SAN MIGUEL ARCÁNGEL

SAN MIGUEL


29 de Septiembre de 1977
Huizúcar

Daniel 7, 9-10.13-14
Apocalipsis 12, 7-12a
Juan 1, 47-51

 

Queridos hermanos, sacerdotes, religiosas y fieles:

Vengo por visitarles como pastor pero también vengo como cristiano, igual que ustedes, en una peregrinación en honor del Arcángel San Miguel. Como pastor de ustedes, lo acaba de decir el párroco, vengo a traerles el mensaje, la palabra que nuestro Señor manda a decir a esta comunidad de Huizúcar, celebrando su fiesta patronal. Y como peregrino de San Miguel Arcángel, vengo sintiendo la fuerza de la lucha en la cual la Iglesia está empeñada en el mundo y siente en carne propia, las fuerzas también del enemigo, que quisiera que este reino de Dios se acercaba y no siguiera adelante. Y venimos a decirle, con el pueblo fiel, esa oración: que a través de los siglos pone en San Miguel Arcángel la confianza: "San Miguel Arcángel, defendiéndonos en la batalla; sé nuestro amparo contra las fuerzas del mal".

Y así pienso, hermanos, que nuestra misa, nuestra plegaria en esta dichosa parroquia de Huizúcar, puesta bajo las alas poderosas del Arcángel San Miguel, es una plegaria que ha de beneficiar a toda la Arquidiócesis, porque aquí hemos de orar, en este momento, por todos los intereses, por todos los sacerdotes, por todas las comunidades, por todos los cristianos que formamos lo que se llama la Iglesia particular de la Arquidiócesis de San Salvador. Cada vez que celebramos a un patrono, nuestra mirada llena de esperanza se dirige a ese cielo donde el patrono ya reina con Dios. Pero en el caso presente, San Miguel Arcángel, no saludamos a un peregrino de esta tierra que se fue al cielo, como son los patronos santos, sino que saludamos a un príncipe de ese otro mundo que Dios envía a proteger a este pueblo de Dios. Por eso, nuestra plegaria y nuestra confianza se tornan más devotas, más respetuosas, más confiadas; porque sabemos que estamos ante una presencia misteriosa que no ha surgido de esta tierra sino del que dice nuestro credo: "creemos en ese Dios creador de las cosas visibles e invisibles. San Miguel pertenece a ese reino del mundo invisible donde para nosotros no hay más conocimiento que lo que Dios haya querido revelarnos.

Y me dio mucho gusto, hermanos -os confieso mi emoción-, al ser recibidos por ustedes con ese cariño tan propio de nuestro pueblo y, al venir acompañándolos, encontrarme con este paisaje tan pintoresco, esta cumbre donde a nuestros antepasados se les ocurrió levantar este templo. Parece como esas defensas espirituales, diríamos, las catedrales, los templos, que los cristianos de todos los siglos han levantado en lugares los más primorosos que puede dar nuestra naturaleza. Y después de ese pintoresco paisaje a la entrada de la plaza, entrada a este templo y sorprenderse la vista con la presencia no sólo de San Miguel, en el centro de este altar, sino a sus dos lados, los dos grandes arcángeles que con él forman esas tres majestades que del cielo han venido a visitar a la tierra y cuyos nombres significan la relación grandiosa que ellos tienen con Dios.

San Rafael, que significa la medicina de Dios porque acompañando a Tobías, como ustedes lo pueden leer en el precioso libro bíblico de Tobías, curó de dolencias espirituales y materiales a la familia de aquel peregrino que no se imaginaba que iba siendo acompañado por un arcángel, hasta que, después de terminar su misión en la tierra, desaparece diciéndole: "Yo soy uno de los siete espíritus que estamos frente al trono de Dios" Y entonces, sintieron los dos Tobías, anciano y joven, toda la familia que habían estado en el contacto con lo divino, por el pensamiento infinito de Dios, y cayeron de rodillas y se postraron en tierra con su rostro topado al suelo para adorar, porque habían estado con un arcángel sin haberlo comprendido. Esa creo que es también nuestra actitud, adorando a uno de los siete espíritus que están cerca del trono de Dios.

Gabriel, nos lo presenta la Biblia, nada menos que trajeron de Dios el mensaje de la redención del mundo. Gabriel significa potencia de Dios, porque era que iba a manifestar, en la encarnación del Hijo de Dios en las entrañas de María, la potencia de la redención: salvar del pecado al mundo. Se necesitaba un poder de amor infinito, y por eso envía al arcángel que se caracteriza por ese nombre, San Gabriel. Y fue enviado por Dios el Arcángel Gabriel a una ciudad de Nazaret y comienza el relato precioso del diálogo de la Virgen con el Arcángel, anunciando ya la cercanía de la redención de los hombres.

Pero sobre estos dos príncipes, Gabriel y Rafael, se destaca aquel nombre: Miguel, que quiere decir en hebreo, "¿Quién como Dios?" Porque él fue constituido príncipe, precisamente por defender los derechos de Dios frente a las pretensiones del infierno, de Satanás, que en aquel momento fue convertido en demonio, príncipe de las tinieblas. El más bello de los ángeles, dicen que era, pero que en aquella lucha quedó sometido y convertido en un demonio.

Pero Gabriel quedó entonces encargado de esos derechos de Dios, no sólo en el cielo, donde es el príncipe de las milicias celestiales, sino que su relación con la tierra es más conocida, más frecuente que los otros dos arcángeles conocidos por los hombres. Nos lo presenta el Antiguo Testamento en relación continua con la sinagoga, o sea con la Iglesia del Antiguo Testamento. Es el protector de Israel, es el que lo defiende en su fe y en sus batallas en esta tierra. Y la lectura que nos hacía el Padre Alvarenga al principio nos presenta la primera faceta que yo quiero destacar, el arcángel de la esperanza. La segunda lectura, el Apocalipsis, el arcángel en las batallas de Dios, en el reino de Dios en esta tierra. Y en el evangelio, donde Cristo mismo nos habla de los ángeles que se suben y bajan en torno del Hijo del Hombre, nos presenta ese arcángel, señalando que toda su fuerza le viene no de él, porque es creatura y es humilde, le viene de dios y del Cristo, que es la fuerza que salva al mundo. Fijémonos en estos tres pensamientos, hermanos, para llevarnos un mensaje claro de la fiesta de San Miguel Arcángel, patrono de esta dichosa población.
 

EL ARCANGEL DE LA ESPERANZA

Nos dice el primer libro que se ha leído hoy, el libro de Daniel, el hombre de las grandes visiones, que vio que preparaban en el cielo un trono para el Eterno, para Dios; pero luego que se sentó en ese trono, vio que se acercaba "uno como hijo de hombre". ¿Qué quiere decir aquí el profeta? Cuando también dice muchas veces "el Hijo del Hombre", toma de esta profecía de Daniel ese nombre. Cuando Cristo llama al Hijo del Hombre, cuando Daniel dice que se acercaba al trono de Dios el Hijo del Hombre, según los explican la sagrada Escritura, ésto significa todo ese Reino que Cristo va a conquistar en la tierra. No es El sólo el Hijo del Hombre. Es el Hijo del Hombre porque él y todos los hombres y todas las mujeres que quieran dejarse redimir por Cristo, vamos a formar, primero Dios, allá en el cielo, un solo personaje un solo Reino, Cristo a la cabeza, y todos los que tengamos la dicha de salvarnos (hagamos lo posible porque así sea) formaremos con Cristo un pueblo glorioso, un solo Hijo del Hombre, una nación formada, como dice aquí el pasaje que se ha leído hoy: "Avanzó hacia el anciano venerable uno como hijo del hombre, y todos los pueblos, naciones y lenguas les servían". Qué dicha, hermanos, formar parte de aquel cortejo de Cristo, el Cordero que va en la ciudad eterna del cielo. Allá en aquel Reino, todos los que tengan la dicha de salvarse formarán con Cristo el Hijo del Hombre, los hijos de esta tierra convertidos en un Cristo glorioso de la eternidad. Allá están ya nuestros muertos que se han salvado, allá están ya nuestros mártires, allá está la ciudad triunfante del cielo. Cuántos de nuestra familia son ya parte de ese Hijo del Hombre que triunfa en el cielo acercándose al esplendor de lo Eterno, Dios que los corona para siempre.

Y allí es donde Miguel Arcángel, en ese reino misterioso que está más allá de la historia, hacia el cual caminamos nosotros y donde sabemos que al terminar nuestra vida en la tierra comienza al Reino, la felicidad. Allá San Miguel Arcángel viene a decirnos, a los que todavía peregrinamos, que existe ese reino y que él es el príncipe de aquel reino puesto por Dios, por el valor con que defendió sus derechos un día. Allá está el Arcángel de la esperanza. Eso debe ser para nosotros. Cada vez que pensemos en el patrono de esta población, San Miguel Arcángel, avivemos nuestra esperanza. Y cuando el sufrimiento de la tierra, los dolores, la persecución, la angustia nos quieran quitar el ánimo, levantemos la vista a ese hijo de hombre que es la ciudad del cielo, todos nosotros glorificados y amparados por aquellos seres celestiales que no tuvieron que peregrinar en esta tierra sino que Dios los creó para formar su cortejo, como dice aquí la lectura también: "millones y millones de seres espirituales le servían", para expresar la maravilla de ese cielo donde el pensamiento de Dios lo llena todo, donde Dios es todo en todas las cosas.

¡Qué gran ciudad de la eternidad se abre en esta mañana de San Miguel Arcángel! Qué gran paisaje más hermoso, que el que describía antes abre ante la mirada esperanzada de los cristianos, la visión de San Miguel Arcángel y todo su ejército celestial.
 

EL ARCANGEL, EN LAS BATALLAS DE DIOS, EN EL REINO DE DIOS EN ESTA TIERRA

Fijémonos ahora en la segunda lectura, el Apocalipsis. Es el famoso Capítulo 12, donde San Juan, arrebatado en una contemplación, ve el espectáculo de una lucha tremenda allá en el cielo, en que el dragón de siete cabezas y coronado de diademas, para expresar la potencia, para expresar cómo los gobiernos coronados de la tierra pueden ser esa bestia que lucha contra el Reino de Dios, cuando se olvida que todo su poder le viene de Dios, cuando el ángel Luzbel, sintiéndose poderoso, coronado de diademas, se cree que puede desbaratar a Dios, entonces comenzó su ruina, y de Luzbel se convierte en el dragón feroz, en la fiera que arrastra a todos aquellos que se dejen engañar. Ay de ese momento, queridos hermanos, cuando el poder, cuando el gobierno se quiere endiosar. Escribía Juan estas páginas cuando el emperador de Roma se creía un Dios y los cristianos no podían adorar otro Dios más que el Señor. Y porque no adoraban a los emperadores, muchos cristianos murieron mártires, porque siempre es la causa del martirio, como cuando Cristo se confiesa que él es Dios, entonces es cuando los sacerdotes del templo rasgan las vestiduras y dicen: "Ha blasfemado, es reo de muerte". Porque ante el poder de la tierra, cuando otro se proclama Dios, estorba y se trata de perseguirlo y acabarlo.

La lucha de la Iglesia es precisamente ésta, mantener, frente a los poderes de la tierra, la única majestad de Dios. Y por esa defensa de Dios, la Iglesia es calumniada; y los que propagaban este reino de Dios en la tierra, son tenidos por subversivos y los persiguen y los denuncian. ¡Mucho cuidado, hermanos, con la denuncia! Ustedes se dieron cuenta que en estos días se regó una hojita en la que dicen que el obispo, yo, andaba predicando por los pueblos y cantones esta subversión. Lo que les estoy predicando ahora es lo que siempre he predicado. Y si aquí alguno fuera a denunciar, a decir que yo he predicado en Huizúcar la subversión, falsamente lo dice; es una calumnia. Lo que estoy diciendo es que la Iglesia predique el único reino de Dios y que ante ese único Señor de la historia, la Iglesia tiene que defender a su Dios, aún cuando le cueste la vida.

Y este dragón fue vencido por Miguel y echado a la tierra; y aquellos vencedores cantan el canto precioso del Apocalipsis, que ya llegó la victoria de nuestro Dios. Pero hay un espectáculo aquí, en este capítulo 12 del Apocalipsis, que por la brevedad no se ha leído, pero es aquel famoso pasaje donde al caer el dragón a la tierra, aparece en el cielo la gran señal: una mujer vestida del sol con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas. Está encinta, va a dar a luz, y el dragón con sus fauces abiertas, quiere tragarse el fruto de las entrañas de aquella mujer. Pero cuando llega la hora de su alumbramiento, el niño fue salvado y la mujer también; pero la persecución de aquel dragón continúa a lo largo de la historia.

¿Qué significa esta visión? Los intérpretes han entendido que aquí se trata de la Iglesia. Aunque muchos también le aplican esto a la Virgen María, Madre de la Iglesia, es lo mismo, porque María, la Madre de Cristo, es la figura de la Iglesia, es la madre de la Iglesia, y tocar la Iglesia es tocar a María y mencionar a la Iglesia. Esta mujer misteriosa, entendámosla aquí, es la Iglesia, la hija de María; la Iglesia, la que fue fundada por Cristo para dar a los corazones, hacer nacer a Cristo en los que se convierten y lo aceptan como Redentor.

Es la Iglesia la que sufre las amenazas del dragón que quiere matarle el fruto de sus entrañas, que no quiere que Cristo nazca en la tierra, en los corazones, en la historia. Y aquí se presenta la tremenda lucha entre el Arcángel San Miguel, que ha venido a ese dragón y defiende esa Iglesia y ese Cristo que nace en los corazones y en los pueblos, gracias a la predicación y al ministerio de los sacerdotes, de los catequistas, de las religiosas que van sembrando la doctrina de Cristo, haciéndolo nacer en el corazón de los niños, de los pecadores se convierten. Al demonio le estorba, le estorba que este Cristo nazca más y más en la tierra, y por eso persigue a la Iglesia, que da a la luz a ese Cristo y al Cristo que nace en los corazones. Y esa lucha durará toda la historia.

Y por eso no hay que extrañarse cuando se dice que la Iglesia es perseguida. Si pertenece a su naturaleza ser perseguida, si en las mismas páginas de la Biblia está profetizando bajo la figura de esa mujer que es perseguida por el dragón que la quiere tragar junto a su creatura. Son las fuerzas evidentes del infierno que muchas veces toman, como ministros, a los agentes de esta tierra, a la gente que secundando la persecución no oye a la Iglesia, la calumnia, la persigue. Pero la Iglesia lleva la garantía de que hay un príncipe de las milicias celestiales amparándola, defendiéndola. Y al final de los tiempos -nos cuenta el Apocalipsis- el dragón fue vencido definitivamente, y la criatura de María triunfa, con ese pueblo que decíamos antes, en el reino de los cielos. Dichosos todos los que en la hora de la batalla. Hoy, que es la hora de la lucha, aquí en la tierra, nos aferramos a la bandera de Cristo, y seguimos esa doctrina del Señor, y no tenemos miedo a la persecución, y nos amparamos de las fuerzas celestiales simbolizadas por Miguel Arcángel, y conservamos nuestra fe y nuestra esperanza, y no nos desanimamos a pesar de lo duro de la lucha.

Hermanos, ésta es la fase actual en la que nos encontramos en la historia. Todos los que llenan este templo, verdaderamente emocionante este espectáculo, rebosante de hombres de todas las edades, de mujeres, de niños. Qué bello espectáculo del reino de Dios! Ustedes creen, ustedes son parte de esa mujer que da a luz a Cristo, ustedes son el testimonio de ese Cristo que vive en la tierra gracias a la confesión, a la fe, a la esperanza de los corazones cristianos. Si Cristo vive, es porque nosotros lo encarnamos.

Creo que ustedes se han dado cuenta de mi carta pastoral que se titula. La Iglesia, Cuerpo de Cristo en la Historia, que quiere decir que todos los que ahora vivimos, somos la Iglesia, encarnamos con nuestra carne al Cristo que ahora vive aquí, en El Salvador, en 1977, en esta Iglesia de hoy. Así, como la Iglesia de otros siglos, la encarnaron nuestros antepasados, y la Iglesia que vendrá después cuando nosotros ya hayamos muerto, la encarnarán otras generaciones. Cristo seguirá encarnándose en esta Iglesia, y por eso Cristo y su Iglesia, profetizado en esta página del Apocalipsis, durará en su lucha, pero también cantará su victoria a través de toda la historia del mundo.
 

TODA LA FUERZA DE SAN MIGUEL ARCANGEL LE VIENE DE DIOS

Y finalmente, hermanos, el tercer pensamiento en honor de San Miguel, es lo que Cristo le dice a Natanael. Es la preciosa lectura del evangelio que nos han hecho hoy. El Padre Pocasangre leía aquel encuentro de Cristo con un hombre llamado Natanael, y cuando Cristo le dice que conoce todos sus secretos: "Yo te vi cuando estabas debajo de la higuera". ¿Qué estabas haciendo Natanael debajo de la higuera? Nadie lo sabe, pero sí se sabe que debe ser algún secreto. Estaría pensando, meditando tal vez en cosas que sólo él sabía. Y cuando se ve sorprendido en su secreto, le dice: "Rabí, veo que eres Hijo de Dios. Tú eres el rey de Israel que estamos esperando". Y Cristo le dice: "Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera, te sorprendes. Verás cosas mucho mayores. Verás a los ángeles de Dios que suben y bajan en torno del Hijo del Hombre".

¿Qué quiere decir Cristo? Porque en esos ángeles que suben y bajan, tenemos que ver a nuestro Arcángel San Miguel. Los ángeles según el pensamiento bíblico, son presencia de Dios. Cuando Cristo dice que entorno de Él, Hijo de Dios, verán sus apóstoles abundancia de ángeles que suben y bajan, les está diciendo: "Aquel que crea en mí comprenderá que la vida de Dios ha venido conmigo a este mundo. Los ángeles son mis palabras que yo les predico; ángeles son mi redención por la cual yo voy a pagar los pecados de todo el mundo". Ángeles en torno del Hijo de Dios. Es todo eso maravilloso que estamos viviendo en este templo. Aquí cada uno de nosotros es ángel en torno del Hijo de Dios, que así significa en este lugar. Aquí está realizándose la visión de Natanael. Y a través de los siglos en el cristianismo, es Cristo el centro de nuestro amor, es Cristo el que construye la Iglesia, es Cristo el que predica contra las injusticias y contra los pecados del mundo, es Cristo por medio de su Iglesia que está avanzando en la historia para hacer más felices, para predicarles su reino. Cristo pues, con su pensamiento, con su mensaje, con su Iglesia, es la visión prometida en esa página del evangelio. Nosotros como Natanael, porque ya vivimos en la era cristiana, estamos viendo cosas mucho más maravillosas que mirar aquellos milagros en que Cristo adivina el pensamiento de los hombres, descubre los secretos de los corazones. Hay algo más grande, y es que Cristo nos habla.

Queridos hermanos, éste es el inmenso honor que yo siento, que, a través de mis palabras, es Cristo el que les está hablando, como cuando aquí el padre les predica, es Cristo el que predica a través del sacerdote y a través del catequista y a través de la presencia del padre y de la madre de familia que enseña el buen camino a sus niños, a conocer a Cristo, hacer su primera comunión -como éstos que se van a acercar ahora. Son ángeles todos aquellos que acercan las almas a Dios y predican a Cristo en el mundo. A esto nos llama la hora presente de la Iglesia, a que realicemos este milagro del apostolado que Cristo le anunció a uno de sus apóstoles que creyó en El, precisamente porque le dijo: "Vas a ver cosas muy grandes en tu predicación, en tu ministerio". Las estamos viendo, hermanos. Son las cosas maravillosas de las muchas gentes que en estas horas se están convirtiendo a la Iglesia, de los muchos que están recuperando en la Iglesia una gran esperanza, una gran confianza. Estamos viendo a Cristo viviendo en este mundo y a los ángeles de Dios, el poder de Dios, que está viniendo a esta tierra y de esta tierra está surgiendo también en plegarias, en acciones de gracias, en súplicas, en perdón.

Todo esto es, hermanos, el mensaje de San Miguel. Por eso, cuando la Biblia nos presenta en un ministerio muy propio al Arcángel San Miguel, lo describe como les dije al principio de esta misa: "Vi junto al altar de Dios -dice una de las profecías- a un arcángel, al Arcángel Miguel que recogía, como en un gran incensario, las plegarias de todos los fieles y se quemaba como incienso que sube perfumado al cielo" -las súplicas, las oraciones, los trabajos, los sufrimientos, las esperanzas de todos los que han venido a misa, de todos los que se acercan al altar para orar. No quedan perdidas esas plegarias. Es que estamos viendo que, a través del Arcángel, suben las plegarias; y en torno del Hijo de Dios, San Miguel Arcángel está desempeñando ese trabajo de ser medianero junto con Cristo, subordinado a Cristo, naturalmente, porque sólo hay un medianero entre Dios y los hombres: Cristo Jesús. Y San Miguel, porque sólo hay un medianero entre Dios y los hombres: Cristo Jesús. Y San Miguel Arcángel es un ministro, es un empleado de ese ministerio de la redención.

Queridos hermanos, éste es el sentido de mi peregrinación junto con todos ustedes. Soy un cristiano más que he venido, en esta hora peligrosa de nuestra Iglesia, a suplicarle al Arcángel San Miguel, arcángel de la esperanza, que nos presenta el espectáculo de ese cielo hacia el cual caminamos, que no se pierda la esperanza de los corazones de todos tus pueblos. Arcángel en la batalla de Dios, defensor de la Iglesia frente al dragón que la quiere tragar, defendiéndonos en la batalla con tu poder que no viene de tí sino de Cristo, como nos ha dicho el Apocalipsis: ha vencido en la sangre de Cristo y en su testimonio que dio su vida por nosotros.

El triunfo de San Miguel no le roba nada a Cristo. Al contrario, hace de la victoria de Cristo la victoria de todos los hombres. Él la reparte, junto con María, junto con el ministerio de su Iglesia, a todo aquel que quiera ser salvo.

Y, finalmente, arcángel que nos das la presencia de Cristo, porque de tu fuerza repartes fuerzas a sus cristianos, llénanos de más convicción. Que creamos cada vez más en Cristo Salvador, que creamos más y no calumniemos nunca ni desconfiemos de esta Iglesia fundada por Cristo, sino que sintamos el orgullo de pertenecer a una Iglesia protegida por ti, arcángel poderoso, y que pertenece de lleno al cuerpo de Cristo nuestro Señor.

Ahora, pues, hermanos, pongamos en este altar humilde, pero grandioso de Huizúcar, la plegaria de sus fiestas patronales. Pongamos aquí toda la esperanza, toda la aflicción, todas las angustias y las alegrías, todo lo que significa la presencia de todos ustedes. Cuántas cosas trae cada uno en su propio corazón. Yo traigo las mías también y las queremos poner en el pebetero, en el incensario del Arcángel San Miguel para que... (incompleto).
 

ÍNDICE GENERAL | CICLO C | ANTERIOR | SIGUIENTE |