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GERARDI, PROFETA Y MARTIR DE LA VERDAD Y LA PAZ
Conocí a monseñor Juan Gerardi en el año 1989 cuando era obispo de El Quiché y yo ejercía de párroco en San Cristóbal Verapaz. Le recuerdo como un hombre de gran estatura y fuerte corpulencia. Su modo de hablar era pausado, de carácter sereno y observador, sencillo, afable, cercano, acogedor, comprensivo, con una gran capacidad de escucha y una profunda claridad de ideas. En sus análisis manifestaba intuición y agudeza. No era sectario ni hacía acepción de personas. Hablaba con unos y con otros. Y siempre con buen humor. Era un hombre de fe y de una gran riqueza interior. Combinaba una profunda espiritualidad con el compromiso social, la denuncia de toda injusticia y la promoción y defensa de los derechos humanos.
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