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Reflexionando la realidad a la luz de Monseñor Romero - 17

Autor | Autores: 
Luis Van de Velde

304. La guerrilla

 

Así como Monseñor Romero llamó a las guerrilla (del signo que sean!!!) que “cesen ya esos actos de violencia y terrorismo, muchas veces sin sentido, y que son provocadores de situaciones más violentas”.   Monseñor miraba ese espiral de violencia que involucraba cada día a más gente, a más espacios y que alejaba la posibilidad de soluciones de justicia y paz.  

Hoy Monseñor diría lo mismo, o quizás con palabras aún más duras, a las pandillas: cesen esa violencia, siempre sin sentido!  Si matan a alguien de la otra pandilla, ésta toma venganza y mata en la primera.  Si muere un pandillero en enfrentamiento con la policía o el ejército, poco después asesina a un policía (hasta en su propia casa, en  tiempos de descanso, cuando esté desarmado). 

También las extorsiones y los robos a mano armado (en los buses, en los parques, en la calle,…) son violencia.  Quitan la vida a muchos, roban lo necesario para poder vivir, quitan la ganancia de la tiendita o de la vendedora en el mercado. Es violencia ejercitada por los pobres contra los pobres.

Mientras  tanto las cárceles están llenísimo de presos. En cuanto a los pandilleros condenados a muchos años, hasta encerrados en Zacatraz (cárcel de máxima seguridad en Zacatecoluca).  La población en la cárceles es 3 o 4 veces mayor que su máxima capacidad.  Violencia y violencia contra esos seres humanos (aunque hayan cometido crímenes).  Los poquísimos criminales de cuello blanco condenados están en condiciones diferentes.   Cesen esa violencia!!!!!   

 

305. Evitemos la guerra civil

 

 Un grito de esperanza: evitemos la guerra civil!!!   Es necesario construir juntos una auténtica justicia.  Urge y es necesario compartir lo que somos y lo que tenemos.  Entre todos y con la participación de todos/as tenemos que crear nuevas estructuras económico-políticas.  Esas estructuras deberán estar de acuerdo al plan de Dios y así favorecerán por igual a todos/as los/las salvadoreños/as.

Monseñor fue asesinado antes que estallara la guerra abierta desde enero 1981 hasta enero 1992.   En esta palabra de Monseñor no habla de los militares ni de la guerrilla, sino de la construcción de una nueva estructura económica y política.  Su referencia es el Reino de Dios, donde Dios será el Padre-madre de todos/as y nosotros/as hermanos/as, una sola familia solidaria y fraterna, comprometida con ese Reino.

Hoy, a casi 25 años de los Acuerdos de Paz (enero 1992), aun no hay nuevas estructuras económicas. Creo que sí hay más apertura democrática en la participación política, con intentos por combatir la corrupción y por exigir transparencia.  Sin embargo sin las nuevas estructuras económicas no se va a poder re-distribuir la riqueza, no se va a poder producir más riqueza para todos y todas.  Aun no hay más “auténtica justicia” en nuestro país.  Miremos los salarios de los diputados y compáralos con los salarios en las maquilas o en las fincas de café.  Nos han convertido en una sociedad de consumo donde soñamos con las ofertas del mercado (introducidas a la fuerza en nuestras casas por la TV), una sociedad de pocos ricos y muchos pobres.   

La violencia que vivimos con las pandillas, llamadas estructuras terroristas, es parte de las consecuencias de la falta de una estructura económica auténticamente justa y con el horizonte del Reino de Dios.  Hoy nuevamente se levantan los grupos de exterminio que van a matar a pandilleros y sus familias si todavía matan a algún policía o militar.  La represión aumenta en la medida en las pandillas sean más agresivos, eo matando a agentes de seguridad (y sus familiares).  Es el círculo vicioso de la violencia.

Monseñor nos llama: evitemos la guerra, evitemos más derramamiento de sangre… construyamos una nueva estructura económica que permita que todos/as vivamos realmente dignamente.

 

306. Un llamado a los que no participan

 

Monseñor cita el documento conclusivo de la conferencia Episcopal LA de Puebla (1979): “actúen en favor de la justicia con los medios que disponen y no sigan pasivos por temor a los sacrificios y a los riesgos personales que implica toda acción audaz y verdaderamente eficaz”.

Lo dijo en su homilía del 20 de enero de 1980: primer aniversario del asesinato del Padre Octavio Ortiz y los 4 jóvenes en El Despertar.  Es una llamada a los que aún “no participan”.  Vemos la importancia, el impacto de los que no participan, por ejemplos en el referéndum por la paz en Colombia (donde ganó el NO, porque muchos que pensaron que sí, no actuaron) o en las elecciones en los EEUU con un abstencionismo de más del 46 % de los que tienen derecho a votar.   Monseñor sabe porque mucha gente no participa: por temor a los sacrificios, por temor a los riesgos personales que son inherentes en cada acción audaz y eficaz.   ¿No es hoy “el  temor” un viejo factor paraliza a la mayoría de nuestro pueblo.  Tantas promesas electorales no cumplidas.  Tanta violencia creciente, tantos muertos, tantos robos (en buses,..), tantas extorsiones,…. No es vida para nuestro pueblo (mientras los grandes andan con guardaespaldas o cuentan con vigilancia privada).   El temor, el miedo nos impide a muchos a asumir responsabilidad histórica.  Cuantas veces no vemos a sindicatos luchando por mas y más salario y otros beneficios propios, mientras han perdido totalmente el horizonte de nuestro pueblo que sufre (hambre, desempleo, enfermedad, miedo, muerte, migración,..).

Monseñor nos habla proféticamente muy claro : “ de lo contrario (es decir: si no participan activamente, si no vencen el miedo), seremos también responsables de la injusticia y sus funestas consecuencias”.   El miedo no nos libera de la responsabilidad histórica.   En nuestro pueblo un gran porcentaje no participa en las elecciones y los que participan 2/3 votan por partidos de la derecha, para que todo siga igual, para que se garantice aun más esas estructuras injustas que favorecen a minorías.  Escuchemos a Monseñor.

 

307. Como pastor y como ciudadano

Cito: “ Como pastor y como ciudadano salvadoreño, me apena profundamente el que se siga masacrando al sector organizado de nuestro pueblo sólo por el hecho de salir ordenadamente a la calle para pedir justicia y libertad.”

Así era en los tiempos de Monseñor Romero.  Con un alto grado de conciencia y esperanzas de cambio y transformación, casi todos los días había manifestaciones de alguna(s) organizaciones populares.  La denuncia de asesinatos y masacres, la exigencia de una verdadera justica y de libertad de expresión (y otras libertades políticas) eran las banderas.  Sin embargo casi cada manifestación recibió los ataques de los cuerpos de seguridad, que disparaban contra los manifestantes.  Cada vez caían muertos.  Al dispersarse la manifestación muchas veces los cuerpos de seguridad estaba esperando a la gente a unas cuadras para capturarla, matarla….  

El comentario de Monseñor es aún débil este domingo: “le apena profundamente”.  Sin embargo es expresión de su solidaridad con la lucha popular y con los heridos, masacrados.

Hoy, hasta el momento no se ha visto que la PNC o el ejército actúan de esta manera contra las manifestaciones. Sin embargo se observa que cuando los alcaldes de la derecha cierran las principales carreteras de acceso a la capital, - hasta con fechas y lugares anunciados – la PNC no hace nada….  Pero cuando familias empobrecidas toman una calle como protesta contra desalojos por parte del alcalde de Sta Tecla, entonces sí utilizan gases lacrimógenos.   Realmente indigna esas maneras diferentes de actuar de las autoridades.

 

308. Tanta sangre derramada no será en vano

En la misma homilía del 27 de enero de 1979 Monseñor pretende dar esperanza al pueblo masacrado. Expresa su seguridad (su fe en el Dios de la vida) que “tanta sangre derramada no será en vano”.   Invita al pueblo a creer que esa sangre y ese dolor regará y fecundará nuevas y más semillas de salvadoreños que tomarán conciencia de su responsabilidad histórica: construir una sociedad más justa y más humana, y que será el resultado de reformas estructurales audaces, urgentes y radicales.

A 25 años de los Acuerdos de paz, me pregunto si realmente hay más y nuevas semillas de salvadoreños/as con conciencia revolucionaria y creyente de transformación de la sociedad?  Observo más individualismo, expresado  tanto en mi deseo consumista (tan alimentado por los medios de comunicación), como en la apatía frente a la violencia cada vez más creciente y cada vez más deshumanizante.  Ya lo he mencionado varias veces: en esta patria de Romero, 2/3 de los electores votan por partidos de la derecha, es decir, por no hacer cambios en las estructuras capitalistas neo liberales. 

Por supuesto hay necesidad absoluta de “reformas estructurales”, muy audaces, muy urgentes y muy radicales.  Pero no hay avances.  Hay una cierta apertura política, pero el miedo ante la violencia crece y desmotiva a cada vez más familias.  Hoy escuché a un analista decir que “estamos en guerra”. Ambos bandos (la bien organizada pandilla y los cuerpos de seguridad) declararon formalmente el exterminio del otro.  En este país (como en el tiempo de Romero y de Ellacuría) es prohibido hablar de buscar entendimiento, diálogo, negociación para terminar con esta guerra fratricida.  ¿Diría Monseñor hoy también que tanta sangre derramada no sería en vano?  ¿No exigiría a ambas partes no declarar la guerra y de buscar soluciones de paz? 

 

309. El grito de liberación

Cito: “el grito de liberación de nuestro pueblo es un clamor que sube hasta Dios y que ya nada ni nadie lo puede detener”. 

Creo que hoy – a casi 25 años de los Acuerdos de Paz – ese grito de liberación ha ido agotándose, opacándose,…Casi no se oye hoy.  A no ser que entendemos que la existencia (aunque sea tremendamente deshumanizante) de esas estructuras organizadas de las pandillas, un ensangrentado grito de desesperanza!!!!  La vida no vale nada.  Las pandillas lo viven así, y para los cuerpos de seguridad la vida de los pandilleros no vale nada.  Son solamente “terroristas”. Ya nadie quiere o puede ver reflejo de humanidad, aunque sea en su expresión negativa y deshumanizada.  Ya están también los grupos de exterminio (que no pueden actuar a no ser bajo la aceptación de las autoridades).  Van a matar a pandilleros y… sus familiares!!!!!  Los que sobreviven tendrán que encerrarse en Zacatraz, en la oscuridad y la soledad de las celdas de hierro y concreto, sin luz, sin esperanza.  

¿Dónde está el grito de liberación hoy de nuestro pueblo?   No está en las protestas de alcaldes que utilizan los fondos FODES para gastos de funcionamiento o para fiestas patronales. No está en las protestas de personal de salud con salarios bajos que exigen en la calle el escalafón para aquellos que tienen salarios altos. No está en la manipulación de excombatientes exigiendo cada vez más y otras compensaciones.  No está….  

Oigo este grito en la alegría de familias pobres que logran el acceso a una parcelita o una casita para poder vivir. Oigo ese grito de liberación en familias que – en agradecimiento por los paquetes escolares o por la atención básica en salud – se comprometen a servir en comités de emergencia, en adescos, en alfabetización, ….Oigo este grito en la alegría de familias que vuelven a encontrar a un hijo/a “desaparecido” durante la guerra.  También – aunque sea en otro tono – en las familias que por fin pueden “dar cristiana sepultura” a sus familiares asesinados en masacres. Oigo el grito de liberación en comunidades cristianas que logran ser signos de reconciliación y fraternidad, que descubren al Dios de la Historia en la esperanza de las y los pobres. Oigo el grito de liberación en las organizaciones de las madres y familiares de desaparecidos/as y asesinados/as que – a pesar de su edad avanzada – no dejan de recordar a esta sociedad lo que ha sucedido para que nunca más suceda.  Oigo el grito de liberación ….

Y Ud…¿dónde oyes el grito de verdadera liberación hoy en nuestro pueblo?

 

310. A quienes caen en la lucha

Cito: “ A quienes caen en la lucha, con tal que sea con sincero amor al pueblo y en busca de una verdadera liberación, debemos considerarlos siempre entre nosotros”.

Son miles los combatientes que  “cayeron en la lucha”. Son miles los asesinados y desaparecidos/as.  Monseñor Romero nos da una orientación fundamental para la memoria histórica: “que sea con sincero amor al pueblo y en busca de la una verdadera liberación”.  Monseñor da énfasis en la motivación fundamental de aquellos que se integraron en las luchas populares (en organizaciones socio políticas o en organización político militares).  Al mismo tiempo desenmascara por ejemplo argumentos como “la lucha contra el comunismo internacional” que ha justificado tanta tortura, masacre, asesinatos, desapariciones,…  Ni la defensa de una cierta interpretación de la constitución, ni la obediencia (ciega) a la autoridad militar (“sí, mi coronel!!!) son criterios válidos.   Un sincero amor al pueblo tiene que ver con compartir del dolor del pueblo que es explotado en las fábricas, que con sus pequeños ingresos no logra vivir, que  no tiene trabajo,…. compartiendo también la esperanza de este mismo pueblo empobrecido que el futuro pueda ser diferente si hoy hacemos esfuerzos por cambiar la historia.   También se trata de una verdadera liberación del pueblo.  Esto hace reflexionar sobre las verdaderas intenciones mucho más allá de los discursos o los escritos llamados revolucionarios.  Los hechos demuestran si se está trababajando por la verdadera liberación del pueblo o por otras razones.

Hablando de los caídos Monseñor nos dice que “debemos considerarlos siempre entre nosotros”. Sin embargo me parece que esto exige de parte nuestra una tremenda y exigente coherencia.   Es un farisaísmo y una manipulación estar haciendo memoria de los caídos, si nosotros mismos hoy no luchamos “con sincero amor al pueblo” y si no estamos comprometidos “en una verdadera liberación” de nuestro pueblo, en las circunstancias actuales.   Revisemos nuestras acciones, nuestras actitudes actuales, nuestras opciones,… de hoy.   

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