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Monseñor Sergio Méndez Arceo: paradigma del hombre de Iglesia comprometido con su pueblo

Autor | Autores: 
Lic. José Miguel Márquez Fariñas

Por su interés histórico y, en homenaje de quien fuera fundador de SICSAL, Don Sergio Méndez Arceo, publicamos el siguiente artículo, escrito por José Miguel Márquez (Cuba), para refrescar la memoria de unos y el conocimiento de los más jóvenes.

Monseñor Sergio Méndez Arceo

paradigma del hombre de Iglesia comprometido con su pueblo

Por Lic. José Miguel Márquez Fariñas

Conmemoramos el XXII aniversario de la desaparición física de ese hombre singular que fue el Obispo Don Sergio Méndez Arceo, Titular durante muchos años de la Diócesis de Cuernavaca, Estado de Morelos, México, ocurrida el 6 de febrero de 1992, a la edad de 85 años.

Fue Don  Sergio, como afectuosamente le llamaban, ante todo, un hombre de iglesia, pero de una iglesia comprometida y en acompañamiento con su pueblo que lo admiraba y respetaba. Creía en el hombre y en la capacidad de redención de los pueblos. Era un ser especial, que desbordaba bondad, modestia y sencillez. Asequible a todo aquel que le procuraba para pedirle un consejo o ayuda. Estaba al alcance de cualquier hombre de pueblo.

Vine a conocerlo en Managua, Nicaragua, poco tiempo después del triunfo de la Revolución Sandinista. No podía imaginar entonces, que de este primer encuentro nacería una profunda amistad y un mutuo sentimiento de respeto. No se me borra de la mente la primera impresión que me causó, cuando con su andar lento y pausado, venía a mi encuentro. Era un hombre alto, corpulento, con el cuello algo encorvado, cabeza rapada, cejas copiosas que vestía guayabera blanca.

 De inmediato percibí que estaba en presencia de un hombre culto, inteligente, de mirada penetrante, como aquel que trata de escudriñar el pensamiento más íntimo de su interlocutor. Perspicaz, agudo, intuitivo y locuaz, mexicano por excelencia, pero al mismo tiempo con profundo pertenencia latinoamericana, preocupado por todos y de una gran sensibilidad humana.

De cada conversación suya dejaba lecciones y huellas en las personas que tuvieron el privilegio de compartir con él. Amigo y solidario por convicción de la Revolución Cubana. Del Comandante en Jefe un día me expresó, que la mayor cualidad que apreciaba en él era “que pensaba y actuaba como un hombre auténticamente libre.”

Conservo como una reliquia una foto suya que me dedicó, donde reza: “Pepe, la unión hace la fuerza, además, gracias.”

“Monseñor Samuel Ruiz García (1) lo definió como “un hombre universal, cercano a Dios, y por la fe, a las necesidades del pueblo y del mundo”. Don Pedro Casaldáliga Pla (2) lo calificó como “un padre apostólico de nuestra Iglesia Latinoamericana y Patriarca de la Solidaridad; una solidaridad que se hizo ternura de los pueblos y eucaristía de calle y compromiso. En vida le llamaron profeta y cargó con la cruz de las incomprensiones y la calumnia. Sin él, no es posible acercarse a la historia de la Iglesia de la liberación en México y América Latina. Monseñor Sergio Méndez Arceo representó muchas veces como única voz, el compromiso más noble de la institución eclesial con verdadero sujeto del Evangelio: el pobre.”

Durante el Concilio Vaticano II, Don Sergio fue uno de los protagonistas de la mayoría progresista y por tanto, uno de los principales artífices de aquella primavera eclesial. Defensor de los marginados, compañero de aquellos que luchaban por una sociedad más justa, incansable innovadora de costumbres, hábitos y aspiraciones en el seno de la comunidad cristiana, el VII Obispo de Cuernavaca transformó la imagen de lo que hasta entonces caracterizaba a los miembros de la jerarquía católica mexicana.

“Vivió con gran honestidad su dimensión profética. Pero no fue, el suyo, un fácil caminar. Era consciente de que dar su palabra desde los límites de la fe siempre en fidelidad y amor a la Iglesia de Dios, lo conduciría a ser incomprendido y aun agredido intra-eclesialmente. El ex nuncio apostólico en México, Girolamo Prigione (3) dijo una vez que en las cumbres de la Iglesia era considerado como “una de las voces desafinadas que cantan fuera del coro. Méndez Arceo jamás ha podido decir que habla en nombre de la Iglesia, porque para ello hay que hacerlo en sintonía con la autoridad local y con el Papa”. Se olvidaba Prigione que la libertad nos hace libres; que el signo del Evangelio no es la Ortodoxia, sino el amor, la justicia, la libertad. Que la comunión con el magisterio de la Iglesia no significa ser repetidores del Papa, sino corresponsales creadores críticos. Se olvidaba que la Iglesia es el pueblo de Dios. El Papa lo conduce, pero no es el pueblo de Dios”. (4)

En 1970 en la Universidad de Puebla, Méndez Arceo realizó una intervención ante unos tres mil estudiantes, donde formuló desde la fe cristiana una condena del capitalismo y del imperialismo y se pronunció por el socialismo, presentándolo como un sistema más coherente con los principios evangélicos:

La palabra de Dios es lo más explosivo y revolucionario que hay para la transformación de las personas, de la Iglesia y de la sociedad (…) El espíritu evangélico de comunión y comunidad entre los hombres no se puede realizar en el sistema capitalista, individualista y materialista, es necesario un socialismo democrático (…) La Iglesia no es una sociedad perfecta, es un pueblo que va peregrinando, buscando la verdad (…) Los sacerdotes deben cambiar estructuras dentro de la propia Iglesia, para que luego ésta sea agente del cambio de las estructuras.

Don Sergio había visitado Cuba por primera vez, en 1972, acompañando a su amigo el periodista mexicano del diario Excélsior Luis Suárez, y en esta oportunidad dialogó personalmente con el Comandante Fidel Castro Ruz. Existe una anécdota de este encuentro en el que Don Sergio le manifiesta a su anfitrión: “Comandante yo considero que usted es un inspirado de Dios” y que transcurrido cierto tiempo de la conversación Fidel la interrumpe y le dice: “Mire lo que usted dice de que yo soy un inspirado de Dios, no me lo creo, pero me agrada”.

A partir de entonces Méndez Arceo comienza a visitar regularmente Cuba y se le consideró un invitado permanente. Fue tal su identificación, respeto y admiración por la revolución que nuestro país devino para él un punto obligado de referencia.

En la década de los ochenta nos visitaba hasta dos y tres veces al año, para participar, entre otras, en reuniones sobre la Deuda Externa, como invitado al XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudios o a encuentros de teólogos y cientistas sociales.

Después del triunfo de la Revolución Sandinista (1979) en Nicaragua, fueron reiterados sus viajes a Managua, solidarizándose con el proceso y con la lucha armada que libraba el Frente Farabundo Martí en El Salvador.

En Abril de 1972 asistió al I Encuentro Latinoamericano de Cristiano por el Socialismo, celebrado en Santiago de Chile, que generó polémicas en los episcopados latinoamericanos predominantemente conservadores. Él fue el único Obispo que participó en las deliberaciones, oportunidad en que plantearía: “ para nuestro mundo subdesarrollado, no hay otra salida que el socialismo, como apropiación social de los medios de producción, con una representación auténtica de la comunidad, para impedir que sean utilizados como instrumentos de dominación en manos de una oligarquía o de un gobierno totalitario (…) Es tiempo de que los cristianos no aparezcamos siempre como contrarrevolucionarios y no demos posteriormente la apariencia de oportunistas, cuando urgidos por la palabra de Dios, nos sumamos, tardíamente, a procesos cuyo dinamismo nos vuelve a dejar atrás de la realidad y a plantearnos la disyuntiva de la fidelidad de Dios o al hombre, que no debería existir, pues solo se plantea entre Dios y el pecado, estructurado de mil formas en las instituciones opresoras de los mismos hombres”.

La respuesta del Vaticano y de la derecha de los episcopados latinoamericanos -de la que Estados Unidos no era ajeno-  temiendo por el curso de los acontecimientos no se hizo esperar. En 1972, en Sucre, durante la XIV reunión ordinaria del Consejo del Episcopado Latinoamericano (CELAM), el obispo colombiano Alfonso López Trujillo (5), nombrado posteriormente Cardenal, tomó el control del organismo y daría inicio una contraofensiva conservadora para desmontar las líneas eclesiales derivadas del Vaticano II y Medellín, y en particular a la Teología de la Liberación. Uno de los puntos de atención de López  Trujillo, apoyado por la Curia Romana, sería Cuernavaca, su obispo y su entorno religioso corporizado en “Sacerdotes para el Pueblo” y “Cristianos por el Socialismo”, identificados como un “peligro” por la jerarquía conservadora, no tanto por su fuerza política como por su línea de izquierda que rompía con la tradicional doctrina social católica, antología de principio morales inmutables y buenos consejos, ajenos a la realidad sociopolítica, histórica y de hecho justificadores y encubridores del sistema imperante.

En 1978 visitaba Cuba con motivo de celebrarse el XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Después de una entrevista con Fidel Castro, Don Sergio declaró: “La Iglesia católica debe sumergirse en los procesos revolucionarios para comprenderlos y ayudarlos. El futuro pertenece al socialismo (…) Para colaborar con la revolución del continente se debe producir una alianza entre cristianos y marxistas. Ese es el camino más viable para la liberación de los pueblos latinoamericanos”.

En el marco del Festival y junto con el sacerdote y poeta sandinistas Ernesto Cardenal y el cristiano marxista Alfonso Comín, miembros del Comité Ejecutivo del Partido Comunista de España, Don Sergio suscribió en la isla un documento que habría de tener una amplia repercusión:

“Reflexión cristiana en Cuba”: “las revoluciones socialistas que se están llevando a cabo en todo el mundo constituyen el gran reto que se le plantea a la Iglesia contemporánea. En América Latina este reto es decisivo; según sea la respuesta de los cristianos, el proceso revolucionario seguirá un curso u otro y, al mismo tiempo, el significado de la palabra en la historia cumplirá o no el llamado que le asignara Jesús (…), suscribimos las palabras del comandante Fidel Castro: “La alianza entre cristianismo y revolución debe ser estratégica” (…) en este contexto la relaciones entre marxismo –como teoría revolucionaria–   y cristianismo –como mensaje de liberación universal proclamado hace veinte siglos por Jesús de Nazaret, raíz de la auténtica fe, esperanza y amor cristiano– podrán desarrollarse en mejores condiciones (…) Recordemos la firme y lucida palabra del arzobispo de la Ciudad Ho Chi Minh a los obispos reunidos en el último Sínodo (octubre de 1977); “si  la Iglesia asumió en su tiempo el aristotelismo como vehículo del mensaje evangélico, nosotros debemos asumir hoy el discurso marxista para la evangelización y la catequesis”.

Tal declaración originó condenas por parte de la presidencia de la Conferencia Episcopal Mexicana, señalando que el “marxismo es incompatible con la fe cristiana”, y los grupos integristas llamaron a Méndez Arceo “rebelde contumaz”, “obispo comunistoide”, “camarada Sergio”; censuras estas que se hicieron además extensibles a la Teología de la Liberación, la Iglesia Popular y Cristianos por el Socialismo, acusándolos de estar presentes en la Iglesia como “grupos contestatarios y de resistencia” y de formar parte de “una verdadera conjura internacional”.

“La virulencia del ataque, seguido por una carta de apoyo desde Roma del Cardenal Sebastiano Baggio(6), presidente de la Comisión Pontifica para América Latina, había que ubicarlo en el contexto de la próxima realización de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. El documento borrador para la reunión, elaborado por López Trujillo, en Bogotá, sede del CELAM, iba en el sentido de un desmonte total del Vaticano II y Medellín, y la sede misma del evento era todo un símbolo de ello: Puebla católica y anticomunista.

Las posiciones de Méndez Arceo y de varios obispos latinoamericanos, así como de los teólogos por la liberación fueron censurados por la Iglesia y estos fueron puestos bajo estricto control por las conferencias episcopales y el CELAM. Sin embargo no pudieron los sectores conservadores impedir el desarrollo de la teología de la liberación, las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) y la opción preferencial por los pobres.

En 1983 Méndez Arceo, al cumplir la edad establecida, fue retirado como obispo de la diócesis de Cuernavaca, sustituyéndolo monseñor Juan Jesús Posadas, antiguo obispo de Tijuana, quien como sucesor de Don Sergio se dio a la tarea de “desmontar” su obra, perseguir al clero diocesano que lo seguía y desarticular los equipos de trabajo.

En estas nuevas condiciones Don Sergio continuó visitando Cuba, acrecentaría su solidaridad con Nicaragua y asumiría la “reivindicación permanente del pastor Mártir y redoblaría su solidaridad cristiana con el proceso popular salvadoreño”. Ya entonces, decenas de exiliados latinoamericanos que habían encontrado un segundo hogar en México, llamaban a Don Sergio “Patriarca de la Solidaridad”. Cuba, Chile, Argentina, Colombia, Guatemala, su propio pueblo mexicano y todos los pobres de América Latina siguieron siendo el norte de sus desvelos, persistiendo además en su fecunda tarea como animador y dinamizador del movimiento de comunidades Eclesiales de Base, en momentos en que la Iglesia atravesaba lo que él llamó un “invierno general”.

Buena parte de su tiempo lo dedicó a crear una red de “Comités Oscar Arnulfo Romero” en Europa, Estados Unidos y América Latina con un objetivo definido que era su sueño: “la globalización de la solidaridad”.

Don Sergio está y estará presente entre nosotros, los cristianos, los creyentes y no creyentes, en todos aquellos que luchan por la justicia social y será recordado siempre como el paradigma del hombre de Iglesia comprometido con su pueblo.

NOTAS

1.        Ruiz García, Samuel: (3/11/1924): Nació en Irapuato, México. Sacerdote católico y difusor de la Teología de la Liberación. Es ordenado sacerdote en la Universidad Gregoriana de Roma, a donde fue enviado a estudiar Teología, en 1947. En 1954 regresa y al poco tiempo es designado Rector del Seminario de León. En 1959 es designado Obispo de San Cristóbal de las Casas, en el Estado de Chiapas. Esta diócesis se caracteriza por su extrema pobreza y por tener una población mayoritariamente indígena. Samuel Ruiz García ofreció su colaboración como mediador en varios conflictos latinoamericanos. En especial cumplió funciones de mediador en el conflicto de Chiapas entre el indigenista Ejercito Zapatista de Liberación Nacional y el Gobierno federal mexicano. Ejerció de Obispo en San Cristóbal de las Casas hasta 1999. En el año 2000 fue distinguido con el Premio Simón Bolívar de la UNESCO, por su especial compromiso personal y su papel en tanto que mediador, contribuyendo así a la paz y al respeto dela dignidad de las minorías. Recibió el doctorado Honoris Causa de la Universidad Iberoamericana.

2.        Casaldáliga Pla, Pedro: (16/02/1928): Nació en Balsareny, Barcelona, España. Es religioso, escritor y poeta. Obispo católico que siempre ha estado vinculado a la Teología de la Liberación. Se ordenó sacerdote el 13 de mayo 1952, uniéndose a la Orden de los Claretianos. En junio de 1968 se trasladó como misionero al estado de Mato Groso en Brasil y ordenado Obispo de Sao Félix de Araguaia el 23 de octubre de 1971, diócesis de más de 150,000 km2, habitado en su mayor parte por indígenas con muy pocos recursos. Poco después de ser nombrado obispo, Casaldáliga empezó a sufrir amenazas por parte de los terratenientes así como del régimen militar existente en ese momento en Brasil. Joao Bosco, su vicario, llegó a ser asesinado por unos sicarios que confundieron a Bosco con el propio Casaldáliga (1977). En esos momentos recibió total apoyo del Vaticano, especialmente por parte del Papa Pablo VI. Los problemas entre Pedro Casaldáliga y la Santa Sede se iniciaron con la llegada al papado de Juan Pablo II. El Papa inició una campaña contra los teólogos de la liberación y Casaldáliga, uno de sus máximos referentes, no quedó fuera de ella. Aunque jamás ha regresado a España y siempre se ha mostrado reacio a viajar, en 1985 realizó una polémica visita a Nicaragua. Casaldáliga se trasladó hasta ese país para mostrar su solidaridad con los religiosos nicaragüenses. En 1988 viajó hasta el Vaticano y fue recibido en audiencia por el Papa. La visita no fue plenamente satisfactoria y unos meses más tarde recibió una seria advertencia por parte de la Santa Sede que criticó su apoyo a la causa sandinista. Al cumplir los 75 años, Casaldáliga recibió la orden del Vaticano de que tenía que jubilarse. El religioso decidió permanecer en la diócesis que había presidido durante más de 35 años, a pesar de que la Santa Sede le recomendó abandonar el país. Enfermo de Parkinson desde hace algún tiempo, Pedro Casaldáliga no quiso abandonar la lucha por la defensa de los derechos de los menos favorecidos. Ha sido galardonado con diversos premios y ha sido nombrado Doctor Honoris Causa por varias universidades. En 1980 fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz. El 2 de marzo de 2006 se convirtió en el primer catalán en ser galardonado con el Premio Internacional Cataluña otorgado por la Generalidad.

3.        Prigione, Girolamo; Italiano. Nuncio Apostólico en México en la década del 90. Se caracterizó por “desmontar” el trabajo de las “Comunidades Eclesiales de Base” y las posiciones de la Teología de la Liberación y la obra desarrollada por Mons. Sergio Méndez Arceo, como Obispo de Cuernavaca, de compromiso con los pobres. Fue representante de la Santa Sede en la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, O.E.A., sobre pobreza y la cooperación para el desarrollo, celebrada del 17/02 al 19/02/1994.

4.        Fazio, Carlos: “Reportaje Iglesia de la Liberación en México, Don Sergio Méndez Arceo. Patriarca de la solidaridad liberadora”. Adipal. Pág. 1. Carlos Fazio es escritor y periodista uruguayo residente en México. Es colaborador habitual del diario La Jornada de México y el seminario Brecha de Montevideo.

5.        López Trujillo, Alfonso: Nació el 8 de noviembre de 1935. Cardenal colombiano y presidente del Concilio Pontificio de la Familia. Considerado el máximo exponente de la ultraderecha de la Iglesia Católica en América Latina, que responde a los intereses de Estados Unidos y de las oligarquías latinoamericanas. Por sus posiciones políticas fue promovido a Cardenal para favorecer ocupara una posición privilegiada en el CELAM para contrarrestar las posiciones progresistas en el ámbito eclesiástico latinoamericano. Durante la XIV reunión ordinaria del CELAM, celebrado en Sucre, este tomó el control del organismo y daría inicio a una contraofensiva conservadora para desmontar las líneas eclesiales derivadas del Vaticano II y Medellín, y en particular a la Teología de la Liberación. Uno de los puntos de atención de López Trujillo, apoyado por la Curia Romana, sería Cuernavaca, su obispo y su entorno religioso corporizado en “Sacerdotes para el pueblo” y “Cristianos por el Socialismo”, identificados como un “peligro” por la jerarquía conservadora, no tanto por su fuerza política como por su línea de izquierda que rompía con la tradicional doctrina social católica. López Trujillo fue uno de los Cardenales considerados papables en el Cónclave de 2005. Posteriormente fue trasladado al Vaticano como Presidente del Pontificio Consejo de la Familia. Falleció en Roma el 19 de abril de 2008.

6.        Baggio, Sebastián. Italiano. Nació en Vicenza el 16 de mayo de 1913. Nombrado Cardenal el 23 de junio de 1969. El 26 de febrero de 1974 fue nombrado Prefecto de la Sagrada Congregación para los Obispos y posteriormente Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Representante del sector más reaccionario de la Curia Romana.

El autor pertenece a la Unión Nacional de Historiadores de Cuba UNHIC, donde se desempeña como Coordinador Nacional.

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