyo lema será: "No a la violencia, Sí a la Paz", el comunicado de prensa autorizado, pues, por el Vaticano dice esto, fíjense bien: "La violencia puede proceder de personas o de grupos entregados a un frenesí de dominio -poder-, a un frenesí de consumo -tener-, que tiende indebidamente a limitar o suprimir la vida de otras personas o de sociedades humanas, racismos, genocidios, e incluso imposición o mantenimiento por la fuerza de una estructura política o económica, injusta y discriminatoria". Son palabras de la Santa Sede, yo aquí no invento sino simplemente repito que existe un frenesí de poder, un frenesí de tener, una defensa de poder y de tener que si es necesario acaba con los que se oponen a ese poder y a ese tener. Con injusticias manifiestas.
Por otra parte, no lo olvidemos también, hay que ser justo. "La violencia -sigue diciendo el documento- puede caracterizar también la manera de reaccionar de aquellos que están o se creen oprimidos, y cuyo anhelo de vida o de justicia termina por explotar. Violencia de los débiles, de aquellos que están privados de ciertos derechos fundamentales." Ellos también, sobre todo aquellos que no quieren comprender la línea de la historia, del Evangelio, en sus compromisos con esta vida, cedan un poco a sus fanatismos y no nos desprecien tanto a los católicos por vivir esta vida que no tiene nada de comunismo sino simplemente llevar a las dimensiones históricas, temporales, sociales, los postulados, las exigencias del Divino Redentor.
 
Quiero alegrarme y felicitar a los promotores del movimiento Fe y Alegría. Es un sistema de educación que promueve la Iglesia, sobre todo en las zonas marginales. En el Externado San José, en su capilla, 81 muchachos y muchachas recibieron sus diplomas como costureras ellas, y ellos como expertos en electrónica y otras artes masculinas. Me dio mucho gusto decirles: Esto es la Iglesia, no sólo habla sino que hace y desde las zonas donde Cristo veía como ovejas sin pastor a muchas gentes, han surgido, gracias al trabajo de los Padres Jesuitas, a la colaboración de Hermanas Religiosas y seglares también, con un sentido evangélico de promoción, esa juventud y muchas otras obras que Fe y Alegría está haciendo en esas zonas.
 
Acerca de la Navidad, queridos hermanos, yo quiero tomar como guía, y proponerla a ustedes, una iniciativa de la diócesis de Santiago de María. Monseñor Rivera ha lanzado un llamamiento para que en vez de gastar en tarjetas de felicitación, en regalos de Navidad, se deposite ese dinero en una obra benéfica para los verdaderamente necesitados. Por mi parte, ya les anuncio que me voy a economizar el gasto de tarjetas de Navidad y lo voy a poner con mucho gusto en el fondo de beneficencia, con el cual estamos socorriendo a mucha gente pobre. Por ejemplo: aquella viuda con 9 niños, la mayorcita es de 12 años, que quedó y ellos huérfanos, por el crimen cometido allá en Dulce Nombre de María por parte de las autoridades que asesinaron a un pobre hombre. Para obras así, pues, yo quisiera muy bien que, si no tienen inconveniente, no digo que lo den a la Iglesia. No demos pie a los que nos calumnian que nos estamos robando estas limosnas, hagan la caridad ustedes con quien quieran. Junto a su casa hay alguien que no recibe una tarjetita de Navidad, llévenle un plato de tamales, llévenle algo que le socorra. Habrá muchos niños que no reciben un juguete; no les den juguetes, menos si son de armas, no les enseñemos la violencia desde la niñez, socorrámoslos en cosas más necesarias. He allí pues un llamamiento para celebrar una verdadera Navidad cristiana que no consista en comilonas, en embriagueces, en regalos que solamente pasan por las alturas, sino que llegue de veras a la pobreza de nuestro pobre pueblo.
 
También está abierto el concurso de Navidad, los párrocos de las colonias son invitados para que premien y traigan a las personas favorecidas, el 6 de enero día de la Epifanía, a recibir el premio. Haremos una buena promoción de Biblias para que en todos los hogares, y sobre todo aquellos que han hecho nacimientos artísticos, cuyo centro es el Niño Jesús, la Virgen y San José, sigan meditando a lo largo del año en la Palabra de Dios.
 
No olviden hermanos, que el jueves de esta semana es día de la Inmaculada Concepción de María, el 8. Se celebra en muchas partes, yo lo celebraré en La Libertad. Había una costumbre que se nos va perdiendo, el 7 por la noche, en señal de alegría con la Virgen, se encendían fogatas, se iluminaban puertas y ventanas con faroles. Quien quiera alegrarse para felicitar a María en este privilegio de su Inmaculada Concepción, allí tiene una forma folclórica, pintoresca, de hacer más bello el rinconcito de su casa.
El día de la Virgen de Guadalupe, se está promoviendo una procesión transmitida por radio para que lleve el mensaje de la Virgen. Se celebrará en el atrio de la basílica una Misa de campaña.
Quiero avisarles también que en La Vega, ya se comenzó hoy la novena de la Virgen de los Remedios. Una devoción muy bonita de San Salvador, que los invita a visitar allá a la Virgen.
Por último, y de acuerdo con el Párroco de esta Catedral, Monseñor Modesto López, vamos a suprimir la Misa de 9, ya que esta Misa, que es la principal de la diócesis, se prolonga hasta más allá de las 9 y estorbamos un poco a las personas que vienen a la Misa de 9. Pido perdón, tanto por quitarles la Misa como por prolongarme demasiado.
 
Hermanos, ya sé que esta palabra para muchos es aburrida y me lo han dicho en famosos anónimos. Pero ya les di la respuesta otra vez, al que no le gusta que apague su radio o que no venga a Catedral, pero cuando yo miro la atención de ustedes y cuando, comentando con amigos que sinceramente me dicen la verdad, me dicen que la ocasión lo exige, el momento de confusión, de calumnias para la Iglesia oscurece tanto el ambiente, que es necesario iluminar de una forma extraordinaria hasta donde den mis pobres alcances y mi voz, que lo hagamos. Yo les agradezco, hermanos, por muchas manifestaciones de solidaridad con esta homilía de la Catedral. Su misma presencia que llena la Catedral para mí es un motivo poderoso de estímulo y pensar que junto a esta muchedumbre de la Catedral que expresa atenta su aceptación, muchas comunidades en parroquias, en sus campanarios, ponen las bocinas para que el pueblo oiga, o en ermitas humildes, reunidos en comunidad, meditan después, la graban y se quedan meditando qué más pueden aprender de lo que oyeron.
 
Yo no dudo, hermanos, que no soy más que el humilde instrumento del Señor, "dichosos aquellos, decía Cristo, que no se escandalizan de mí." Porque ahora, hermanos, el mensaje de este domingo de Adviento es precioso. Para iniciarlo, yo tengo aquí unas palabras del Concilio que ponen la importancia de esta palabra ahora. Fíjense si no está reflejado aquí lo que está pasando en la conciencia de cada uno de nosotros. El Concilio, al hablarle al mundo de hoy, dice así: "Los desequilibrios que fatigan al mundo moderno, están conectados con ese otro desequilibrio fundamental, que hunde sus raíces en el corazón humano. Son muchísimos los que atados por el materialismo práctico, no quieren saber nada de la clara perfección de este dramático estado. O bien, oprimidos por la miseria, no tienen tiempo para ponerse a considerarlo". Ven los dos grandes males de hoy: el vivir tan cómodos, tan instalados, tan rico, que prácticamente son materialistas, no tienen tiempo, no les importa analizar la situación dramática del país y de su propia conciencia, están muy a gusto en sus jaulas de oro. Y por otra parte, la demasiada miseria no deja tiempo para ponerse a considerar. ¿Qué tiempo va a tener el pobrecito que está pensando hoy a ver si mañana encuentra trabajo y mañana muy de madrugada con su alforja sale a buscar trabajo y en vez de trabajo tal vez encuentra la prisión, el desaparecimiento. Los dos extremos estorban a esta hora de Navidad. Ninguno de los dos deja ver el Cristo que viene.
 
"Otros" dice el Concilio. Y fíjense bien, también en esto, para que no confundan a la Iglesia con el comunismo. "Otros esperan del sólo esfuerzo humano, la verdadera y plena liberación de la humanidad y abrigan el convencimiento de que el futuro reino del hombre sobre la tierra saciará plenamente todos sus deseos". Esta es la ilusión de unas liberaciones que no piensan en Dios, sino que todo lo hacen consistir en la revolución, en las fuerzas de la tierra, y es también el error de otro ateísmo práctico, porque el materialismo, el que encuentra su felicidad en las cosas de la tierra, tampoco tiene tiempo de ver a Dios y cree que aquí puede encontrar su paraíso en la tierra. Tampoco encontrarán paraíso ni lo podrán construir con leyes de represión. No se puede construir un mundo mejor sólo con los brazos humanos. La insolencia de quienes piensan que la existencia carece de toda significación propia y se esfuerzan por darle un sentido puramente subjetivo a su vida. Esta es otra tentación de hoy. Hay muchos, entre los jóvenes, la filosofía del nihilismo: si no tiene razón de ser la existencia, ¿para qué vivimos? y se acaban por pegar un tiro, por meterse veneno. La vida no tiene sentido.
 
A todas estas respuestas falsas de la situación dramática del momento ¿qué dice la Iglesia? El Concilio resume así mi homilía: "Cree la Iglesia que Cristo muerto y resucitado por todos da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo, a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que se puede salvar, fuera del nombre de Jesús. Igualmente cree la Iglesia que Cristo es la clave, el centro y el fin de toda la historia humana." Este es Adviento, esta es mi palabra de hoy. Es Isaías que vuelve a clamar, mientras veía que su reino de Judá, ante las amenazas de Asiria poderosa, trataba de aliarse con Siria y con Israel del Norte y después con Egipto. El profeta le dice: No ves que todo eso es traición, a la alianza del Señor. ¿Quieres tú poner tu confianza en los ejércitos? ¿Quieres tú decir que sin ejército no hay Judá, que sin ejército no hay república? ¿Quieres tú pensar que las fuerzas de los hombres son las que van a salvar la situación de Judá? ¿No te estás dando cuenta de que el mal está mucho más hondo? Los hombres comienzan a apostatar de su Dios, se está estableciendo la injusticia en tu pueblo, hay atropellos, todo eso es lo que estorba, conviértanse al Señor y verás entonces cómo brota un nuevo retoño de la casa de Jesé. ¿Saben quién era Jesé? Jesé era el papá de David, David, el rey escogido por Dios para formar de él una dinastía de la que nacerá el Rey eterno: Cristo.
 
Cuando Isaías vivía, esta dinastía de Jesé estaba acabando su esplendor. Parecía un tronco seco, como un árbol que se ha muerto. Y el profeta dice: "De ese árbol muerto Dios ha prometido que saldrá un príncipe que hará justicia". Oigan que descripción más bella la que escucharon hoy: "No juzgará en apariencias. No sentenciará de oídas. Defenderá con justicia al desamparado. Conocerá de la sentencia al pobre. Medirá al violento con el látigo de su boca, con el soplo de sus labios matará al impío". Y sigue una bella descripción. Viendo este trastorno de las fieras en la selva, como una imagen poética, dice que cuando el pueblo se convierta a Dios y pongan los hombres su confianza más en Dios que en los ejércitos de la tierra, en las leyes injustas de los hombres, sucederá esto: "habitará el lobo con el cordero". Y sigue describiendo eso que parece imposible, que una pantera se tumbe con un cabrito; que un novillo coma zacate junto con un león; que un muchacho meta el dedo en la cueva de la culebra y no le pase nada. Son imágenes para decir, hermanos, que ahora el mundo parece una selva donde los hombres somos fieras para otros hombres, nos golpeamos, nos mordemos, nos comemos, pero cuando nos convirtamos, cuando dejemos que entre el reino de Dios a nuestros corazones, no habrá lobo para el lobo, no habrá león para el corderito, seremos todos, ricos y pobres, hermanos que comeremos juntos, sentiremos la paternidad del Reino de Dios. Esto es la Navidad que quiere la Iglesia.
 
En la segunda lectura, San Pablo también nos habla de una separación que mata hoy a los hombres, en tiempos en que él escribía, los judíos y los gentiles. Cristo ha venido por todos, dice Pablo. Primero por los judíos porque así estaba prometido; y para ser obediente a los proyectos de Dios, su misión se desarrolla en Palestina, en la tierra Santa, pero cuando sus apóstoles comprenden que los judíos, los israelitas, el pueblo predilecto, en vez de arrepentirse y convertirse a Dios, ha hecho de su religión una falsa confianza como si no le va a pasar nada, se convierten a los gentiles. Y Cristo salva también a otros pueblos gentiles, que creemos en Dios y, junto con los judíos fieles, hacen el solo pueblo de Dios. Por eso en el Evangelio, cuando San Juan Bautista se presenta hoy ante las turbas que se acercaban para su bautismo, encontró él también a los fariseos. Y a los fariseos y a ellos les dice una palabra dura: "Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira del día del Señor? Hipócritas, han apartado del Reino de Dios al pueblo que debía conocer ya al Cristo que viene. Y por ustedes, dirigentes del pueblo, dirigentes religiosos, -porque también los sacerdotes podemos cometer errores-, dirigentes políticos -que también pueden cometer errores-, el pueblo que debía ser dirigido por Uds. al encuentro de Dios se ha apartado de Dios y ha hecho una religión falsa, de exterioridades, de hipocresías." Esta es la hora, hermanos, de los profetas, de la Iglesia auténtica, de los que creen que se salvarán porque creen que son hijos de Abraham. No, les dice el Bautista. Si Dios es tan poderoso que hasta de las piedras puede hacer hijos de Abraham. Si ustedes que eran hijos de Abraham se han hecho piedras por la dureza de sus corazones, no entrarán en el Reino de los Cielos si no se convierten de corazón.
Y la comparación del Bautista es hermosa: "Ya el hacha está puesta al tronco del árbol, ya comienza Dios a cortarlo, ya estamos en la última hora de la historia. Conviértanse porque el Reino de Dios está cerca. Y el Hijo del Hombre que viene detrás de mí, que es más grande que yo, yo no soy digno ni siquiera de llevarle sus sandalias, ya está como hacen los segadores, sacudiendo sus trigales, con el viento zarandeando, para que la brisa se lleve las brozas y quede el trigo de las buenas obras". Buenas obras, corazones cristianos, verdadera justicia, caridad, eso es lo que busca Dios en la religión. Una religión de misa dominical, pero de semanas injustas, no gusta al Señor. Una religión de mucho rezo, pero con hipocresías en el corazón, no es cristiana. Una Iglesia que se instalara sólo para estar bien, para tener mucho dinero, mucha comodidad, pero que olvidara el reclamo de las injusticias, no sería la verdadera Iglesia de Nuestro Divino Redentor y por eso tiene que padecer, tiene que sufrir, tiene que ser perseguida porque muchos no comprenderán, instalados en sus comodidades, aún sacerdotes, pueden ser el estorbo de este auténtico reino del Señor.
 
Cristianos, esta es la palabra que la Iglesia vuelve a repetir en las cercanías de la Navidad: No habrá un continente nuevo en América Latina con sólo cambiar estructuras, con sólo dar leyes, con sólo reprimir por la fuerza. Eso es sembrar más la dificultad. Sólo puede haber un continente nuevo, un pueblo nuevo, con hombres nuevos. Como San Pablo nos dice hoy, renovándose desde dentro, vistiéndose a Cristo, convirtiéndose como dice Juan Bautista e Isaías el profeta.
 
Aquí tenemos, hermanos, y yo siento la alegría inmensa de que mi palabra, esta mañana, en la misma línea de siempre, ha encontrado el respaldo del profeta Isaías, de Juan el Bautista, de San Pablo, del mismo Cristo, de la Iglesia auténtica que no puede perecer mientras se apoye en el auténtico espíritu del Evangelio. Y despertar en todos ustedes, hermanos salvadoreños, también en los pesimistas, también en los terroristas, también en los devotos de la represión, también en los que instalan leyes groseras contra el pueblo, a todos ustedes hermanos, cristianos y no cristianos, católicos y no católicos, la palabra de una Iglesia que desde Cristo dice que hay esperanzas, que El Salvador puede salvarse, que El Salvador si abre su corazón como indica Isaías, el Bautista y la Iglesia, a la conversión, al amor, a la justicia, al verdadero bienestar, encontrará la paz.
Yo les invito hermanos, a que hagamos de esta temporada de Adviento, como una preparación para el nacimiento del Niño Jesús, una revisión sincera a nuestro propio corazón, y depongamos de allí, todo aquello que estorba a la venida de Jesús al mundo, porque todos estamos estorbando. Comencemos por preparar los caminos en el desierto y florecerá el tronco seco y las piedras se convertirán en hijos de Dios y los salvadoreños, que nos hemos hecho fieras unos con otros, conviviremos la alegría de ser hermanos hijos de Dios. Así sea.
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