Queridos hermanos, estimados radio-oyentes:
Esperamos que, esta mañana, la Compañía de energía eléctrica nos asegure la continuidad de nuestro mensaje. Quiero decir a todos: que de mi parte no existe ninguna sospecha de que el apagón del domingo pasado, haya sido voluntario: no lo quiero pensar así. Y espero que esta confianza sea respondida, también, con un esfuerzo para darnos un mejor servicio que el del domingo pasado; porque el mensaje de esta mañana es sumamente importante: parte de esa figura de Cristo transfigurado. Podíamos decir que este domingo de Cuaresma, es para la Arquidiócesis de San Salvador como un eco de nuestro 6 de agosto. Es un honor celebrar como patrono de la República al Divino Salvador Transfigurado, que en el evangelio de hoy, nos repite en el ambiente de Cuaresma, frente a la Semana Santa, el gran mensaje de la Transfiguración.
1. Un muerto nueva víctima de nuestra situación. El marco circunstancial de esta figura de Cristo, aquí en nuestro ambiente, lo hace todavía más necesario. Acaban de sacar de la Catedral a un joven difunto; matado ayer en el conflicto de las huelgas de la Constancia y la Tropical. Un pobre llevado, por su familia pobre, a Cojutepeque para ser enterrado. La Catedral ha tenido ese gusto maternal de recoger el dolor una vez más. Y como madre que entrega a los brazos de otra madre -ese pobre matado, joven-, nos está diciendo: es una nueva víctima de nuestra situación.
2. La peregrinación de Aguilares: Iglesia que honra sus mártires y recoge sus voces de esperanza y renovación. Otro detalle precioso de esta mañana, en el momento en que estamos iniciando aquí nuestra misa en Catedral: parte de Aguilares para el Paisnal una peregrinación de desagravio, de silencio, de oración; para definir que se trata de una plegaria, de una reflexión; con el objeto de honrar la memoria del P. Rutilio Grande que, precisamente, está cumpliendo dos años de haber sido asesinado. Nos unimos desde aquí, queridos católicos peregrinos de Aguilares a El Paisnal, para acompañarles también a ustedes durante estos momentos de oración, y agradecerle al P. Grande y a todos aquellos sacerdotes, religiosas y catequistas que, sin miedo a la muerte, están proclamando un Evangelio que verdaderamente tiene que levantar conflictos, se trata de despertar conciencia.
Gracias a ese mensaje que dejó el P. Grande en Aguilares, allá, también, está marcada la Iglesia con ese sello de autenticidad. "Si a mí me persiguieron -dijo Jesús-, también a vosotros os perseguirán". Yo quiero decirle a las comunidades de Aguilares y a todas las comunidades que en este momento están acompañando esta peregrinación de fe, de esperanza y de amor: ¡que no tengan miedo!, que la persecución es una nota característica de la autenticidad de la Iglesia; que una Iglesia que no sufre persecución, sino que está disfrutando los privilegios y el apoyo de las cosas de la tierra, ¡tenga miedo!; no es la verdadera Iglesia de Jesucristo. Esto no quiere decir que sea normal esa vida de martirio y de sufrimiento, de miedo y de persecución, sino que debe de significar: el espíritu del cristiano. No estar con la Iglesia únicamente cuando las cosas andan bien, sino seguir a Jesucristo con el entusiasmo de aquel apóstol que decía: "si es necesario muramos con Él".
3. Regreso de la peregrinación nacional a San Miguel. El documento de Puebla. Una Iglesia que sigue orientando... También hay otra circunstancia que yo la pongo como marco de nuestra Arquidiócesis, junto con otras que diré de este Cristo transfigurado: y es que estas cosas duras de nuestra Arquidiócesis, junto con otras que diré después están pidiendo a gritos una transfiguración, una renovación, un embellecimiento de la Iglesia y de la Patria. En este sentido yo pienso que nuestra peregrinación nacional, ayer a San Miguel, a los pies de la Virgen de la Paz para llevarle el documento de Puebla: todos los Obispos, el representante del Santo Padre, gran número de sacerdotes, religiosas y fieles, está diciendo -con el sólo gesto de poner a los pies de la Estrella de la Evangelización, a María, unas orientaciones pastorales de América Latina-, que queremos comprometernos con lo que el Magisterio de la Iglesia ha señalado para nuestros pueblos. Para mí es de mucha esperanza ver que todos los obispos, sin diferencias de criterios, decimos que Puebla es un documento que, partiendo ahora de los pies de nuestra Patrona, hay que comprometerse con Él. Por eso hay que comenzar por estudiarlo y no ver allí cosas negativas ni acusarlo por prejuicios, si no que, estudiando, veremos cuántos elementos nos ofrece allí para la liberación, para el embellecimiento, para la libertad, la dignidad, de nuestro pueblo salvadoreño.
El mal sería que pase con el documento de Puebla lo mismo que pasó con Medellín: que muchos, llevados por los prejuicios, a veces por la ignorancia, no lo pusieron en práctica. Si nuestra Arquidiócesis se ha convertido en una diócesis conflictiva, no les quepa duda, es por su deseo de fidelidad a esta evangelización nueva; que del Concilio Vaticano II para acá y en las reuniones de Obispos latinoamericanos están exigiendo que tiene que ser una evangelización muy comprometida, sin miedo. Por eso le hemos pedido mucho a la Virgen de la Paz que esa ceremonia de ayer en San Miguel, no sea solamente un momento de romanticismo y de superficialidad, sino el compromiso serio de: obispos y sacerdotes, comunidades religiosas, comunidades parroquiales; de encarnar en nuestra vida pastoral esa evangelización exigente que señala peligros y que renuncia privilegios, y que no le tiene miedo al conflicto cuando ese conflicto lo provoca nada más la fidelidad al Señor.
Por eso, en este marco de una Patria, de una Iglesia que siente dentro de ella y a su alrededor cuántas cosas hay que transfigurar, ¡qué hermoso aparece la figura de Cristo transfigurado!.
1. La alianza que dio origen al pueblo de Dios: Abraham.
2. Cristo transfigurado, modelo y causa de la transfiguración.
3. El pueblo de Dios que debe transfigurarse, hoy y aquí.
Para que nuestro evangelio, que hoy meditamos, sea como he querido inculcarlo siempre: una palabra viva que me está hablando a mí, a tí, a la familia, a la comunidad, que en 1979 siente todo lo duro de esa mordida de nuestra realidad; todo el veneno del mal y toda la esperanza del bien.
a) Nexo creación-alianza con Noé y alianza con Abraham
La primera lectura nos habla de Abraham en una de las pruebas más tremendas de la fe. Pero como quisiera que esta catequesis de nuestra Cuaresma, sea como nos aconseja el Concilio: un repaso de la historia de nuestra salvación, les quisiera invitar a no olvidar la lección del domingo pasado que tiene mucha conexión con la de hoy. El domingo pasado era Noé saliendo del diluvio, frente al arco iris que Dios toma como señal de una alianza de carácter natural, Dios promete que no habrá otro diluvio que destruya la naturaleza.
Me gustó mucho cuando el P. José Luis, en su comentario que hace el lunes a la una de la tarde de esta homilía sacaba una conclusión que yo no saqué: que esa alianza del arco-iris, esa alianza de Dios entregándole al hombre una naturaleza purificada del pecado por el castigo del diluvio, es una alianza que le exige al hombre un respeto a la naturaleza; y el Padre José Luis sacaba una conclusión muy urgente: el gran problema ecológico. Ustedes saben que está contaminado el aire, las aguas; todo cuanto tocamos y vivimos; y a pesar de esa naturaleza que la vamos corrompiendo cada vez más, y la necesitamos, no nos damos cuenta que hay un compromiso con Dios: de que esa naturaleza sea cuidada por el hombre. Talar un árbol, botar el agua cuando hay tanta escasez de agua; no tener cuidado con las chimeneas de los buses, envenenando nuestro ambiente con esos humos mefíticos; no tener cuidado donde se queman las basuras; todo eso es parte de la alianza con Dios. La consecuencia es muy útil, sobre todo cuando en El Salvador tenemos la tasa de población más densa. Cuidemos, queridos hermanos salvadoreños, por un sentido de religiosidad también, que no se siga empobreciendo y muriendo nuestra naturaleza. Es compromiso de Dios que pide al hombre la colaboración. Pero eso queda en el ámbito de la creación de Adán a Noé, de Noé a Abraham; son dos etapas pero de un mundo natural, de un Dios que ha creado una naturaleza para entregársela al hombre.
b) Vocación de Abraham. Ahora comienza un tercer capítulo, la alianza con Abraham, es de carácter muy especial, de esta alianza va a nacer el pueblo de Dios, por eso titulo a este pensamiento: la alianza que dio origen al pueblo de Dios.
c) Tres pruebas de su fe. La prueba de a fe de Abraham que se nos presenta hoy en la Biblia, es la tercera prueba, para ver cómo ese hombre, a quien Dios va a constituir padre de los creyentes, confía en él y su raza será: los hombres que tienen fe.
Cuando San Pablo habla de la redención en Cristo, comparándola con la ley de Moisés, dirá que en Cristo vuelve a reaparecer la fe que Dios exigió a Abraham, y que el hombre no se salva por la ley solamente, sino por la fe. Esto que mucho vale cuando le queremos dar a nuestras relaciones humanas una base de legalismo, como si la ley fuera todo. Y hemos repetido mil veces y no nos cansaremos de repetir: "No es el hombre para la ley sino la ley para el hombre". La ley, dice San Pablo, no hace más que señalar el pecado, pero no da la fuerza para evitar el pecado. En cambio la fe y la redención es la gran obra de Cristo que pide, creer en Él, ésta es la que salva.
"Sal de tu tierra..." Dios afianzando a ese hombre que va a ser el modelo de la fe de todos los hombres, lo encuentra ya casi centenario, y con una frase gráfica, la Biblia dice: "ya sus energías generadoras marchitas, y su mujer también estéril..." No han tenido hijos y están en la vejez. Y en ese marco de desierto, de muerte, de ramas marchitas, se presenta Dios para decirle: Sal de tu parentela y vete a la tierra que yo te mostraré y te voy a dar, y allí lo poblará un pueblo descendiente tuyo -era como para reírse- sin embargo, Abraham, que tiene fe y dice, para Dios no hay imposible, y sin saber a donde va, coge su camino junto con su mujer estéril, con la esperanza de ir a formar un pueblo.
Mira al cielo... Tu descendencia... Por eso, otro día que Abraham, en esas pruebas de la fe, levanta su plegaria al Señor: que le de una muestra de esa promesa que parece imposible, una burla, un ridículo, Dios lo invita a mirar las estrellas. "Tan numerosas como esas estrellas será tu descendencia y todas las naciones de la tierra serán benditas en ese pueblo que va a nacer de tus entrañas". Y entonces se realiza una alianza al estilo que explicábamos el domingo pasado: Animales partidos por la mitad, Abraham que pasa en medio y luego el Espíritu de Dios que pasa también, así se firmaba una alianza. Un animal partido, matado, era como el reclamo: estos que van a hacer alianza tienen que cumplirla y si no, sean malditos y acaben como estos animales.
El sacrificio de su hijo. Y Dios, condescendiente con los hombres, hace la alianza de sangre con Abraham. Y cuando el imposible se cumple y la estéril tiene un hijo, y Abraham está feliz porque ya no morirá sin descendencia porque Isaac es una realidad, entonces Dios le dice: "Toma a tu hijo y vete al monte Moria para sacrificármelo". Piénsenlo padres de familia ¿qué sentirían ustedes si Dios les pide eso, sacrifícame a tu hijo en holocausto? Era la expresión más acabada del sacrificio: quemar a la víctima también, que no quede ni seña. Y Abraham, probado en la fe, se somete a esta tremenda prueba -como nos ha dicho la lectura de hoy-, y aquel Isaac caminando con su leña hacia el Monte Moria, es imagen de Cristo con su cruz a cuestas.
Yo tuve la dicha de conocer el Calvario, donde murió Nuestro Señor y, en una de las pinturas está este cuadro: Isaac caminado con su leña para el sacrificio, mientras Cristo también camina con su cruz. Sólo que para Cristo, como nos va a decir hoy San Pablo, Dios no le perdonó la vida; en cambio a Isaac, la voz de Dios se hace oir: "ya probé tu fe, no es necesario que mates a tu hijo". Abraham le ofrece un cordero, para que en su nombre sea ofrecido en holocausto, e Isaac es el Patriarca que se va a mencionar luego en las invocaciones de Dios: "el Dios de nuestros padres, el Dios de Abraham y de Isaac, de Jacob..." porque así sentían a Dios los patriarcas.
d) Nace un pueblo. Ha nacido un pueblo, lo ha prometido Dios y ese hijo único, probado hasta en el holocausto, será cabalmente, el riachuelo de donde comienza a crecer esa inmensa raza a la que Dios ha hecho otra promesa tremenda: emigrará a tierra extranjera. pasará cuatrocientos años bajo el yugo de los egipcios, pero luego vendrá -esto queda para el otro domingo- la alianza con Moisés.
Cuatro siglos después, de que aquel pueblo ha estado buscando qué comer en Egipto, se ha hecho esclavo, y comienza el libro del Exodo: la preciosa emigración hacia la tierra prometida. Hasta entonces -fíjense, más de cuatrocientos años-, se va a cumplir lo que Dios le prometió a Abraham: "Te daré una tierra. Esta tierra será tuya". Abraham creyó, aunque murió sin ver muchas de las cosas que Dios le prometió. Por eso, cuando Cristo refutaba a sus enemigos, decía: "Abraham deseó ver ese día y no lo vio". Abraham creyó en Cristo sin conocerlo. Abraham creyó que de ese pueblo iba a nacer el Redentor de los hombres por eso ese pueblo es maravilloso. Cuando nos habla el Concilio del Pueblo de Dios, nos remonta hasta esta fuente que estamos meditando ahora y dice así en el capítulo II, sobre el pueblo de Dios: "... fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente."
Para eso hizo Dios un pueblo, para que lo confesara y le sirviera. "Por ello eligió al pueblo de Israel que comienza a nacer de Abraham como pueblo suyo, pactó con él una alianza y le instruyó gradualmente, revelándose a si mismo y los designios de su voluntad a través de la historia de este pueblo, y santificándolo para sí".
Yo quisiera que distinguiéramos bien, queridos hermanos, entre pueblo y Pueblo de Dios. Esta distinción hoy, es muy necesaria. No todo pueblo es Pueblo de Dios y el Concilio también hace una diferencia entre el Reino de Dios y el progreso humano. Porque si confundimos estos dos conceptos, podemos caer en aquel peligro que el Papa Juan Pablo II observaba a los Obispos en México: de no confundir: con una democracia un sentido únicamente de pueblo, el pueblo que nace de la predilección de Dios; pero nace del pueblo, porque el Papa también dijo: "la Iglesia nace de la respuesta de los hombres de Dios por la fe". Pero no todos los hombres responden por la fe.
Por eso en El Salvador, hay muchos que no son Pueblo de Dios, aunque son pueblo salvadoreño. El Pueblo de Dios, nos acaba de decir el Concilio: es una posesión de Dios, una marca que Dios imprime para que lo adore, para que lo confiese, para que le ore, para que le dé gracia. Ese pueblo de Dios, tiene una larga historia: todo el Viejo Testamento. Allí se distingue muy bien, cómo el pueblo de Israel, cultivado por los patriarcas, por los profetas, por los hechos maravillosos de Dios, era como el pueblo predilecto en medio de todos los otros pueblos y Dios mismo le ha dicho a Abraham: "En ese pueblo tuyo, serán bendecidas todas las naciones". Porque Cristo nacerá de ese pueblo; y los otros pueblos, que no son pueblo de Israel, se formarán luego por la fe, que es lo principal: el pueblo que Dios está construyendo en su principio cuando hace alianza con Abraham.
e) Moisés y Elías. Síntesis de la historia del Viejo Testamento. Por eso fijémonos en el Evangelio de hoy en el Monte Tabor, que es el monte que la tradición cree que sucedieron estas cosas allí; aparecen Moisés y Elías como las dos cumbres más altas del Pueblo de Dios.
Moisés que escribía la ley de ese pueblo, que será el conductor hacia la liberación de ese pueblo, el profeta que Dios anunció y al que hay que oir -dijo Dios, en el Viejo Testamento, hablando de Moisés-. Qué eco más bonito se oye hoy, también, cuando el Padre dice de Cristo transfigurado: "Oidle", lo mismo que dijo hablando de Moisés en el Viejo Testamento: el Nuevo Moisés transfigurado es el Hijo de mis complacencias, oidle. Moisés, pues, es una cumbre del Viejo Testamento y por eso tenía que estar allí donde está desembocando toda la corriente de las promesas que Dios hizo a Abraham. La anunciaron profetas y reyes, y siglos y siglos: "Vendrá el Salvador de las naciones, el Dios de nuestros padres lo ha prometido". Y de esa esperanza vivió todo el Viejo Testamento.
Aparece, también, Elías la cumbre del profetismo. Elías en una situación, quizás, parecida a nuestra patria salvadoreña: Crímenes, distorsiones en la verdad, maquinaciones políticas indignas, manejos de soborno a la justicia, abuso de la riqueza y del dinero. Elías huye al desierto "¡Ya basta Señor!" Como nuestro lema de la procesión de los sacerdotes: "¡Basta ya!". Pero Elías, en un tono casi de pesimismo, se arrimó a una matita que apenas da un poquito de sombra en el desierto para morir. Ya quería morir, cuando Dios lo manda despertar: "Levántate que todavía te resta un gran camino que caminar". Y alimentado con un pan misterioso, caminó 40 días y 40 noches, hasta llegar a donde él quería llegar: el Monte Horeb. El Monte Horeb, donde tuvo una nueva "teofanía", Dios se le manifestó, lo llenó de fortaleza y de consuelo, así como a Moisés también después de cuarenta años de atravesar el desierto. En Moisés y en Elías, tenemos las Cuaresmas clásicas con el gran protagonista de la Cuaresma cristiana: Cristo Nuestro Señor. Hay algo de grandioso en la Cuaresma. Por eso decía yo: Cuaresma, renovación del pueblo.
Cuando Elías llega pesimista por lo que pasa en su patria, al Monte, para confrontar con esa ley que Dios ha dado en el Sinaí, las traiciones que el pueblo está haciendo a la ley de Dios, Dios lo anima: no tienes que morir, tienes que seguir trabajando.
Queridos hermanos, ese es el Pueblo de Dios. Pueblo que cree, como dice la Biblia hablando de Abraham: "creyó contra toda esperanza". Que necesario nos es eso aquí en El Salvador: ¡creer contra toda esperanza!. Aún cuando aparezcan apagadas todas las luces, cerrados todos los caminos. Si la fe de Abraham traducida en su pueblo, como un pueblo creyente, llega hasta nosotros, ¡imitémoslo!. Si el valor de Moisés aun cuando sufría la persecución de su propio pueblo, lo hizo llegar hasta la muerte para ser fiel al designio que Dios tenía sobre su vida, si la fidelidad de Elías lo llevó también aun cuando pesimista pensaba en un suicidio, a levantarse y seguir trabajando, ¿qué nos impide a nosotros, hermanos salvadoreños, Pueblo de Dios de 1979? Nuestro desierto, nuestra Cuaresma, nuestra sangre; todo eso se puede convertir en liberación, en luz, en consuelo y esperanza.
"El misterio del hombre sólo puede explicarse en el misterio de Cristo".
a) En Cristo desemboca el Viejo Pueblo de Dios. En Cristo nace el nuevo Pueblo de Dios.
b) Pedro, Santiago y Juan. Junto a Moisés y Elías, personeros del Viejo Testamento, están tres hombres que ya pertenecen a nuestro cristianismo: Pedro, Santiago y Juan. El primer Papa, los primeros obispos, los primeros cristianos. Ellos también gozan de aquella epifanía, hasta el júbilo de Pedro que dice: "Señor, qué bueno es estar aquí, quedémonos: podemos hacer tres chozas: una para tí, otra para Moisés y otra para Elías". Pero Cristo que comprendió que aquel entusiasmo no es para la oportunidad, porque hay que seguir trabajando, lo manda callar: "No digan nada hasta que resucite el Hijo del Hombre".
c) El "misterio pascual": Entonces aparece la lectura segunda de hoy, precisamente describiéndonos a ese Cristo que el Padre ha llamado el Hijo de mis complacencias y que Cristo mismo ha llamado el hijo del Hombre.
San Pablo, lo llama con una palabra que hoy modernamente diríamos: el misterio pascual. El misterio pascual es la muerte y la resurrección de Cristo. Y yo quisiera subrayar mucho esta palabra, porque la cuaresma renueva al pueblo precisamente porque lo prepara para la celebración del misterio pascual.
Queridos hermanos, ya es tiempo de madurar una semana Santa entre nosotros. Ya no es tiempo de estar viviendo semanas santas que sólo consisten en procesiones que dejan el corazón tan incrédulo, tan materialista, tan egoísta, como antes (de la procesión). Ya es tiempo de pensar que una Semana Santa tiene que ser una conversión del pueblo hacia la Pascua, hacia la muerte del Señor para resucitar con nuevas madureces, con nuevos bríos; como Elías, después de su cuaresma; como Moisés, después de atravesar el desierto, sentir que Dios va con el pueblo y, en vez de buscar soluciones de odios y de violencias y otros caminos que no hacen más que entorpecer el progreso de nuestro pueblo, buscarlo aquí, donde Puebla lo acaba de señalar en las palabras de Juan Pablo: Abridle las puertas a Cristo, las puertas de la política, las puertas del comercio, las puertas de la sociología, todas las puertas que los hombres manejan; todos los campos que los hombres cultivan; Cristo tiene derecho, porque es el Hijo del hombre. Y como decían los padres del concilio Vaticano a los Gobernantes: "no lo maten porque sería un "deicidio", es el hijo de Dios. No lo maten porque sería una "homicidio". Él es Hijo del Hombre".
-Sacrificio que presagió el de Isaac...Abrámosle las puertas a Nuestro Señor Jesucristo, del cual la segunda lectura de hoy nos dice que el Padre no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros y de allá arranca una gran pregunta: Ese padre que, igualmente que Abraham, camina con su hijo Isaac al Calvario, cargado con su cruz y no lo rescata, sino que lo entrega a la muerte dolorosa, ¿cómo no nos dará todo con Él?
- Amor del Padre... y del Hijo. Fíjate, hermano, ¿qué cosa hay tan grande que tú desees, que no te la puede dar Dios?. Que se ha dado en lo más grande que puede haber: Cristo, su Hijo: "Este es mi Hijo muy amado", ¿y que lo ha dado para morir en una cruz?. ¿Cómo no nos dará todo con Él?. ¿Cómo no nos va a dar soluciones para nuestro problema salvadoreño? ¿Cómo no va a haber caminos si vale mucho menos, infinitamente menos, que Jesucristo, toda la felicidad de los salvadoreños? ¡No es impotencia de Dios, si nos ha dado pruebas de su amor! "¿Quién acusará a los elegidos de Dios?" Pregunta San Pablo hoy, Dios es el que justifica.
O lo que les decía: las leyes que hacen los hombres como que San Pablo las supera con una burla tremenda y dice: "¿Quién acusará, quién podrá dar leyes a los elegidos de Dios? Si Dios es el que justifica aunque te condenen con todas las cárceles, eres libre. ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios -y fíjense en esta última palabra- y que intercede por nosotros? Como que Cristo está siempre orando por nosotros.
¡Qué hermosa fuera la fe de nuestro corazón si se pareciera a la de Abraham y de veras viviéramos estas preguntas de San Pablo como una reacción de optimismo de que no está todo acabado!. Apenas hemos comenzado y Dios es eterno. Si mi Padre todo lo puede, si me entregó a mi hermano mayor que tanto me ama; si me ha justificado, si Él no me ha condenado, ¿por qué me va a condenar nadie?. Por eso, Dios nos aconseja tanto el amor y el perdón, porque así trata Él a los hombres hasta a los más malos.
d) El Nuevo Pueblo de Dios -Nace de una nueva alianza. Por eso cuando el Concilio continúa su reflexión sobre el Pueblo de Dios, nos hace ver cómo nació de la Alianza Nueva, ya no la de Abraham para el Viejo Testamento, sino que, después de decirnos que de Abraham procedió ese pueblo, dice: "Pero todo esto sucedió como preparación y figura de la Alianza Nueva y perfecta que había de pactarse en Cristo, y de la revelación completa que había de hacerse por el mismo Verbo de Dios hecho hombre... Ese pacto nuevo, lo estableció Cristo, convocando un pueblo de judíos y gentiles -Ya no será un pueblo geográficamente distinto, como Israel, será un pueblo que tiene características espirituales porque vendrá de judíos, donde quedarán tambien judios que no son cristianos, y gentiles, que se quedarán muchos también siguiendo siendo paganos- que se unificara no según la carne, sino en el espíritu y constituyera el Nuevo Pueblo de Dios".
¿Cuáles son las características de este pueblo, queridos hermanos? Es una Iglesia, como el Viejo Testamento llamó Iglesia de Dios a Israel, peregrino en el desierto, así también el nuevo Israel que caminando en el tiempo presente, busca la ciudad futura y perenne, también es designado como Iglesia de Cristo.
Y aquí es donde yo quisiera que nos fijáramos bien, ya como punto de cuaresma, renovación de nuestra Iglesia, en una Semana Santa que nos renueve de verdad, una Cuaresma que nos deje la alegría de dejar el hombre viejo sepultado, para resucitar con Cristo nuevo, a una vida nueva. El esposo que era tormento de su familia, sea de aquí en adelante el hombre nuevo que es alegría de su hogar. La mujer que carecía de amor para dar calor al esposo y a los hijos, comience a sentir que su reino es el hogar donde el amor tiene su reino. El joven, la joven, que ponía su alegría en esas cosas tan banales de la tierra, piense que es en Cristo, en esa renovación en Cristo. La familia que vuelva a construirse en el amor; toda la humanidad, la patria, la política de los gobernantes, los que tienen dinero, los que no lo tienen, los obispos, los sacerdotes, las religiosas, todos; Iglesia y mundo.
- Condiciones del actual pueblo de Dios. Ya les dije que no es el mundo el Pueblo de Dios, pero en ese mundo, donde hay tantos hombres que van por los caminos hasta pecaminosos, allí quiere ir el pueblo de Dios del cual el Concilio dice esta marca y aquí estaría como el programa de nuestra renovación: "Este pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo y teniendo ahora un nombre que está sobre todo nombre, reina gloriosamente en los cielos -Ven, es una cabeza- La Iglesia peregrina en la tierra, tiene su cabeza ya fundada en el cielo, y en pos de ella va subiendo, miembro a miembro, todo el cuerpo, hasta constituirse la Iglesia definitiva de la gloria. El jovencito que estaba tendido aquí muerto, si murió fiel a esta alianza del pueblo de Dios, ya es un miembro vivo con la Iglesia triunfante.
Por eso, queridos hermanos, en las luchas reivindicativas de nuestro pueblo, queridos obreros, queridos campesinos, queridas organizaciones políticas-populares, la Iglesia no se puede identificar con ustedes, pero les comprende, porque: lo justo lo bueno que ustedes reclaman, la Iglesia también lo reclama como un reflejo del Reino de Dios, que será recogido en toda la eternidad. "Todo lo bueno que hace un hombre, aunque sea en los campos políticos y sociales, lo recogerá -dice el Concilio- como ya purificado, en la eternidad". La Iglesia tiene que predicar esta trascendencia, porque su cabeza es Cristo que ya penetró los cielos y que está reclamando a todo su cuerpo también, en pos de ese cielo, no para hacerse perezoso sino para trabajar en la tierra. El solo mirar al cielo sería falso espiritualismo, sino que hay que llenarse de méritos en la tierra pero con la ilusión de poseer esos méritos por toda la eternidad. No trabajemos únicamente pues, por mejorar las cosas terrenales, sino por mejorar cosas con la gran esperanza de Abraham y del pueblo de Dios ¡Cristo es la cabeza!
¿Qué otra condición? La condición de este pueblo es "la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo".
Por eso la Iglesia no puede ser conformista. La Iglesia tiene que despertar conciencia de dignidad. A esto lo llaman subversión. Esto no es subversión. La conciencia cristiana que nuestras comunidades van tomando a la luz del Evangelio, ante el pensamiento de que un hombre, aunque sea un jornalero, es imagen de Dios, no es comunismo ni subversión, es palabra de Dios que ilumina al hombre y el hombre tiene que promoverse. Ya no queremos pueblo masa. Por eso les decía que se distingue el pueblo de lo que no es pueblo. Aún más allá del Pueblo de Dios hay pueblos muy promovidos que no son todavía Pueblo de Dios. Pero todavía más al margen, hay un inmenso pueblo que ni siquiera se puede llamar pueblo, si bien se le dice: la masa.
No queremos masa, queremos la educación que personifica, queremos el evangelio que hace sentir lo que decía Juan Pablo, el hombre es un prodigio de Dios "irrepetible" no hay dos hombre iguales. Y por eso no tenemos que poner la ilusión en copiar de otro hombre sino en ser yo, lo que Dios quiera que yo sea. Yo soy yo, nada más: tú eres tú. La masificación es espantosa; es cuando se juega con lo pueblos, cuando se juega con las votaciones, cuando se juega, con la dignidad de los hombres porque los hombres no han sabido darse su puesto. Y esto no es provocar a subversión, sino simplemente decirle a todos los que me escuchan, sean dignos, porque la condición del Pueblo de Dios: es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo.
- Cómo debe ser. ¿Cuál es la ley de este pueblo? dice el Concilio: "Tiene por ley el nuevo mandato de amar como el mismo Cristo nos amó" Hay muchos que han perdido ya esta ley de Cristo, pero el cristianismo no puede cambiar su fuerza por otras fuerzas ambiguas o, que a la larga muestran gran debilidad, porque la violencia, el odio, al fin y al cabo, son debilidades. La verdadera fuerza es el amor y por eso el pueblo de Dios, se distingue por el amor.
"Y en último lugar, tiene como fin el dilatar más y más el Reino de Dios que ya comenzó en la tierra, hasta que al final de los tiempos se consuma con Cristo en la eternidad". Entonces, la renovación de la Cuaresma, tiene que ser nuestra Iglesia en El Salvador, la componemos todos los bautizados. Lamentablemente es un bautismo que se recibe inconscientemente. Lamentablemente es un bautismo que lo hemos hecho consistir en una costumbre social, folklórica y quién sabe si también comercial; para que al niño, el padrino le regale, para tener un compadre que me ayude. Estas son las razones del bautismo. El bautismo es eso: incoarse en el Reino de Dios, incorporarse, por eso se están exigiendo hoy en todas las parroquias, -en todas las parroquias, y si alguna parroquia no lo hace, no cumple la ley- las pláticas pre-bautismales bien dadas, para que el que va a bautizar, sepa a qué se va a comprometer ese niño. Y si no se va a comprometer: a ser un cristiano como lo hemos definido hoy, miembro del Pueblo de Dios, sería mejor que no lo bautizara. Tal vez se promueve mejor sin el bautismo.
Pero si quiere de verdad ser Pueblo de Dios, aquí tenemos pues que la Cuaresma nos da oportunidades bellísimas para que nosotros, ya bautizados, promovamos nuestro bautismo y nuestro Pueblo de Dios. Este pueblo de Dios, de los bautizados, incorporados a Cristo muerto y resucitado por nosotros, dice el Concilio: "lo ha instituido el mismo Cristo, para valerse de él y unificar a la humanidad, y salvar a la humanidad". Todo lo que Cristo ha venido a hacer, lo está haciendo a través de su pueblo. De allí queridos hermanos, que mi llamamiento esta mañana: Cuaresma, renovación del Pueblo de Dios, es un llamamiento a cada uno de ustedes y a mí mismo, que somos los miembros del pueblo de Dios para no sólo vivir nuestro cristianismo, sino irradiarlo, salvar a otros, ser unidad de otros que andan disgregados, ser arrepentimiento de otros que van por caminos de pecado, ser atracción para aquellos que se han extraviado.
Hay tanto que hacer en nuestra Patria y, por eso, cuando estamos hablando de esta renovación aquí y ahora, este enfoque que acostumbramos hacer ya concreto en nuestra semana, vemos que no está fuera de la predicación. Es trayendo toda esa responsabilidad de Pueblo de Dios aquí, a nuestra Arquidiócesis, como hemos construido es esta semana, nuestro Pueblo de Dios.
Aquí me gusta recordar la palabra reciente del Papa que elogió la humanidad como virtud de Cuaresma y como método para liberar a la humanidad y expresar su espiritualidad. ¡La humildad! Hay un caso típico. Alguien que tiene problemas con el alcohol, tiene tablas de salvación ¡preciosas!: los grupos de alcohólicos anónimos. No hubieran borrachos si fueran humildes. ¿Quiénes entran al grupo de alcohólicos Anónimos? El que reconoce que no se puede curar solo y busca una terapia de grupo, una amistad, un apoyo. Yo felicito a quienes han hecho ese gesto de humildad y van con la humildad de quien necesita apoyarse en otros. Y los vemos contar la alegría: ¡Ya van tantos años!, de 24 en 24 horas. ¡Ya van años! ¡Qué lejos se va cuando hay humildad! Y lo mismo cualquier otro vicio, cualquiera otra cosa: su hogar se está desarmando, falta de humildad, ¿Por qué le echamos las culpas a la otra parte y no te echas la culpa a tí mismo? Eso es humildad, la que falta. ¿Por qué hay divisiones en la Iglesia?. También, hermanos, con vergüenza tengo que decirlo, nos falta humildad. Humildad es, de veras, la virtud que libera, dice el Papa.
Hemos de lamentar en estos días la muerte del Cardenal Villot. De 73 años muere quien desempeñó el alto cargo de Secretario de estado del Vaticano y de Cardenal Camarlengo. Son dos títulos de mucho honor. Secretario de Estado es el que hace como de segundo después del Papa; es como el Primer Secretario o, en nuestro sistema diríamos, el Ministro de la Presidencia. El otro yo del Papa. Esta confidencia se la dio Pablo VI al Cardenal Villot, y los otros dos Papas que han seguido, también. Lo cual indica, pues, un hombre de mucha responsabilidad y de mucha inteligencia. Y el cargo de Camarlengo, es el Cardenal que se encarga de organizar todo lo necesario cuando muere un Papa para la elección de un nuevo Pontífice. Al Cardenal Villot le tocó dos veces este cargo tan delicado cuando podemos decir, el que gobernaba la Iglesia era él al convocar a los Cardenales y todas las demás cosas. Les suplico una oración por su eterno descanso y un agradecimiento por haber servido con tanto honor.
En la comunidad de Aguilares ya dije, pues, están en estos momentos llevando una peregrinación a la tumba del P. Grande. Espiritualmente los vamos acompañando. Y en nuestra misa haremos también un recuerdo junto con nuestros difuntos, con el querido jovencito que estuvo aquí tendido hace un rato y que lo llevaron ya para Cojutepeque, también encomendémoslo al Señor.
Quiero agradecer en lo personal, la acogida tan cariñosa que me brindaron en San Miguel ayer, cuando fuimos con los otros obispos a dar ese tributo de homenaje a Nuestra Señora de la Paz. Que la virgen siga bendiciendo un pueblo que es tan hospitalario y que sea digno de mejor suerte.
Los documentos de Puebla han sido el motivo de la reunión del clero la semana que acaba de pasar. Lo mismo que se tuvieron muy en cuenta, en los Ejercicios Espirituales que acabamos de realizar junto con otros sacerdotes, bajo la dirección del P. Redentorista Fermín Aranguren y del P. Fabián Amaya. Yo agradezco tanta iluminación y orientación que se nos dio en estos días, allá en los Planes de Renderos.
Haciendo una revisión por las comunidades de nuestra Arquidiócesis, donde está creciendo ese Pueblo de Dios.
Visité la Parroquia de San Antonio Abad para reafirmar las orientaciones de la Carta Pastoral, sobre todo después de lo que pasó en la casa de "El Despertar". Les hacía ver a ellos -y ahora aprovecho también de decirlo a todas las comunidades-, de que me alegro de haber sido muy oportuno en orientar esa relación que existe entre la fe y la política; entre la comunidad cristiana y la organización política, para que no confundan nunca las cosas. Y que cuando tengan dudas, consulten; pero que nunca vayamos a cometer imprudencias que vayan a traernos cosas desagradables. Tengo la satisfacción, pues, de decir que en San Antonio Abad este concepto está muy claro y se está tratando de vivir pastoralmente.
En la Vicaría de la Asunción, en la Parroquia del Corazón de María, se inauguró un Centro de Formación de la Fe. También, al ir a inaugurarlo, me valí del documento de Puebla para presentarles como una síntesis de su trabajo de estudio las tres verdades que el Papa nos encomendó en Puebla: la verdad sobre Cristo, la verdad sobre la Iglesia y la verdad sobre el hombre.
A San Pedro Perupalán tendremos hoy, a las 10 1/2, una ceremonia de confirmación.
En el Seminario Menor de Chalatenango, tendré el gusto de conocer y convivir más con los seminaristas menores que allá se forman. Y a este propósito, quiero alegrarme que la pastoral vocacional ha sido tomada muy en serio por nuestros queridos sacerdotes, los cuales muy pronto darán a conocer un programa para nuestro querido pueblo.
En San José de las Flores, Chalatenango, el P. Eduardo Alex Poprawa me escribió un telegrama para decirme que ya son 16 años de servicio en aquella parroquia. Yo aprovecho ahora para felicitarlo y decirle a los fieles que lo encomendemos al Señor.
Hay muchas otras cosas que se están trabajando en nuestras comunidades y esto es hacer Iglesia. Yo quiero dejar esta idea bien clara, hermanos, que lo que estoy tratando de hacer -el Señor me lo conceda- es la Iglesia. Y eso es lo que les pido a todos los queridos sacerdotes y comunidades: hacer la Iglesia, Pueblo de Dios, con esas características que ya definimos. Si por cumplir ese encargo del Señor: de hacer la Iglesia en el mundo, de llamar a los hombres a componer esta Iglesia en la forma que hemos dicho, se nos interpreta mal, se nos calumnia, se nos toma por la otra cosa, les digo: no tengamos miedo. Que la intención y el deseo, y la mayor nitidez de nuestro trabaja sea crear, hacer crecer esas comunidades de fe, de esperanza, de amor, que entre todas constituyen la bella esposa de Cristo: la comunidad Iglesia.
Entonces, desde la Iglesia nítida y evangélica, miramos hacia el mundo porque la Iglesia no está hecha para construirse y cuidarse en un camarín. La Iglesia esta hecha para ser firme pero para irradiar, para servir, para iluminar al mundo. Por eso, tenemos que iluminar las realidades de nuestro alrededor. No les extrañe entonces, si después de decir la figura de la Iglesia, los perfiles de la Iglesia, dirigimos la mirada para aprobar lo bueno que hay en nuestro alrededor o también para denunciar y rechazar lo malo, lo pecaminoso que se está realizando a nuestro alrededor.
Nos alegramos con las familias campesinas que han sido favorecidas en el reparto de tierras, allá en San Antonio Silva; esto nos ha hecho reflexionar mucho. Hoy son 356 familias campesinas las que tienen esas 37.561 manzanas que sólo tenían 7 personas. ¿Qué está diciendo esto? Que un simple asomarse a una transformación agraria ya descubre la enorme injusticia del reparto entre nosotros. Este impresionante contraste social es el que predomina en nuestra Patria. Y por eso la Iglesia tiene que señalar como una injusticia institucionalizada con las palabras del Papa: que cada día crece más el número de los muchos que tienen poco o nada y también crece lo mucho de los pocos que tienen mucho.
También queremos alegrarnos con lo obreros de las minas de San Sebastián. Ustedes recordarán que por mucho tiempo estuvimos martillando sobre aquellas familias sin trabajo. En vista de que la empresa no cumplió su obligación, un procedimiento judicial los ha hecho colectivamente dueños de la mina. Ahora sólo esperan que el Ministerio de Economía autorice esta sentencia para poder ellos trabajar allá. Es digno de elogio cuando hay un esfuerzo de justicia.
También nos alegramos con las obreras de la fábrica de guantes que, según informaciones periodísticas, han resuelto ya su problema laboral.
En cambio nos desconciertan ciertas declaraciones o reflexiones de gente que publica campos pagados y que por su inteligencia esperábamos que serían más comprensivas de la labor de la Iglesia, y no confundirla cuando dicen: "Actividad de algunos prelados de la Iglesia", refiriéndose naturalmente a quien habla y poniéndome entre el número de aquellos que fomentan la lucha de clases.
Lamentamos que el Lic. Jaime Baires, de quien les hablé el domingo pasado como moribundo, hoy tengamos que llorarlo ya como muerto. Sus padres han declarado que Jaime, antes de morir, dijo que había sido torturado en la Guardia Nacional. La Guardia ha hecho declaraciones de su inocencia, pero yo creo que no bastan declaraciones: si se ha pedido un juicio, hay que llevarlo a los Tribunales; porque esos padres de familia, que se declaran ofendidos, tienen derecho a que se oiga su petición de juicio, y no sólo ellos, creo que todo el pueblo tenemos derecho a saber: ¿qué hacen también los hombres uniformados?
Hemos lamentado mucho el secuestro de un niño en San Miguel: Carlos Villatoro Fuentes, y decimos: esto es inhumano y nos solidarizamos con el llamado de la Asociación Nacional Pro-Infancia y con aquel simpático desfile de niños en San Miguel pidiendo que se les devuelva su amigo Carlos.
Lamentamos el incendio en la fábrica de calcetines El Fuerte.
Lamentamos la muerte de cuatro personas civiles campesinos y tres guardias heridos que según información oficial, tuvo lugar en un enfrentamiento allá por San Vicente.
Sentimos como nuestra la incertidumbre que viven las familias de los campesinos: Marciano Meléndez Dueñas y Oscar Jiménez capturados en el mes de Febrero y de quienes no se sabe nada.
Sentimos el pesar de la familia de Oscar Armando Interiano, que se presume que sea el dirigente sindical cuyo cadáver fue encontrado esposado, vendado, en el Lago de Guija.
Cómo me han impresionado también dos cartas de madres de familia. Una dice que su hijo está prisionero desde agosto allá en Gotera y que no tiene ninguna esperanza de que salga. No lo puede ir a ver porque son muy pobres y está muy lejos. Lo mismo que del Profesor Hipólito Rolando Martínez, cuya familia también pide misericordia para su situación.
Conflictos laborales que no acaban de resolverse. De manera especial tengo que referirme al que a todos nos está preocupando en este momento. Ayer en la noche, al regresar de San Miguel, me enteré que durante el día se me había llamado varias veces para medianero en el conflicto laboral y evitar así mayor derramamiento de sangre. Por razones cristianas y humanitarias acepté la petición e invité anoche a ambas partes a dialogar en mi presencia. Ayer mismo en la noche nos reunimos, un representante de la patronal y un comité de sindicatos que representaba a la comisión negociadora que se encuentra adentro de los locales de las Empresas y que es el único que tiene facultad de tomar decisiones. Los trabajadores pedían reiniciar las negociaciones antes de desalojar los locales; la patronal viceversa: pedía el desalojo antes del reinicio de las negociaciones. Ofrecían un salvo-conducto que garantizara las vidas de los que se encuentran en la Tropical y Constancia. Los trabajadores, a pesar de estar fuertemente presionados por el cerco militar, no quisieron abandonar los locales sin antes haber reiniciado las conversaciones con la patronal por medio del trato directo. Las razones que ellos dan para no salir, es que no confían se garantice la realización de las negociaciones y un resultado razonable de ellas.
Como no llegaron a ponerse de acuerdo, propuse que en vista de que el comité de sindicatos no tiene facultad legal para decidir, que hoy por la mañana, a la mayor brevedad, se discutieran las condiciones para iniciar las negociaciones directamente con la comisión negociadora. Para ello, he pedido a la patronal, garantizara la salud de esta comisión. Hoy, nuevamente, con el afán de salvar las vidas de los trabajadores y dirigentes patronales que se encuentran en los locales, invito a las partes en conflicto: que se reunan para discutir primeramente las condiciones de la negociación. Espero que pondrán los medios elementales, para asegurar la salida de la comisión negociadora y llegar a un acuerdo positivo que posibilite el reinicio de las negociaciones. Temo que aumente el número de desgracias personales, si no se llega a un acuerdo.
Me llega a última hora que Cuerpos de Seguridad quieren penetrar ya a la Constancia y que los trabajadores amenazan con incendiar las sustancias inflamables que hay dentro. Yo quiero hacer un llamamiento. Yo ayer les decía: me parece que aquí hay tres intereses: el de ustedes, los patronos; el de ustedes los obreros y el de la Iglesia. Negocien los de ustedes, combínense; tengan en cuenta el mayor de todos, el de la Iglesia: ¡las vidas humanas! Esto es lo que me mueve: la vida humana, y que no nos apoyemos en legalismos o en otra clase de razones humanas, sino simplemente, veamos que en las circunstancias de emergencia hay que tomar también medidas de emergencia. Desde ayer, esa gente no come nada. Yo no justifico a nadie, sino simplemente yo quisiera, pues, que esta situación verdaderamente difícil, que ya nos dejó un muerto aquí en la Catedral y dicen que hay otros y hay muchos heridos, yo no sé, que ojalá no siga adelante.
Y yo agregaría hoy, a esos tres intereses, un llamamiento a los Cuerpos de Seguridad: no provoquen, y si los provocan, sean sabios, no se dejen provocar así. Sepan que vale más la vida que cualquier honor mal entendido, o cualquiera otra cosa. Creo que pueden llegar a una negociación. Todavía es tiempo. Y si me están escuchando, sepan que estoy hablando como delante de ustedes: cuerpos de seguridad, parte patronal, parte de obreros, unido con todo este pueblo que no quiere masacres ni sangre ¡Ya basta!. Cedan lo que puedan y salven lo mejor que es la vida del hombre.
¡Esta es la transformación que necesita nuestra Patria!. Esta es la transfiguración del Cristo de hoy. Es el Cristo que, desde la altura de una montaña, no para alejarse de los hombres, sino para ponerse como un ejemplo nos dice: lo único que vale es esta felicitación del cielo: "Este es mi Hijo amado", ser un Hijo de Dios. Ser pobre o ser rico, no importa, pero ser Hijo de Dios, sobre todo, el Hijo de sus complacencias.
A esto hago un llamamiento a todos, queridos hermanos, a que aprovechemos nuestra Cuaresma para superar todas estas miserias y dolores que nos circundan. Y aunque sea caminando siempre en la pobreza y en la tribulación, no conformista pero sí con la mente muy elevada, hagamos de cada salvadoreño y de toda la sociedad salvadoreña en general, una gran transfiguración.
Así sea.......
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