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Pacto de Conversión Pastoral de la Iglesia chilena
Pacto de Conversión Pastoral de la Iglesia chilena Con alegría y esperanza acogemos la visita de Papa Francisco a esta tierra, confiados en que, estando con nosotros, podrá apreciar la necesidad urgente de conversión pastoral que nuestra Iglesia necesita. Confiamos en que la cercanía del Vicario de Cristo nos ayude a recuperar la esperanza. A la llegada de Francisco a Chile, habrán transcurrido casi 31 años desde la primera visita de un Papa a esta tierra. Con esa medida del tiempo, como referencia, vemos cuánto ha cambiado la Iglesia chilena en sólo tres décadas. Aquellos días eran de los más sombríos de nuestra historia, cuando la democracia era sacrificada en el altar de la dictadura. Días en que la Iglesia se hacía celosa defensora de los derechos de hombres y mujeres, gracias a un episcopado encarnado en el sufrimiento de su pueblo, que se despojaba de privilegios históricos para animar la esperanza de todos. La audacia profética de los obispos latinoamericanos incomodaba en Roma. Surgió entonces la intención de desandar el Concilio, generando un recambio del episcopado chileno. La tarea fue asumida por un nuncio del Papa que, en once años, cumplió su tarea. Así surgió un episcopado ajeno a la realidad de su pueblo, apegado al poder, servidor de ricos y poderosos. Los efectos de aquello, unido a los cambios culturales, no tardaron en sentirse y han sido devastadores. La Iglesia ha dejado de ser casa de los pobres, fuente de esperanza de los jóvenes, espacio de consideración de las mujeres y escuela profética de los trabajadores. La jerarquía, envanecida de tanta reverencia, cedió a las tentaciones del dinero, del poder y de las prebendas; mientras algunos, en la oscuridad de su conciencia, profanaron la sagrada intimidad de niños y jóvenes inocentes. Los responsables de la jerarquía, con su silencio, se hicieron cómplices de hechos deleznables. Porque como dice la Palabra: “Pero vosotros, sacerdotes, os habéis apartado del buen camino; con vuestras enseñanzas habéis hecho caer a muchos. Así habéis pervertido mi pacto con Leví. Por eso, porque no me habéis obedecido, y porque, además, cuando enseñáis a la gente no tratáis a todos por igual, yo haré que todo el pueblo os tenga por viles y os desprecie.” Mal 2, 8-9. Es así como el descrédito y la desconfianza acompañan el deambular de nuestros pastores y de la Iglesia jerárquica, mientras la indignación cunde espontánea y el dolor acompaña a muchos, porque hay justos y pecadores. Somos un pueblo que camina “como ovejas sin pastor” (Mt 9,36). Aun así, en la adversidad, la fe nos sostiene; en el desaliento, perseveramos; y en las pruebas, nos animamos, porque sabemos que Dios no abandona. Y, porque sin credibilidad y sin confianza no podemos evangelizar, interpelamos a los obispos de la Conferencia Episcopal de Chile, para que testimonien conversión personal y pastoral. Lo hacemos con espíritu evangélico y con la autoridad de nuestro bautismo. Conscientes que todos somos hijos e hijas de un Dios rico en amor y misericordia, invitamos a los obispos chilenos a asumir este Pacto de Conversión Pastoral, en presencia del Vicario de Cristo, nuestro hermano mayor, Papa Francisco, sabiendo que encontrarán en el Pueblo de Dios, fuerza y aliento para reemprender un nuevo tiempo en la historia de nuestra Iglesia. Unidos en un mismo Espíritu, los exhortamos a: 1. Vivir con sencillez y austeridad, liberados del apego al poder y de signos de ostentación que los alejan del pueblo de Dios, y que impiden testimoniar a los pobres y a la sociedad una Iglesia de iguales. 2. Rechazar los títulos nobiliarios y lisonjas que la tradición de una Iglesia imperial les heredó, porque ello provoca desconfianza y contradice la sencillez del espíritu cristiano. Les pedimos que no se hagan llamar monseñores, excelencias, eminencias ni reverendos y que renuncien a las adulaciones, a la pleitesía y al clericalismo. 3. Priorizar la atención de los más débiles y necesitados del pueblo de Dios que se les ha confiado, estableciendo como criterio de acción pastoral una opción preferencial por los empobrecidos y marginalizados; apoyando a los movimientos populares; acompañando a los pueblos originarios en la defensa y promoción de sus derechos; así como reparando y protegiendo de todas las formas posibles a las víctimas de abusos del clero. 4. Renunciar a ser administradores, controladores y fiscalizadores de la vida en la Iglesia, porque la tarea esencial de los obispos es acompañar al pueblo de Dios y no dejarse tentar por quehaceres que degradan su noble misión. Les pedimos que sean pastores con olor a oveja, a ejemplo de Óscar Romero y Enrique Alvear. 5. Transparentar las cuentas de la Iglesia, incluyendo la publicación anual de los libros de contabilidad de todas las diócesis, vicariatos y parroquias, incluyendo el detalle de los ingresos percibidos, gastos realizados y situación patrimonial. 6. Renunciar a recibir dádivas, donaciones o dinero de personas o instituciones cuestionadas socialmente, sea porque no cumplen sus deberes sociales, tributarios, laborales o ambientales; son corruptos o corruptores, lavan activos, usan paraísos fiscales o porque su actuación social está reñida con el Evangelio. Les pedimos construir una “Iglesia pobre para los pobres” porque “hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata.” (EG 53). 7. Revisar el destino de los dineros de la Iglesia, de manera de priorizar deberes de justicia, obras sociales y de solidaridad, practicando la comunión de bienes entre las diócesis y vicariatos, así como entre las parroquias del país, para testimoniar justicia social y equidad. 8. Abstenerse de ofrecer reconocimientos públicos a personas o instituciones. El criterio para brindar reconocimiento cristiano debe ser el martirio de sus propias vidas por la causa del Reino. 9. Escuchar la voz de los laicos y laicas de la Iglesia, dando cabida y atención no sólo a quienes se subordinan incondicionalmente a los dictados del clericalismo y de la jerarcología, sino también a quienes, con juicio crítico tienen mucho que aportar a la Iglesia. 10. Aplicar la corrección fraterna entre todos los miembros de la Iglesia Pueblo de Dios y promover la práctica de la evaluación pastoral en las iglesias locales, sean diócesis, vicariatos o parroquias. 11. Establecer la práctica de la consulta al Pueblo de Dios para el nombramiento de obispos y de párrocos. 12. Renunciar a la participación de la Iglesia en empresas y negocios. 13. Potenciar la participación de la mujer en la vida de la Iglesia en todos sus estamentos, reconociendo el derecho de igualdad que le cabe por ser hijas de Dios. 14. Reintegrar al clero casado al ejercicio de ciertas labores pastorales y litúrgicas. Tiempo de Navidad, 3 de enero de 2018 COMITÉ ÓSCAR ROMERO CHILE
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