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Día a día con Monseñor Romero. Libro II. Monseñor Romero - Hombre de Dios.- 24

Autor | Autores: 
Luis Van de Velde - Movimiento Ecuménico de CEBs en Mejicanos. Iniciativa ecuménica "Sentir con el Pueblo"

153. Todo el que vive la santidad de la vida cristiana ya en esta tierra, ya es un bienaventurado.

Monseñor sigue profundizando su reflexión anterior.  Invita a vivir “la santidad de la vida cristiana ya en esta tierra”.  Gran reto. Es el compromiso bautismal. Es la radicalidad del seguimiento a Jesús.  Es la fidelidad hasta dar la vida por las causas del Reino de Dios. 

Aunque Monseñor Romero explica que “cada vez que vengo a misa, en el signo del pan y del vino donde se hace presente, Cristo me está invitando ya desde este mundo a ser un ciudadano de esa vida divina”, en realidad en las iglesias ha crecido una tremenda distancia entre el culto, la liturgia, la participación “en el signo del pan y del vino, Cristo presente”, y la respuesta concreta e histórica a esa invitación de Cristo.    Recordemos solamente el hecho que en El Salvador (y el continente) los explotadores y los opresores (torturadores, asesinos,..) han sido y siguen siendo “cristianos”, no pocas veces “católicos romanos”: total desconexión entre la eucaristía y la vida!!! 

Monseñor nos pide vivir “esa vida divina” (es decir: según el modelo y el ejemplo de Jesús) ya ahora en esta realidad, a nivel personal, familiar, comunitaria, a nivel de pueblo!!!!!  Considera que “la verdadera liberación arrana de allí: del corazón del hombre, donde la fe le hace ya poseedor de esa vida eterna”.  Esto nos exige que la fe (recordemos: la vida real de Jesús, sus opciones,..) de verdad nazca en el corazón y se exprese en hechos de vida. 

154. El temor de Dios.

Cuando oigo o leo acerca del “temor de Dios”, “temor a Dios”, siento que esto es una contradicción con el amor de Dios, Madre y Padre, así como Jesús nos lo ha vivido y enseñado.   Temor, viene del verbo “temer”, es decir, tener miedo.  ¿Por qué vamos a tenerle miedo al Dios de Jesús que es puro amor misericordioso?   Claro, si se trata de aquel ser omnipotente, omnipresente, todopoderoso, exigente, listo para castigarnos por cualquier error,… entonces, sí, es mejor tenerle miedo.  

Monseñor Romero menciona que hay dos clases de temor.  En primer lugar hace referencia al temor del que está abajo (sirviente, empleado, pobre,..) por miedo al castigo, miedo al rechazo, a la burla.  “temor servil” y lo llama “mezquino, pobre, hipócrita a veces, de apariencia”.  Es el temor de la gente frente a un poder superior.    Luego habla de “temor filial”.  Me llama la atención que Monseñor Romero habla aquí de “temor a Dios”  (no de “temor de Dios”, como dice el título de esta cita!!!).  Aquí temor se hace – dice Monseñor – sinónimo de amor que no quiere ofender, que no quiere resentirse, que quiere el bien.  

No puedo comprenderlo:  donde hay verdadero amor, no hay y no puede haber “temor” (bajo ningún significado).  Entiendo muy bien que en el AT y durante mucho tiempo también en las Iglesias se ha proclamado un Dios a quien hay que tenerle miedo.  Recordemos el ojo (divino) en el triángulo que estaba mirando a cada uno en búsqueda de víctimas a castigar.  Pero Jesús rompió esto y reveló que Dios no es así, sino amor, misericordia, solidario, bondad, vida, curación, inclusión,….  

El concepto de “temor de Dios” es aún más complicado…. ¿a quién Dios va a tenerle miedo?  ¿Por qué se habla del temor de Dios a quién?

155.  Dejémonos conducir por el Espíritu.

 No se puede ser ni signo, ni instrumento del Reino de Dios, sin dejarse conducir por el Espíritu de Dios.  En esta oportunidad Monseñor nos lleva a reflexionar que para orar también debemos dejarnos guiar por el mismo Espíritu.   Se podría decir que orar no es partir de nuestras necesidades, problemas  y aún menos a partir de nuestras ideologías, poderes, intereses,…..  Para orar (como Jesús nos lo ha enseñado), para “platicar con Dios”.  Cada plática sincera parte de escuchar al otro.  Por eso Monseñor nos menciona que de esa “celdita privada” donde Dios nos habla a solas para que podamos decidir nuestro propio destino”: nuestra conciencia.   Nos dice Monseñor que Dios ha facilitado que podamos estar a la misma altura, al mismo nivel para realizar esa “plática”, como entre iguales.  ¿No hemos sido creados a imagen de Dios mismo? 

Cuando los evangelios mencionan que Jesús va a orar (sobre el cerro, de noche, de madrugada,…) no se lleva ningún libro, ni los rollos de la Escritura, sino en silencio abre su corazón, su conciencia para discernir lo que Dios, su Padre, puede decirle, y él después pueda decidir su propio futuro.  Me parece que en nuestras iglesias tenemos muchos rezos (automáticos, con oraciones formales, muchas veces nacidas hace siglos,..) y poca oración: poco escuche a Dios.  Para orar hay que apartarse de todo la bulla, quizás de noche o de madrugada, apartarse del celular y de las redes sociales, de radio y TV,…  para que “en esa celdita” de nuestra conciencia Dios pueda hablar nos.  Antes de hablarle a Dios, escuchemos primero, conducidos por el Espíritu.

 

156.  Envíame Señor, tu Sabiduría.

Monseñor Romero hace referencia a la oración que los miembros de los grupos de Alcohólicos Anónimos expresan ante su Ser superior. “Oh Dios, enséñame serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo cambiar, y sabiduría para reconocer la diferencia”.   Hace poco tuve la experiencia de ver en un grupo AA que en la lista de los presentes se anotaba: 1 + 15,  1+ 16…. Ampliando el número en la medida que estaba llegando más gente.  Por ignorante preguntaba: ¿Por qué ese “1” + ….?   Los AA sabe que el Ser Supremo, Dios, está presente con ellos/as cuando se reúnen (diariamente) para sanar su vida.   ¡Cuánto debemos aprender de los AA?  En primer lugar vivir en la presencia del Dios de la Vida, que podemos conocer al ver a Jesús.   No es el dios de mis caprichos, ni el dios a mi servicio, sino el Dios que me habla en “la celdita de mi conciencia”.  En segundo lugar pedirle a ese Dios de la Vida “la sabiduría para tener el valor de cambiar lo que se debe cambiar”.   Cambios en nuestra propia vida, en la vida de pareja, de familia, de comunidad, cambios también en nuestro pueblo, en esas estructuras injustas que deben cambiarse.  Pero también pedirle a ese Dios de la Vida “la serenidad para soportar lo que no se puede cambiar.”  Hay heridas, obstáculos, limitaciones (físicas, emocionales, espirituales,…), consecuencias de decisiones pasadas,….que no podemos cambiar, cuyos cambios no están en nuestras manos.  Además los grandes cambios estructurales no se darán así no más, ni para mañana.  Cuanto necesitamos esa sabiduría, esa serenidad de Dios, para comprender donde estamos, aceptar la realidad de hoy y para alimentar nuestra esperanza de cambio y de vida para mañana. 

157.  La vocación es para colaborar en la salvación de los demás.

Monseñor inicia esta cita haciendo referencia a la dimensión escatológica de nuestra vida, a ese horizonte definitivo del Reino de Dios.  Este mundo (esta sociedad) no puede ser “idolatrado”, no puede ser visto como “la perfección”. “el corazón del cristiano tiene que luchar por hacerlas (cosas) menos imperfectas, para que sean un camino hacia la perfección infinita de lo absoluto de Dios que nos espera.”  Cuantas veces no nos hemos dado cuenta que es tan fácil caer en la trampa de la “sacralización” de los logros parciales.  Una revolución, para ejemplificarlo así, siempre será imperfecta y jamás puede ser divinizada, con el derecho de exigir cualquier sacrificio.   Hay que saber valorar todos los pasos positivos, todos los avances, pero sin cerrar los ojos ante las debilidades y sobre todo los errores que se cometen a todo nivel (tanto a nivel de dirigencia, como a nivel de pueblo).  Las y los cristianos podemos aportar a las revoluciones ese “ya y todavía no”, esa dimensión escatológica, hacia la plena realización del Reino.  

Pero para eso, nos recuerda Monseñor Romero: “la vocación del hombre (y de la mujer) es una vocación a colaborar, colaborar en la salvación de los demás”.   Al ver la realidad,  la motivación de los políticos está muchas veces lejísimo de “la vocación para colaborar en la salvación de los demás”.  Solo hay que ver las riquezas que acumulan, los tremendos beneficios que se consiguen, los lujos en que viven los magistrados, los diputados, los gobernantes, y esto a todo nivel.  Claro que hay excepciones. Menos mal.   En El Salvador acaban de reformar una ley que castigaba fuertemente (al aplicarla) a los corruptos, a los que se enriquecen ilegalmente, a los grandes ladrones del pueblo, con “extinción de dominio”.  Ahora solo pueden ser investigados dentro de los primeros 10 años después de esos crímenes (así los llamo, porque son causas del empobrecimiento del pueblo).  La ley perdió sus garras, se ha hecho más suave.  

Nuestra vocación es “servir”: colaborar para que los demás tengan vida, y la tengan en abundancia. 

 

158. Que Dios nos robe el corazón.

Cito: “Ojalá que ese Dios, que nos vino a revelar en Jesucristo como Padre, como providencia, como bondad, nos robe el corazón y le sirvamos no por temor, sino por amor.”     Aquí Monseñor utiliza solamente el concepto de temor en el sentido que anteriormente ha mencionado como “temor servil”.  Tenía el don de la palabra para expresar de una manera nueva y creativa los fundamentos de nuestra fe: “que Dios nos robe el corazón”.  

Qué profunda alegría cuando en una pareja puedan decir que se han robado mutuamente el corazón y que por eso son tan felices.   Se dejaron robar el propio corazón y fueron a la conquista del corazón del otro.  Un lenguaje simbólico que en primer lugar hace referencia a nuestra disposición: ¿Estamos interesados, motivados, dispuestos para dejarnos robar el corazón por ese Dios de la vida, ese Dios de la Liberación, ese Dios de amor misericordioso infinito?    Porque hay que saber si cuando ese Dios nos robe el corazón, nos llevará a donde nunca habíamos pensado llegar, nos pondrá ante retos nunca imaginados, nos pondrá nuevos compromisos, nos pedirá serle fiel…. 

 

159. Antes que tú existieras, Dios te amaba “Hermanos, no es una utopía”.

En el horizonte creyente Monseñor Romero retoma una piedra angular de los profetas: “antes que tú nacieras Yo te escogí …” y la relaciona con un texto de Pablo “antes que tu existieras, Dios te amaba y te predestinó para hacerte semejante a Cristo,..”  Este párrafo empieza con “Hermanos, no es una utopía”.  Entiendo aquí que Monseñor relaciona utopía con un ideal que alguien puede formarse pero que de todos modos nunca se logrará.   Si consideramos que “utopía” tiene que ver con el horizonte de la vida, tanto hacia atrás (de donde venimos), como hacia adelante (que nos guía para caminar), entonces, esa confianza de ser escogido por Dios, hasta “antes de nacer”, es una fuerza inimaginable para la vida donde “Dios nos arropa con su amor”, desde el inicio, desde el seno materno hasta más allá del abismo de la muerte.   Sentirse amado por el Dios de la vida, sentirse escogido y llamado por el Dios de la vida, es un bastón seguro para la caminata, es como el agua fresca en tiempos de desierto (calor, frío, soledad, oscuridad, duda, tentación,..).

Solo habrá que ponerse siempre en el espejo del Evangelio de Jesús, de su vida, de su entrega, para que ese sentirse amado y escogido sea de verdad de parte del Dios de Jesús, para evitar que los ídolos nos conquisten!!!!

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