Queridos hermanos sacerdotes, religiosas y fieles:
¿Quién nos iba a decir que la Virgen de Mercedes iba a patrocinar en su día, 24 de septiembre, este hecho histórico de Chalatenango? Y es que María, la virgen madre de Cristo, es también madre de esta Iglesia, que en forma tan emocionante está llenando el templo parroquial, hoy convertido en una vicaría episcopal. Es esta muchedumbre, que proclama que María siempre va como madre cariñosa, como reina poderosa con esta Iglesia a través de la historia. Y si hace varios siglos, allá en la Edad Media, ella inspiró, según las necesidades de la hora, aquella orden de padres mercedarios, ahora también inspira en esta hora de Chalatenango, la creación de esta vicaría. Entonces, la Virgen, que siempre sufre con el que sufre, consuela las lágrimas, enjuga los dolores de la humanidad, despertó la vocación de unos hombres para que fueran a liberar a aquellos cautivos cristianos en las mazmorras de los mahometanos, de los sarracenos. Y la historia cuenta como una página gloriosa de la Iglesia siempre su preocupación por el que sufre, ya sea en la cárcel, ya sea en el pueblo. Siempre ha sido la Iglesia la defensora de la libertad, de la dignidad, de los derechos del hombre creado a imagen y semejanza de Dios.
Hoy, como acabamos de escuchar en el evangelio, la Iglesia mira con preocupación este maravilloso departamento de Chalatenango, que ha sido mina de vocaciones fervorosas, sacerdotales y religiosas, tanto de varones como de mujeres consagradas a Dios. Y aquí está la respuesta de Dios por medio de su Iglesia. Dice el Concilio Vaticano II: "Dios hecho hombre quiere trasmitir su verdad y su vida a todos los hombres"; y explica: "Esta Iglesia es, al mismo tiempo que una sociedad visible, es también conductora de bienes invisibles". Si es una sociedad jerárquica compuesta de hombres concretos que la gobiernan, que la rigen, que la enseñan, que la sirven, es nada más que el envoltorio humano para transmitir a través de ese canal que es la jerarquía, el sacerdocio- la organización de la Iglesia para transmitir la verdad y la vida eterna que Cristo trajo al mundo-y valiéndose de una comparación que es toda una teología, dice que la Iglesia es la continuación de la encarnación de Cristo. ¿Qué cosa es la encarnación de Cristo? Es el misterio por el cual un Dios con su vida infinita vino a hacerse hombre, para manifestar a través de sus gestos de hombre la transmisión de esa vida, de esa verdad, de ese poder, de ese consuelo; de tal manera que cuando la mano de Cristo tocaba los ojos de un ciego era la virtud de Dios que devolvía la vista a los ciegos, y cuando la voz humana de Cristo grita frente a la tumba de Lázaro "¡Lázaro ven afuera!", es la virtud de Dios que a través de esa voz humana llama a la vida a un muerto.
Así la Iglesia: un elemento humano que la encarna somos nosotros, tanto la jerarquía puesta para el servicio de ese pueblo de Dios, como ustedes, pueblo de Dios pueblo de bautizados, que por su bautismo, por su confirmación, llevan la participación del sacerdocio eterno de Cristo. Y así el pueblo y la jerarquía, el pueblo y los sacerdotes, formamos esa asamblea visible de hombres y mujeres. Pero, no es eso visible lo que interesa tanto, sino el que a través de esta organización visible- Papa, obispo, sacerdotes, religiosas, fieles, laicos comprometidos en la misión de la Iglesia no estamos haciendo otra cosa que prestándole nuestra mano, nuestra boca, nuestros pies, al Cristo eterno, que es Dios, para llevar por los caminos la verdad y la vida eterna.
Cuando la jerarquía piensa en delegar su potestad al padre Fabián Amaya como vicario episcopal de todo el departamento de Chalatenango, se está realizando una acción jerárquica. Es el gobierno visible de la Iglesia que quiere valerse de este instrumento nuevo que se llama la vicaría episcopal. Ella es necesaria, porque sin la jerarquía humana, no viéramos en una forma sensible la mano de Cristo que sigue perdonando, la voz de Cristo que sigue hablando, pero este mensaje eterno, lo divino, lo que interesa a todo el pueblo. Y yo advierto en la intuición de ustedes, queridos católicos, al aceptar con tanto entusiasmo esta disposición jerárquica de la creación de una vicaría, que podríamos decir es un episcopado nuevo en la Arquidiócesis, que unido con el obispo, otro sacerdote con poderes episcopales, se va a dedicar a la organización, a la vida, a un mejor caminar de esta Iglesia de Chalatenango y todo su departamento; es Cristo el que como en el evangelio de hoy dice se siente ante la muchedumbre hambrienta de Dios, ante los pueblos sin sacerdotes, sin religiosas, a pesar de haber hecho surgir aquí tantas vocaciones sacerdotales y religiosas, la necesidad de que sean recompensados esos pueblos, esos hogares, que han sabido cristalizar vocaciones tan bellas como las que están considerando ahora en este presbiterio o las que allá en sus lugares de trabajo, en sus comunidades están dando honor a esta tierra tan fértil de Chalatenango.
Llegue hasta aquí en una forma más vigorosa el cuidado de esa Iglesia. Eso significa que esta mañana histórica de Chalatenango es el momento en que la Iglesia extiende su organización jerárquica y la hace más presente en medio del pueblo de Chalatenango, para que sienta más viva esa acción de Cristo que da la verdad en su revelación, que da la vida eterna en sus sacramentos, en su ministerio sacerdotal, y que suscita la santidad de las familias cristianas que abundan por estos horizontes para que, en vez de apagarse esa llama de fervor cristiano, sea más encendida y haya más santidad en los hogares, y haya más fervor en nuestros pueblos, y haya muchas vocaciones sacerdotales para el servicio de toda la Arquidiócesis y de toda la Iglesia universal, porque el sacerdote se ordena para toda la Iglesia del mundo. Y surjan también de la juventud de este Chalatenango y de sus pueblos filiales las vocaciones de los varones y de las mujeres que quieran consagrarse a Dios y darle así un sentido tan bello, tan divino, a su vida en servicio de la humanidad, pero consagradas a Dios.
Esta es la motivación que tuvimos, queridos hermanos, al ver que un departamento que es capaz de producir tantas vocaciones, no es justo que esté como hasta ahora, tal vez, lo hemos tenido un poco descuidado. Perdónennos, porque en lo humano de la Iglesia siempre hay deficiencias. Perdonen lo humano de la Iglesia. Pero sepan también mirar en lo humano de la Iglesia; el instrumento que Dios ha querido, de tal manera que si no hay esos hombres concretos, que se llamen obispos, Papa, sacerdotes, vicarios, no circula la vida de Dios que la ha querido confiar a esos canales humanos, porque él sigue viviendo su encarnación. Quiere seguir transmitiendo su voz, sus milagros, su perdón, su gracia, a través del gesto humano del sacerdote, que por eso tiene que ser tan santo, porque es la figura de Cristo en medio de la humanidad.
Yo les felicito, queridos hermanos de Chalatenango, de todo el departamento convertido en una vicaría episcopal, les felicito y les agradezco la acogida tan cariñosa, tan fervorosa que ustedes han tributado a esta disposición. Y sepan que, a cambio de este servicio que este humilde servidor de la Iglesia ha prestado al departamento, les agradece el estímulo poderoso que la presencia abigarrada de ustedes, la oración de tantas familias, el fervor de tanta gente, está dándole al obispo de la diócesis, porque una respuesta como ésta, hermanos, uno no sabe qué es más, si el favor que por medio de uno nos hace Dios o la respuesta del pueblo hacia Dios, pasando también por el corazón humano del obispo. Sepan que dejan en mi corazón de pastor esta mañana, una huella imborrable. Y si he sentido siempre una gran admiración, un gran cariño, una gratitud inmensa para las familias, para los pueblos de Chalatenango, por ese fervor de respuesta a Dios, de ahora en adelante bajo el cuidado directo del Padre Fabián, del Padre Efraín y de todos los sacerdotes que sirven en las parroquias del departamento, que mi presencia episcopal se sentirá más viva, ya que cuento con esa cordialidad y esa lealtad de tantos sacerdotes buenos que, en comunión con el obispo, estamos construyendo esta iglesia de Chalatenango.
Una mención muy especial quiero tributar a las religiosas, que han sabido encontrar una nueva dimensión a su vocación consagrada. Y ya tenemos en el departamento algunas congregaciones y ya tenemos ofrecidas, desde luego, dos que próximamente vendrán y esperamos que también vayan llegando otras, para cubrir así la necesidad espiritual de los pueblos, junto con los sacerdotes. Y no sólo sacerdotes y religiosas; queridos hermanos, mi llamamiento pastoral se dirige ahora a todos ustedes los laicos. Laicos son todos los cristianos bautizados, marcados con la señal de Cristo, pertenecientes al pueblo de Dios, responsables de la historia de la Iglesia, porque sobre sus hombros también descansa la responsabilidad pastoral. A ustedes, que en sus hogares como padres de familia, como madres de familia, como jóvenes en el mundo, están viviendo la belleza de esta hora cargada de esperanzas, sean protagonistas de la historia de la Iglesia. Préstenle todos sus brazos, toda su fuerza, todo su corazón, que al ejemplo de esos católicos que van comprendiendo su compromiso -dando catecismo, celebrando la palabra, atrayendo la gente al servicio de la Iglesia, al servicio de Dios- no se quede un sólo bautizado, sin responder a esta hora en que la Iglesia viene a ponerles un reto para decirles de parte de la jerarquía: "Hacemos todo lo que está de nuestra parte; ahora toca al pueblo responder generosamente a esta Iglesia que es instrumento de Dios, para traer santidad, vida, gracia y todo eso que deriva de esos grandes valores eternos, también para los grandes compromisos temporales".
La Iglesia de hoy está empeñada también, en que los católicos sepan derivar de su espiritualidad cristiana también las grandes derivaciones sociales, económicas, políticas, no porque la Iglesia se meta a hacer política, sino porque ella tiene la responsabilidad de señalar a los pueblos y a los hombres los caminos rectos de Dios y denunciar también los caminos torcidos, los atropellos a la dignidad humana, los atropellos a la libertad y a todo eso que es sagrado en el hombre. No se considere a la Iglesia que se ha apartado de su misión porque ahora predica también estos otros aspectos sociales. Trátese de comprender la mentalidad nueva de la Iglesia y desde su puesto de laicos sin temor, sino con un gran amor a la verdad, a Cristo, a la Iglesia que los ama entrañablemente, sepan dar su cara por Cristo. No sean miedosos y mucho menos traidores de esta Iglesia, porque lamentablemente, en el departamento tenemos que luchar por implantar un Reino de Dios auténtico, y en esta lucha tenemos que encontrarnos, con lástima, con aquellos que decía San Pablo: que antes fueron cristianos, pero ahora por una ventaja política, por una ventaja social o económica, por una paga tal vez miserable, traicionan su bautismo y se convierten en espías y en perseguidores de sus propios hermanos.
Que a nuestra Iglesia se le deje caminar, que no se desconfíe de ella. Es una Iglesia que predica el amor, y que si predica contra el pecado del mundo siente que va a lastimar a los pecadores, pero no por ofenderlos, sino para convertirlos y que también se salven con los que buscan la verdad el Reino de Dios. Ojalá, hermanos, todos comprendamos este mensaje limpio de amor y que no se le tergiverse con esas calumnias tan viles que es estos días andan circulando por el pueblo. Que nadie se deje engañar, que la Iglesia tiene sus intenciones muy limpias para implantar el Reino de Dios en los corazones, en las familias, en los pueblos; y esto es lo que busca. A esto llama a sacerdotes, a religiosas, a laicos, a jóvenes. Todos los sectores humanos por el bautismo tienen este compromiso de trabajar por la implantación del Reino de Dios.
En este contexto, hermanos, de grandes riesgos, de muchos peligros, pero de grandes esperanzas, y de grandes consuelos espirituales y pastorales, el padre Fabián trae todo su entusiasmo de apóstol a este ambiente, yo quiero reconocer en él, al varón trabajador del Reino de Dios, al incasable enamorado seguidor de una Iglesia que la quiere cada vez más auténtica según el espíritu del Evangelio. Cuenta plenamente el Padre Fabián con el respaldo pleno del Arzobispado, como cuentan todos los párrocos; el Padre Efraín que es el párroco de Chalatenango y todos los otros párrocos del departamento que están aquí, como todos los párrocos de la Arquidiócesis que están ahí en el puesto parroquial; precisamente porque el obispo cuenta con ellos, les tiene confianza, y pide al pueblo también que les tengan confianza, que son una sola cosa con la jerarquía. El sacerdote es el obispo de su pueblo y el vicario episcopal es como el obispo del departamento. Allá en el periódico Orientación podrán ver las atribuciones, la autoridad, del vicario episcopal. Es una autoridad equiparada al obispo, de tal manera que si el vicario episcopal niega un permiso y esa persona queriendo burlarlo se va a pedir ese permiso al Arzobispado y no menciona al Padre Fabián, ese permiso es inválido. Así como también, si el obispo negara algo y vinieran burlando al obispo a pedirle al vicario episcopal, tiene que mencionar que el obispo ha negado ese permiso. Si no, es inválido también el permiso. Lo cual indica la comunión íntima entre el vicario episcopal y el obispo. Viven en comunión perpetua; y en comunión perenne, junto con sus sacerdotes, son la jerarquía, son los pastores que, con el evangelio de hoy, llaman a religiosas y fieles, pidiéndole al Señor de la mies que envíe colaboradores, porque la mies es mucha. Verdaderamente la mies de Chalatenango es inmensa, es mucha, y se necesitan muchos brazos para recoger esta cosecha que nos han dejado los pastores que han trabajado por aquí. Símbolo de ellos, está entre nosotros Monseñor Araujo que trabajó aquí durante veinte años; como ha habido también otros párrocos, a los cuales les rendimos nuestra admiración y nuestra gratitud. Como Cristo decía, ustedes recogen lo que otros sembraron; otros recogerán lo que ustedes siembren. Tenemos que trabajar con esa perspectiva de terminar. Jamás queridos hermanos, trabajemos por el Padre Tal y si no es el Padre Tal ya no queremos trabajar. Que jamás exista ese personalismo que quita todo el mérito a la hora de la Iglesia. Cuando trabajamos por un hombre, ya no trabajamos por Cristo; y si trabajamos por Cristo, miraremos al hombre como instrumento, como encarnación del Cristo que es el único que interesa.
Hermanos, esta es la palabra, el mensaje que nos está diciendo esta circunstancia hoy, y para darle todo el respaldo oficial, vamos a darle ahora lectura a los nombramientos, del Padre Fabián como vicario episcopal del departamento de Chalatenango y del Padre Efraín como párroco de esta ciudad.
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