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Memoria agradecida al testimonio del Obispo Angelelli, a los 36 años de su asesinato

Autor | Autores: 
Sicsal

 

 

El 4 de agosto se cumple 36 años del asesinato

Del Obispo Enrique Angelelli. En la Rioja Argentina.

Después de besar el altar improvisado se persigna y saluda con sus brazos abiertos a la asamblea reunida frente al cardón viejo de la placita del barrio Benjamín Rincón a las afueras de la ciudad de la Rioja. El 24 de diciembre de 1971, poco antes de las doce una multitud, procedente de las barriadas más humildes de la provincia, se congregó para asistir a la Misa de  celebrada por el Obispo Enrique Angelelli al calor de un farol colgado de un viejo algarrobo.

Era la primera vez que un Obispo salía de la Catedral riojana y decidía recibir la navidad junto a los más pobres, esta celebración también es conocida como misa de los  y dónde mejor que celebrarla sino frente a su rebaño. Porque el Obispo Angelelli, o  Obispo, o “El Pelado”; había elegido hacía tiempo este camino, la de salir al encuentro de los desprotegidos, los desheredados de esta tierra y no esperar manso a la promesa de heredad eterna.

Un año y medio antes de la histórica misa, designado por Pablo VI, Angelelli asume el Obispado de La Rioja. El ala más conservadora de la Iglesia había intercedido para alejarlo de su trabajo pastoral en Córdoba, de la capilla Cristo Obrero, lugar de reunión para jóvenes obreros y estudiantes, de la dirigencia de la Juventud Obrera Cordobesa y de su popularidad que lo había llevado a convertirse en Vicario General de la Arquidiócesis. Sin embargo, Angelelli, según diría el mismo años más tarde, encontraría su misión y su destino en esas tierras.

En su primera homilía riojana anunció que venía a servir a los pobres, hambrientos y sedientos de justicia. El mismo día de su designación, 24 de agosto de 1968, se iniciaban las deliberaciones en Medellín del Episcopado Latinoamericano.

 

Con el espíritu de Medellín y del Concilio Vaticano Segundo, el ahora Obispo de La Rioja encabezó la elaboración de un documento que denunciaba las desigualdades a las que era sometido el pueblo trabajador y proclamaba que la tierra debía ser para quién la trabaje. En La Rioja promovió la creación de sindicatos mineros, peones rurales y cooperativas de producción y consumo. En Famatina junto a un grupo de monjas organizó el sindicato de empleadas domésticas, monjas de distintas partes del mundo llegaban para trabajar en el servicio doméstico y organizar a las mujeres y concientizarlas de sus derechos. Ayudo a los trabajadores rurales de Aminga en la creación de la Cooperativa de Trabajadores Rurales de Aminga (CODETRAL) y el reclamo por las tierras ociosas de un predio abandonado.

Su actividad y compromiso con los más humildes era parte de su acción pastoral, que consistía, también, en sentarse con las viejitas rezadoras a rezar el rosario o a viajar por toda la provincia confirmando a los chicos “Con un oído en el evangelio y el otro en el corazón del pueblo” era su frase.

En enero de 1974, la Triple A, fuerza parapolicial de extrema derecha en la Argentina, envió a los medios de prensa su primera lista de condenados a muerte. Entre los nombres aparecía el del Obispo Angelelli. El comunicado rezaba: “Los mencionados serán ajusticiados en el lugar donde se encuentren”.

El historiador y periodista argentino, Osvaldo Bayer, cuenta una anécdota relatada en su estadía en la Rioja siguiendo los pasos de Angelelli. En uno de sus habituales viajes en su viejo auto al interior de la provincia, el Obispo llega a la zona de bosques riojanos y se encuentra en el camino con un cortejo fúnebre. Un grupo de trabajadores de la madera llevaban en una camilla improvisada el cuerpo de un joven trabajador muerto por el Mal de Chagas. El obispo detiene el auto y pregunta por el ataúd. La gente avergonzada le responde “No tenemos dinero señor Obispo”. Él se suma al cortejo y ese domingo en una misa en la capital riojana proclama una Homilía que precipitaría la embestida contra el Obispo y su gente. Desde su púlpito dice: “¡Qué pecadores que somos que ni siquiera en nuestra tierra los trabajadores de la madera, de la leña, de los árboles, pueden tener un ataúd para los hombres de trabajo, para sus compañeros de trabajo”. En primera fila se encontraba el vice Comodoro Lázaro Aguirre junto a otros militares y sus familias. Aguirre se levanta y dice: “Señor Obispo hemos venido a escuchar la santa misa y no a escuchar discursos políticos” Angelelli le contesta: “Usted deje el templo que usted no pertenece a nuestra religión”.

el 4 de agosto, el Obispo volvía en su camioneta junto al padre Pintos desde Chamical donde había ido a investigar los asesinatos de dos curas, cuando un peugeot 504 les cerró el paso provocando el vuelco de la vieja camioneta. El cuerpo sin vida del Padre Obispo Enrique Angelelli se encontró tendido en la ruta. Dicen que tenía los brazos abiertos como un Cristo.

 

Invitamos a reflexionar el testimonio de este martir nuestro.
 

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