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El Papa Francisco desbloquea la causa de beatificación de Mons. Romero

EL PAPA FRANCISCO DESBLOQUEA LA CAUSA DE BEATIFICACIÓN DE MONS. ROMERO

Para una lectura en clave simbólica

Por Armando Márquez Ochoa

Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con América Latina - SICSAL

Secretario

 

Creo que el descongelamiento de la causa de beatificación de Mons. Romero hay que leerlo en el marco de los múltiples gestos simbólicos que, el Papa Francisco, ha venido haciendo desde el mismo momento que fue elegido como Obispo de Roma. En ese sentido, pienso que debemos tomarla con serenidad, pero, también, con mucha esperanza.

Desde un inicio, los gestos simbólicos del Papa, han ido en la línea del cambio, han marcado una pauta de sencillez y orientan hacia una Iglesia más evangélica. Fueron gestos iniciales que, se ven ratificados con éste de desbloquear el proceso de canonización de Mons. Romero.

El cardenal Bergoglio, en tono distendido, ha explicado en su encuentro con los medios de comunicación, el 16 de marzo pasado, por qué escogió ese nombre: “Algunos no sabían por qué el Obispo de Roma ha querido llamarse Francisco. Algunos pensaban en Francisco Javier, en Francisco de Sales, también en Francisco de Asís. Les contaré la historia. Durante las elecciones, tenía al lado al arzobispo emérito de Sao Pablo, y también prefecto emérito de la Congregación para el clero, el cardenal Claudio Hummes: Un gran amigo, un gran amigo. Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él me confortaba. Y cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: «No te olvides de los pobres». Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres. De inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís… Y así, el nombre ha entrado en mi corazón: Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación”. Ahora, en coherencia, el Papa ha pensado, en Mons. Romero, el obispo símbolo de la opción por los pobres y, probablemente también, el nombre ha entrado en su corazón y ha decidido desbloquear el proceso.

El cardenal Bergoglio ha escogido el nombre de un santo que recibió este mensaje: "Francisco, repara mi iglesia; ¿no ves que se hunde?". Implícita, y espero que también explícitamente, esa exhortación del Cristo de la ermita de San Damián, esté entre las intuiciones del Papa para escoger su nombre; pienso que, el modelo de Iglesia de Mons. Romero, puede ciertamente renovar en profundidad a la Iglesia de hoy.

En el mencionado encuentro con los comunicadores, el Papa expresó espontáneamente, pero, creo yo, desde lo profundo de su corazón: “¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!”. En sintonía con ese deseo, se entiende que, ahora, despeje el proceso para colocar a Mons. Romero como modelo de pastor y a su Iglesia como modelo de “Iglesia pobre y para los pobres”. Porque “canonizar” significa eso, colocar a alguien como “canon”, como “medida”, como “metro” con el cual tenemos que medirnos y con el cual se nos medirá y pedirá cuentas.

Por eso, desbloquear el proceso, significa, también, “desbloquear nuestras mentes” y entender que la figura y enseñanzas de Mons. Romero deben de servir de “canon” para nuestras vidas personales, para la vida de las comunidades, para la vida de las curias, para la vida de la Iglesia, para la vida de los pastores, a quienes ha pedido “ser pastores con olor a oveja” (Jueves Santo, 28 de marzo de 2013) y a quienes ha recordado que “son pastores, no funcionarios” (Ordenación sacerdotal, IV Domingo de Pascua, 21 de abril de 2013); sin duda, Mons. Romero es un buen ejemplo de ello: “es cierto que he andado yo por El Jicarón, por El Salitre y muchos otros cantones; y me glorío de estar en medio de mi pueblo y sentir el cariño de toda esa gente que mira en la Iglesia, a través de su Obispo, la esperanza” (Homilía 25 Septiembre de 1977). Es entonces, el momento, de “desempolvar”, de “desbloquear”, también el pensamiento de Mons. Romero, su eclesiología, su cristología, su pastoral, su mensaje profético y hacerlo vida hoy día. ¿Tiene, pues, significado el gesto del Papa Francisco, por administrativo que parezca?

Estas y otras muchas preguntas surgen desde la inteligencia que Dios nos ha dado y desde el amor a la Iglesia al estilo de Mons. Romero. Porque “desbloquear” el proceso quiere decir que estaba “bloqueado”, que estaba “congelado”; pero, ¿por qué estaba bloqueado? Me parece que la tardanza no es simplemente por cuestión de los procedimientos administrativos exigidos y fijados por Juan Pablo II en la Constitución Apostólica Divinus Perfectionis Magister (1983), sino que, el proceso estaba intencionalmente paralizado, estancado ¿por qué? ¿por quiénes? Seguramente por quienes “no quieren una Iglesia pobre y para los pobres” ni al estilo de Francisco de Asís ni al estilo de Oscar Romero, paradójicamente ¡ni al estilo de Jesús de Nazareth! (parece ser que, entre quienes bloquearon el proceso de canonización, estaba el cardenal Alfonso López Trujillo 2008+, ¡paradojas de la historia de la Iglesia!)

Generalmente, los procesos de canonización han sido lentos en la Iglesia de los últimos siglos, pero, ha habido excepciones, entre las más recientes los casos de Juan Pablo II, Madre Teresa de Calcuta y José María Escribá de Balaguer; y, naturalmente las preguntas continúan ¿por qué estos casos no fueron bloqueados? Las respuestas serán múltiples y desde diferentes puntos de vista, no me detengo en ellas y las planteo no con malicia, sino simplemente como invitación a reflexionarlas para madurar en la fe y no “ser como niños de pecho que se alimentan de leche, incapaces de juzgar rectamente” (cf Heb 5,1).

Por otra parte, creo que la decisión del Papa de impulsar la beatificación de Mons. Oscar Romero, recoge el clamor popular y puede “oficializar” lo que, como era en los primeros nueve siglos, el pueblo (que tiene “el sentido de la fe”) ha “canonizado” ya: a este santo pastor. Juan Pablo II se unió a este clamor cuando lo mencionó en el Jubileo de los Mártires (7 Mayo 2000); la Conferencia Episcopal de El Salvador lo ha solicitado a la Congregación de los Santos; otras Iglesias se han unido a este reconocimiento, como testimonio de ello está la estatua erigida en la Abadía de Westminster, en Londres; son innumerables las iniciativas (comunidades, bibliotecas, calles, universidades, grupos, obras artísticas…) que se han erigido en su honor. Por eso, en sintonía con la tradición eclesial de los primeros siglos y sin ánimo de contradecir los criterios actuales de la Iglesia Jerárquica, junto a Mons. Pedro Casaldáliga, muchas personas honramos a Monseñor como “san Romero de América”. Este proceso popular ha quedado bellamente plasmado en la canción “Proclámenlo santo” de los cantautores salvadoreños de “Exceso de Equipaje”: http://www.youtube.com/watch?v=aHJZS-zmnA4 Anhelo profundo de nuestros corazones que creemos y esperamos va a ser recogido oficialmente por el Papa actual.

Finalmente, y acogiendo la invitación del Papa Francisco: “les pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, les pido que Ustedes recen para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo”, como “salvadoreño romeriano”, envío al Obispo de Roma, a nombre de muchas personas en mi país, una bendición agradecida por el gesto que ha tenido de desbloquear la causa de beatificación de nuestro santo arzobispo, Mons. Oscar Arnulfo Romero. ¡Gracias, desde lo más profundo de nuestros corazones! ¡Que Dios le bendiga abundantemente!

 

Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo.

Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias.

Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros.

Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro.

Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad.

(Primer Saludo del Santo Padre Francisco. Balcón central de la Basílica Vaticana
Miércoles 13 de marzo de 2013
)

 

Amor es darse, amor es entregarse sin reservas;

amor es querer sin egoísmo, amor es no explotar sino servir, amor es todo eso que nos enseña la religión. Comulgar con el amor que Dios tuvo al mundo enviándonos a su Hijo, eso es la gracia.

Que nos amemos como Dios nos ha amado, éste es el mandato nuevo de la ley cristiana y ésta es la gracia. Por eso, cuando se trata de beatificar o canonizar a un hombre, es aquí donde se le examina: Su amor.

El amor es la santidad y la medida de la santidad.

Si un hombre sabe desprenderse de sí mismo y amar, es santo;

si un hombre habla mucho de santidad pero no sabe amar, no es santo.

(Mons. Romero. Homilía del 5º domingo de Pascua. 13 de mayo de 1979)

 

 

(Armando Márquez Ochoa ha publicado 4 libros: El Catecismo de Mons. Romero (2000); El Martirologio de Mons. Romero. Testimonio y catequesis martirial de la Iglesia salvadoreña (2005); No basta la justicia es necesario el amor. Compendio de la Catequesis Social de Mons. Romero (2007); La Palabra no está encadenada. La Palabra de Dios en la vida y catequesis de Mons. Romero (2010). En preparación: Me glorío de estar en medio de mi pueblo y de sentir con la Iglesia)

 

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