...25 de noviembre de 1977, en esta misma mañana, pues, esta rica tradición de Apopa de ver año con año reunida a su comunidad que tiene fe en Cristo, para honrar a su patrona, Santa Catalina de Alejandría. Es una circunstancia que nos invita a reflexionar en una vida que no se acaba, que vive hasta la consumación de los siglos: la Iglesia. Somos la Iglesia. Y aún cuando no estamos siempre aquí en el templo, cada uno allá en su casa, en su finca, en sus quehaceres, en su cantón, allá llevamos la fe en el corazón. Y llegado este momento u otra circunstancia de la vida de la Iglesia como vida espiritual que está en este mundo, nos reunimos y damos este espectáculo que estamos dando esta mañana. Esto nos invita a reflexionar, y vamos a reflexionar, hermanos, después de haber escuchado la palabra del Señor, que nos habla de una supervivencia sobre la muerte, de un valor que flota por encima de las persecuciones, de un triunfo que cada vez es más grande en la medida en que quieren deshacernos. Es que contra Dios no se puede, y la vida de Dios va animando esta Iglesia santa, que es la esposa bella de nuestro divino Redentor.
¿Quién le iba a decir a aquélla joven del siglo III, Catalina de Alejandría, que su nombre no se iba a quedar sólo allá, en el cariño de su familia y de sus conocidos, en aquella ciudad de sabiduría, donde se daban cita grandes filósofos, grandes teólogos? La escuela de Alejandría es famosa en la historia. Allí se dieron cita las filosofías más profundas de Grecia. Y al mismo tiempo, los teólogos más grandes del cristianismo trataron de empalmar esta ciencia filosófica de los hombres con la sabiduría revelada de Dios, que es la palabra divina, que se lee en la Iglesia. Y salieron esas bellísimas catequesis de Alejandría, esos tratados teológicos, esos comentarios y trabajos bíblicos, que todavía después de los siglos, siguen siendo la admiración de los estudiosos.
En esa Alejandría, famosa por la ciencia, por la reflexión, por la filosofía que se bautiza de teología; allí nace esta joven, al principio pagana, pero reflexiva como todas las almas que profundizan en sus pensamientos, sabe que mucho más bello que el pensamiento de los grandes filósofos de la tierra aparecen las sencillas parábolas de Cristo, su vida, su evangelio, sus bienaventuranzas. Descubrió la margarita del evangelio y se aferró a ella y fue cristiana y, un día, la persecución.
Hermanos, no nos debe extrañar cuando se habla de Iglesia perseguida. Muchos se escandalizan y dicen que estamos exagerando, que no hay Iglesia perseguida... pero si es la nota histórica de la Iglesia; siempre tiene que ser perseguida. Una doctrina que va contra las inmoralidades, que predica contra los abusos, que va siempre predicando el bien y atacando el mal; es una doctrina puesta por Cristo para santificar los corazones, para renovar las sociedades, y naturalmente, cuando en esa sociedad o en ese corazón, hay pecado, hay egoísmo, hay podredumbres, hay envidias, hay avaricias, pues, el pecado salta, como la culebra cuando tratan de apelmazarla, y persigue al que trata de perseguir el mal, el pecado. Por eso, cuando la Iglesia es perseguida, es señal de que está cumpliendo su misión. Está desterrando el pecado del mundo, y naturalmente el mundo se levanta contra la bondad de la Iglesia para desecharla, para calumniarla, para difamarla, para desacreditarla, tal como está pasando en estos días. Ustedes leen los periódicos: campos pagados, en que se insinúa que la Iglesia es la culpable del malestar. La televisión, la radio: qué campaña más infernal contra nuestra Iglesia! Es el pecado que surge contra el reino de Dios que trata de implantarse.
Así fue en los tiempos de Catalina de Alejandría, cuando esa sencillez del evangelio, de las parábolas, predicaba la bondad de los corazones, reclamaba;: "Conviértanse de sus pecados". Naturalmente, el Imperio Romano, el emperador Maximino, que según la teoría de los emperadores eran dioses y querían que se les adoraran, gobernantes, dioses. Los cristianos no pueden adorar a otro Dios más que el único Dios verdadero, y cuando un gobierno, llámese como se llame- en aquel tiempo se llamaba Maximino- Imperio Romano quería endiosar sus gobernantes- la Iglesia, el catolicismo decía: "No. Nosotros sólo tenemos un Señor, un Dios, Cristo, nuestro Señor". Y entonces los falsos dioses perseguían a los que no los adoraban. Y así cundían aquellas persecuciones, en las cuales surgieron esa gloriosa muchedumbre de hombres y mujeres que se llaman los mártires.
Una de esas mujeres mártires es Nuestra Patrona, queridos hermanos de Apopa. Santa Catalina sabia en aquella sabiduría de su ambiente y cristiana, profundamente cristiana, no podía escapar a esta persecución. Y fue llevada a los tribunales. Y fue halagada; porque primero la persecución trata de halagar, de domesticar, y cuando uno se doblega ante estos halagos, pues no hay necesidad de perseguirlo, ya está vencido. Por eso, mucho cuidado, queridos hermanos, no se dejen halagar. Cuando el halago viene del pecado, y cuando se trata de no molestarse, de no sacrificarse, de estar bien, de instalarse cómodamente en la tierra, eso es malo, porque entonces ya uno se hizo también perseguidor.
Entonces Catalina, que no se dejó domesticar por los halagos. Comenzaron entonces la segunda parte, las amenazas, las amenazas tremendas, y en una forma muy fina, la discusión científica. Miren, así como Dios entra al corazón del hombre por sus caminos: Por la sabiduría entra a los sabios, por la sencillez entra a los sencillos. Catalina, que era sabia, muy inteligente, trató de entrar Dios por la sabiduría. Así conoció a Dios. Pero también el demonio, la persecución entra por los caminos que halagan al hombre, y a Catalina trató de entrarle también por la sabiduría. Y nos cuenta su martirologio, su estudio de su vida, que el emperador le dijo: "Vas a discutir con los sabios del imperio". Y le llevaron los filósofos que eran los consejeros, los sabios de Alejandría. Y Catalina la tenemos ahí en medio de sabios que trataban de poner objeciones contra sus creencias, que le trataban de arrancar de la mente la idea de Dios, que le trataban de poner en ridículo el creer en un Cristo que es Dios y hombre al mismo tiempo, que le trataban de arrancar su fe en una Iglesia que pretende llegar hasta la consumación de los siglos. Y le decían: "No ves que es ridículo todo eso, que no hay más sabiduría que la ciencia humana, y más aún cuando el imperio te ofrece grandes ventajas, si tú renuncias a ese credo ridículo de los cristianos".
Catalina iba respondiendo una a una de las objeciones de sus adversarios, y los convenció. Y nos cuenta la tradición, que en vez de convencerla a ella para que renegara del cristianismo, convenció a los sabios para que se hicieran cristianos. Miren cómo es la sabiduría de Dios. La ciencia, cuando Dios la ilumina y cuando los hombres la escuchan con la buena voluntad con que ustedes, tan amablemente me están escuchando... espero que todos, espero que no haya quien me esté escuchando únicamente para ver en que me coge, para ir a dar una mala información después. Mucho cuidado, porque el que viene a escuchar la palabra de Dios con maldad, con malicia de espionaje, ya está pervirtiendo su corazón. Y Dios lo puede castigar rechazándolo y no admitiéndolo a este conocimiento de la ciencia divina.
Vayamos a escuchar la palabra del Señor, como iba Santa Catalina a los teólogos y sabios cristianos de su tiempo, a aprender la doctrina de Dios, nunca para espiar, nunca para perseguir; siempre para recibir con amor lo que Dios nos ha revelado. Y así, aquellos sabios, pues, que empezaron tal vez, maliciosamente, pero que Dios, con su gracia, les preparaba el corazón, acabaron creyendo en la fe en que Catalina también creía. Esto, hermanos, el ejemplo bello de vuestra patrona, me lleva a recoger una página del Concilio Vaticano II y aplicarla a ustedes, queridos y amables oyentes de esta santa misa de la Iglesia parroquial de Apopa, en honor de Santa Catalina. Oigan este bello pensamiento del Concilio, que es para ustedes está mañana: "Cristo, el profeta que viene de parte de Dios para predicar el reino de Dios con el testimonio de su vida y la fuerza de su palabra, sigue predicando en el mundo hasta la consumación de los siglos, no sólo por el ministerio de sus obispos y sacerdotes, sino también por el testimonio de la vida de sus cristianos, a los que los consagra testigos de su fe y les da la fuerza también de su palabra".
Quisiera repetir esto, porque aquí está hermanos, la explicación de la pregunta que les hacía al principio: Por qué hoy, el 25 de noviembre de 1977, la comunidad de Apopa se reúne, con cariño y con fe, para honrar a su patrona, Santa Catalina, como lo hicieron los padres y abuelos de esta comunidad? ¿Saben por qué? Porque Cristo sigue predicando, no sólo por su párroco, sino a través de todos los padres de familia, a través de las mujeres piadosas y buenas de esta comunidad, a través de todo aquello que es cristiano. La comunidad, los hombres y mujeres que formamos la Iglesia, hemos sido ungidos por Cristo desde nuestro bautismo para ser profetas; es decir, para conservar en el mundo, (por el testimonio de nuestra vida, con nuestro buen ejemplo y con la fuerza de nuestra palabra) el buen consejo, la iluminación del padre de familia a sus hijos, a su esposa. La comunidad se conserva, no porque Cristo esté hablando sensiblemente, sino porque Cristo se vale de cada uno de nosotros, de cada uno de ustedes, para seguir predicando el reino de Dios. Y por eso hay reino de Dios en Apopa; por eso hay cristianismo y hay fe en las familias y en los corazones de esta población y de sus cantones, porque Cristo sigue haciendo su misión profética a través de su pueblo santo, no sólo de sus ministros, que somos los sacerdotes, el obispo con quien colaboran los sacerdotes, en comunión con el obispo, sino también el pueblo bautizado, en comunión con el obispo. El obispo es como el maestro autorizado, como la piedra de toque en la cual se confronta si la doctrina que predica un sacerdote o una familia es verdadera doctrina del reino de Dios, o es falsa doctrina.
Aquí, muy cerca, tienen ustedes el caso. En Quezaltepeque un sacerdote, en rebelión contra el obispo, ya está confrontando que está fuera de la comunión, que su doctrina no es reino de Dios, que sus actuaciones no construyen la Iglesia. Y pobrecitos los hombres y mujeres que sigan la predicación, la actuación de un sacerdote rebelde que ya rompió en excomunión con el obispo. Ojalá que esta palabra pudiera llegar también hasta Quezaltepeque, y que ese grupito politiquero que ha tratado de hacer del pobre padre Pineda Quinteros, no un ministro en quien buscan la palabra, sino un pobre instrumento tonto para sus fines políticos de molestar a la Iglesia, se conviertan y no jugaran con el reino santo de Dios. Ojalá que no vayan a caer en el engaño de sentirse apoyados políticamente; porque ésto es muy fácil mientras dura la vida, pero cuando llegue la hora del juicio del reino de Dios, los que construyeron con El, el verdadero auténtico reino, aunque esté perseguido, perseverarán para siempre. En cambio, el que quiso salvar su vida, valiéndose de las ventajas de esta tierra, ése, dice Cristo, perderá su alma para siempre. Entonces, hermanos, esta misión profética tiene que confrontarse. Y aquí es fácil distinguir si mi palabra, si la creencia de mi hogar, si la enseñanza de mi doctrina es verdadera o es falsa. Si estoy en comunión con el obispo y ese obispo está en comunión con el Papa, no hay duda, ésta es la verdad, éste es el reino de Dios que Cristo ha traído a la tierra y que lo entregó a la fuerza de la palabra de su Iglesia y a la grandeza del testimonio cristiano.
Por eso hermanos, yo les invito, como a Santa Catalina de Alejandría, que cada uno de nosotros nos convirtamos en un trabajador de esa evangelización. ¿Qué otra cosa está haciendo la Iglesia en el mundo? Esa palabra lo dice todo: la evangelización, es decir, llevar el evangelio al hogar, al pueblo, a todas partes. ¿De qué manera? Con la fuerza de la palabra y con el testimonio de vida. Son los dos grandes instrumentos de la evangelización. La fuerza de la palabra. La palabra es fuerza. La palabra, cuando no es mentira, lleva la fuerza de la verdad. Por eso hay tantas palabras que no tienen fuerza ya en nuestra patria, porque son palabras mentiras, porque son palabras que han perdido su razón de ser. Si la palabra no es para llevar la verdad, esa palabra ya no tiene por qué existir. La palabra existe cuando es un vehículo de la verdad: y entonces es fuerza la palabra. Y la palabra es fuerza cuando lleva una doctrina que parte de Dios, que lleva la palabra del reino de Dios.
Hermanos, espero que en esta oportunidad revisen (queridos padres de familia, queridos catequistas, celebradores de la palabra, los que colaboran con Cristo a difundir su reino por la fuerza de la palabra) el contenido de esta doctrina... Es necesario. Ustedes saben que en Roma se acaban de reunir los representantes de los obispos de todo el mundo, junto con el Papa, para estudiar el problema de la catequización, es decir, cómo transmitir a los niños y a los jóvenes el tesoro de la doctrina verdadera. ¿Y cómo es la doctrina verdadera. Pues, la que trajo Cristo: que existe un Dios, un Dios que nos ha creado; y que ese Dios envió a su Hijo para salvar al mundo; y que no hay salvación fuera de Cristo nuestro Redentor; y que esa redención de Cristo no solamente es una redención que la esperamos después de la muerte, es una redención que ya se opera en esta vida; y la palabra que a muchos molesta, la liberación, es una realidad de la redención de Cristo; que la liberación quiere decir de los hombres, no sólo después de la muerte para decirles; "Confórmese mientras viven". No, una liberación que es una redención que ya comienza en esta tierra; liberación que quiere decir que no existe en el mundo la explotación del hombre por el hombre. Liberación quiere decir redención, que quiere libertad para al hombre, de tantas esclavitudes. Esclavitud es el analfabetismo. Esclavitud es el hambre, por no tener con qué comprar comida. Esclavitud es carencia de techo, no tener dónde vivir. Esclavitud, miseria, todo eso va junto. Y cuando la Iglesia predica que Cristo ha venido a redimir a los hombres, y que en fuerza de esa redención no deben de existir esclavitudes en la tierra, la Iglesia no está predicando subversión, ni política, ni es comunista. La Iglesia está predicando la verdadera redención de Cristo, que no quiere esclavos, que quiere que todos los hombres seamos redimidos, que ricos y pobres nos amemos como hermanos, que la liberación tiene que llegar a todas las situaciones y que no exista en este mundo una esclavitud... ninguna. Ningún hombre tiene que ser esclavo de otro ni de la miseria ni de nada que suponga el pecado en el mundo. Este es el contenido de esta revelación, de esta doctrina, de esta evangelización. Y sigue predicando la Iglesia que este reino de Dios que predica la evangelización, quiere llegar a formar la comunidad.
Hermanos, mientras la evangelización no termine en una comunidad, la evangelización no está completa. La evangelización que termina en comunidad quiere decir que yo, que creo en Cristo y en su redención, que creo en Dios y en mi salvación eterna y temporal, la comparto esta fe con otros hombres que creen lo mismo y entre estos hombres que creemos lo mismo formamos la comunidad: comunidad de fe, comunidad de amor, comunidad de redimidos. Esto es lo que está haciendo la Iglesia en la tierra: creando la Iglesia. Por eso, hermanos, cuando se trata de dispersar las comunidades, cuando se siembra el terror en los que predican la palabra de Dios, y en los que se reúnen para meditarla, se está persiguiendo a la Iglesia. Y tenemos derecho a reunirnos para completarnos unos con otros, para ayudarnos en nuestra reflexión comunitaria, a que nuestra fe vaya creciendo, nuestra adoración a Dios sea más profunda, más unida con otros hombres. Hacer comunidad, es un mandato de Cristo: "Id y predicad el evangelio, reunid a todos aquellos que crean la misma fe". Esta es la Iglesia: La reunión, la convocación de todos los que creemos en un solo Dios y en un Cristo Redentor.
Y esta comunidad, hermanos, manifiesta que Cristo es su vida y que Cristo realiza en esa comunidad gestos que hacen presente su redención en medio de nosotros; y éstos se llaman los sacramentos. Cuando nace un niño en una familia cristiana, se le lleva al bautisterio de la Iglesia parroquial, donde el gesto del sacerdote echando agua en la cabecita del niño dice: "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Es un gesto de Cristo presente en Apopa, que ha recogido ese niño, hijo de la carne, para hacerlo ya hijo del reino de Dios. Cuando uno, abrumado por el pecado, necesita el perdón, va el confesionario, donde arrepentido dice al sacerdote, "Padre, me acuso que he cometido este pecado"- y el sacerdote dice: "Yo te perdono en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Es Cristo que está presente en Apopa, por el ministerio, por el gesto del sacerdote que está perdonando en esa comunidad que se llama la parroquia de Apopa. Y este momento en que yo, como obispo, y mis queridos hermanos sacerdotes rodeando este altar vamos a tomar de ustedes, en nombre de su trabajo y de sus tierras, de sus preocupaciones, de sus esperanzas, de sus alegrías, el pan y el vino y lo vamos a consagrar en Cuerpo y Sangre del Señor- "Esto es mi Cuerpo; ésta es mi Sangre"- es Cristo el que a través de nuestros labios humanos realiza su presencia en esta comunidad de Apopa, para alimentar a todos aquellos que quieran acercarse a la santa comunión.
Queridos hermanos, esto es hermoso, saber que la comunidad Iglesia no va sola. No debe tener miedo, va Cristo con ella. Y en este momento en que el obispo de la diócesis está explicando la palabra de Dios, no se fijen hermanos, en lo pobre de esta palabra. Fíjense en el mensaje celestial que a través de mi humilde ministerio, Cristo, maestro eterno, está dirigiéndoles a ustedes, que son su pueblo querido. Y dichoso el pueblo, la comunidad, que se reúne para escuchar a su obispo, escuchar a su sacerdote, porque en ese momento se está alimentando, no de una palabra de hombre, sino de una palabra de Dios. Yo siento esta inmensa responsabilidad, hermanos, que cada vez que predico, siento que no soy yo más que el humilde canal, como el micrófono que está transmitiendo, agrandando mi voz. Yo soy el micrófono, nada más de Dios, para hacer llegar a los oídos de ustedes lo que Dios les quiere mandar a decir. Y allá cada uno de ustedes en su corazón, la sinceridad con que está recibiendo esta palabra de Dios para convertirse a Él y agradecerle y entablar con Dios su diálogo personal, o para rechazarlo; porque cuando me critican a mí, cuando me calumnian en los periódicos diciendo que yo predico la subversión, cuando me llaman lo que me han querido llamar, hermanos, me da lástima, no por mí, sino porque se que eso no termina en mí: "El que a vosotros desprecia"- me manda decir Cristo- "a mí me desprecia". El que paga campos pagados en los periódicos, en la radio, en la televisión, para que insulten a la Iglesia, no están insultando a los hombres, se está volteando hasta Dios; y con Dios tendrán que entenderse. Esas ofensas, tan de bajo sentido, tan vulgares... ¿cómo no van a ofender a Dios nuestro Señor, las ofensas a sus ministros?
Hermanos, porque la Iglesia, pues, es Cristo presente en la tierra, y cuando Catalina de Alejandría perteneció a aquella comunidad de Alejandría que dicen que fue fundada por el evangelista San Marcos- asistía, como asistimos hoy nosotros a esta fiesta, a escuchar a sus obispos, a sus sacerdotes, ella sabía que se estaba alimentando de una doctrina que le da una vida eterna, y su memoria durará para siempre, porque todo aquel que se alimenta de la palabra eterna, también inmortaliza su alma. Y entonces, hermanos, cuando la comunidad...
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